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La oscura ciudad, grisácea y llena de una áspera nostalgia que no puede olvidar. Horrendo lugar de sus primeros pasos en la vida, ahora tan distantes en su memoria. Pedro camina por una acera; casualmente ve un cartel en una pared. <<¿Todavía seré capaz de leer? Hace tanto tiempo que no lo hago...>> Y observando el rótulo, comienza lentamente a murmurar con torpeza:
La oscura ciudad, grisácea y llena de una áspera nostalgia que no puede olvidar. Horrendo lugar de sus primeros pasos en la vida, ahora tan distantes en su memoria. Pedro camina por una acera; casualmente ve un cartel en una pared. <<¿Todavía seré capaz de leer? Hace tanto tiempo que no lo hago...>> Y observando el rótulo, comienza lentamente a murmurar con torpeza:
“Con...
conf... confere-ncia so-bre la obb-ra de 'La Dama Dar-win', la
persona que dess-de el anon-nimato de Interrr-net ha causado furor
con sus teorrías sobb-re la evolución...”
¿Darwin?
Ese nombre le es de algún modo familiar, tal vez del colegio... En
cualquier caso, no puede recordar claramente quién es ese señor. Y
tampoco debe tener mucha importancia. Después de todo, su vida ahora
se ha vuelto simple. Sí, tan simple.
Está
algo desorientado, en esta fría jungla de asfalto. De modo que hará
lo que el bosque le ha enseñado. Cierra los ojos y no hace ningún
sonido; permanece quieto como una piedra, agudizando sus sentidos,
percibiendo el mundo a su alrededor. Así es; ahora encontrará el
camino que debe seguir, sin importar lo demás...
¿!!??
<<Ése olor... No... esa presencia... ¿Qué es?>> Nota
algo diferente, desconocido, pero que por alguna inexplicable razón
le atrae. Un dejavu. Inexorablemente arrastrado hacia ello,
camina como por instinto. Podría ser su destino, piensa; ése que el
mundo le robó un buen día, que vuelve a su encuentro. El pecho le
golpea y siente escalofríos. Es algo parecido a lo que sintió
cuando huyó del corral, pero un poco distinto...Va acelerando su
paso, luego comienza a correr...
Llega
a la base de un edificio. Alza la vista, y ve una ventana abierta.
Allí está lo que busca.
En
la entrada un letrero dice algo como “P...Psiquiátt-ricco...”.
Da igual, no puede leerlo bien. Sube las escaleras a zancadas, como
cualquier animal. Segundo piso. La sensación se hace más fuerte.
Corre por un pasillo repleto de puertas con números a ambos lados y
llega a la 251. La sensación lo domina, ya no hay razón en él; se
lanza y la derriba con un placaje. Entre jadeos cae ruidosamente al
suelo, junto con la puerta.
Sara
vive ensoñada; pero cautiva en este hospital psiquiátrico. Así es:
Le dicen que tiene un desequilibrio, que se tome la medicina; ella se
la mete en la boca, bajo la lengua, y cuando la enfermera se ha ido
la escupe en el váter. Siempre ha creído que algún día cambiaría
el mundo: Ha llegado ha ser idolatrada en Internet (aunque
anónimamente), pero su esperdado destino se demora y nunca llega;
pasa los días con la ventana abierta, sacando la mano por ella,
aunque se muera de frío. Claro que la toman por loca, no es algo que
nadie deba comprender.
Deja
que el viento esparza su esencia por el mundo, para que atraiga a su
destinado, al único ser que la podría salvar de esta agonía.
Mas
son demasiados años luchando en una guerra que cada día parece más
perdida. El tiempo lentamente va haciendo mella en ella. Todos, en
esa pulcra cárcel de cómodas camas y sábanas limpias, están
contra ella. Cada vez todo tiene menos sentido... Puede que, después
de todo, los demás tengan razón. Tal vez está loca. Ya no
quiere seguir sufriendo, tiene miedo y quiere ser aceptada. Podría
convertirse en una persona normal; apagar el estúpido brillo de sus
ojos y fingir que todo está bien, ser superficial. Negar todo
aquello por lo que ha vivido tantos años, como si fuera un error...
Y luego suicidarse.
Sara
llora desconsoladamente. Quiere que alguien apague el interruptor de
su cabeza, y no volver a pensar jamás.
Justo
entonces entra una enfermera: “¡Sarita, las pastillas!” Ella
imperceptiblemente se las pone bajo la lengua, por inercia.
“¿Qué
tal te encuentras hoy?”
“Mejor,
gracias...”
<<Eso
es. Voy a empezar a tomarlas, y así dejaré de pensar, dejaré de
sufrir.>>
El
caldo de la frustración y la impotencia mana de sus ojos, sin poder
fingir. Y en la enfermera una expresión de indiferencia, bajo la
muerta mirada que la escruta sin reparo. Sara cierra los ojos en una
mueca de esfuerzo y sube las píldoras con la lengua. Se las va a
tragar, ésta es su completa rendición...
….
… …
¡Baaammm!
De pronto la puerta se ha caído, en un estruendo que resuena por
todo el hospital. Algún tipo de animal jadeante se levanta sobre
ella y se arremete contra la enfermera, lanzándola hacia una pared y
dejándola sin conocimiento. Sara, estupefacta, escupe las pastillas;
no puede dar crédito lo que ve. <<Menos mal que no las he
tomado.>> “¡Al fin! ¡Has venido a mí!” Observa al ser
que se encuentra frente a ella. Con barba y melena, una mirada
salvaje, ojos brillantes y risueños... No hay duda. Es él, su
destinado.
Pedro
no articula palabra. Ya está. Lo ha logrado. Nunca antes ha
entendido lo que estaba buscando, pero ahora sabe que lo ha
encontrado. Esos ojos... brillantes como el mismo sol, deben ser la
esperanza para él, para el mundo.
Y
en ellos una mirada desesperada... <<ven a mí>>.
Él
obedece, y se abalanza sobre aquel bello ser. La toma varias veces,
violenta y apasionadamente. Ella lo abraza con fuerza, bañándolo en
lágrimas de felicidad que sellan el destino para ambos.
Desde
el umbral de la habitación se oyen pasos apresurados, que vienen por
el pasillo.
Sara
acaricia el rostro del muchacho: “Tú serás mi sirviente y
compañero, harás mi sueño realidad.”
“Así
es, ése es el único destino que anhelo. Sólo tus brillantes ojos
pueden ver el mundo tal y cómo es; sólo en ellos yace mi
esperanza.”
“Entonces
sácame de esta cárcel. Yo te lo enseñaré todo desde el principio,
y juntos lo haremos realidad. Desafiaremos
a la evolución. Por cierto, puedes llamarme 'Dama'.”
<<¿Dama?>>
Por algún razón el nombre le era familiar.
“Mi
Dama, yo soy ...”
“Sshhhh...”
Ella le tapa los labios con un dedo. “No me importa cómo te
llamases antes de llegar a mí. A partir de ahora serás 'Haru'.
Los
pasos se oían cada vez más cerca. Haru (Pedro) coge a Sara en
brazos y sale al pasillo decidido.
Duelo contra la evolución by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.