El
sol estaba radiante. El verano comenzaba a colear cansado, ya a
mediados de septiembre; pero aún las mañanas eran sofocantes de
calor. Por fin había llegado el primer día de clase tras las
vacaciones, y yo estaba impaciente por ver a Hime en su nueva etapa.
Estudiante del curso avanzado... no sonaba nada mal. A partir de
entonces podría presumir de mi amiga.
Salí
por la puerta de casa como un cohete y fui al encuentro con ella.
“¡Himeeeeeeeeeeeeeeeeeee!”
Llegué corriendo de tal forma que apenas pude frenar. Como había
supuesto estaba nerviosa; era comprensible, ya que era la primera vez
que íbamos a estar en clases separadas, y además en ese curso
especial esperaban mucho más de ella. Supongo que debía sentir
cierta presión.
“¡Vamos,
anima esa cara!” Pelliqué sus suaves mejillas a la altura de los
arqueados labios, levantándolas y forzándola así a cambiar de
sentido la curva. Una extraña (e inquietante, todo sea dicho)
sonrisa se dibujó en su rostro, hasta que ella agitó la cabeza como
un perro tras un baño:
“¡Blrblrblrblr...!
¡Pero qué me haces!”
“¡Ah,
nada, sólo que mientras yo esté a tu alrededor me gustaría verte
sonreir.”
Hime
se sonrojó ligeramente: “...¡Jo! Pero comprende que estoy
nerviosa... es el primer día de clase, y todo va a ser distinto
ahora...”
“¿mmm...?”
Hice una mueca de extrañeza, como si no comprendiese lo que quería
decir. “¿Distinto por qué...?”
Era
gracioso cómo le costaba decir ese tipo de cosas, haciendo gestos
que parecían una mezcla entre obstinación y dificultad cuando
hablaba: “... Ya sabes... ya no estarermos más en el mismo aula,
no nos veremos tanto como antes. Y sabes que no tenemos más
amigos...”
Hime
era sorprendente. No estaba preocupada sólo por ella. Al decir
'tenemos' se refería a mí. Ella sabía de sobra que yo tampoco
tenía buenas habilidades para relacionarme. <<Ésa es mi
Hime>>, pensé sin poder evitarlo y me sentí muy feliz porque
no sólo pensaba mucho en mi, sino que continuamente lo demostraba.
“Bah,
no tienes nada de lo que preocuparte. Creo que lo estás pensando de
más.”
“¿Tú
crees...? Pero ya sabes que yo...”
Aquella
frase no era buena. No dejaría que cayera su autoestima, yo sería
su soporte y ella sería la mejor.
“¡Shhhhhh!”
La corté en seco, y ella me dedicó una mirada ligeramente airada.
“Siento
ser brusco, pero ya no me lo puedo callar más.”
Su
gesto de reprimenda pareció desvanecerse. “¿Callar el qué...?”
“Un
gran secreto. El secreto que nadie te ha dicho, el secreto del poder
de las personas guays.”
“Bah,
me estás tomando el pelo, como siempre.”
“Ah,
pues si no lo quieres saber, entonces no te lo voy a decir. A mí me
da igual, porque yo ya lo sé. Por cierto, ¿viste lo que echaron en
la tele ayer noche...?”
Ella
no contestó. Tan sólo clavó sus ojos en mí atentamente. “¿Y
ahora cambias de tema...?”
<<Bien,
bien. Estoy haciendo que aumente la intriga en ella, jeje. Esto es
bueno.>>
“¿Cambiar
de tema? ¿Sobre qué?”
“No
te hagas el tonto. Has dicho que conocías un secreto para ser guay.”
“Ah,
sobre eso... Es que como has dicho que no te interesaba, me he
olvidado del tema.”
“Que
no, que era broma. Me interesa.” Ladeó la mirada: “Bueno, sólo
un poco, pero podrías decírmelo, sólo por curiosidad.”
<<Sí...
¡esto se está calentando...!>>
“Ah,
no,no. No voy a liberar el verdadero poder de mi gran secreto a
alguien que no cree en él.”
“Joooooooooo...
Está bien, me interesa bastante. ¿Ahora estás contento...?” Ya
estaba arrugando el morro. Ja, ja, era digno de ver.
“Si,
sí, muy contento.”
…
…
Yo
seguí andando hacia el cole, haciéndome el despistado.
Hime
se irritó y me agarró por los hombros, mirándome de frente:
“¡¿Y
bien?! ¡¿No piensas decírmelo?! ¡¿No era que ya no lo podías
callar más...?!”
“Está
bien, si de verdad lo quieres te lo diré. Pero con una condición.”
“¿Una
condición...? ¿qué condición?”
“Si
accedo a decírtelo es porque confío en tí. De modo que no se lo
podrás contar nunca a nadie, excepto a tu mejor amigo. Si algún día
yo dejara de serlo, entonces puedes contárselo sólo a quien sea
entonces tu nuevo mejor amigo.”
“Tú
eres mi mejor amigo... Y confío en tí. No se lo contaré a nadie,
jamás.”
“Pues
ahí va. El secreto es...” Ella me miraba como una posesa, parecía
que me quisiera taladrar con sus ojos. “... huy, se me ha
olvidado...”
“...”
Me cogió por los hombros, y me zarandeó, esta vez más fuerte.
“¡Pero qué...! ¡Suéltalo de una vez!”
“Ja,
ja, ja... Hime, eres la mejor, ja, ja, ja... realmente eres la
mejor.”
“¡Jo!
¡No te rías de mí! ¡No es justo!”
“Vale,
vale. Era broma.”
Ahora
que ya estaba relajada, era el momento. “El secreto es que... Con
que exista una sóla persona que crea que eres guay, tú ya lo eres.
Alguien que crea ciegamente en tí, que te idolatre, que sea tu fan
incondicional.”
“Sí,
eso supongo que estaría bien. Pero y eso ahora a qué viene...?”
“Espera
un momento.”
Me
dí la vuelta, saqué del bolsillo una especie de cinta de tela y me
la até en la frente.
“¡Ahora
verás!” Me dí la vuelta con la cinta puesta en la cabeza. Y
comencé a gritar y a gesticular:
“¡Dame
una H!”
“¡Dame
una I!”
“¡Dame
una M!”
“¡Dame
una E!”
(Haciendo
la forma de cada letra con los brazos, como una animadora).
“¡HIIIIIIMEEEEEEEE!”
“JAJAJAJA...”
¡Estás loco! Pero qué has hecho...!” Dijo, mirando la cinta en
mi frente. Leyó: “HFC... Hime... Fan... Club?”
“¡Jajajaja...!”
“Así es, soy tu fan número uno. Yo creo... No; yo sé que eres la
mejor, y por eso eres la más guay."
“Así
que eso era... Gracias, Kota, ¡es verdad! ¡eres un genio! Aunque
estás loco....”
Yo
mostré una amplia sonrisa y con un fingido tono de pedante dije:
“Gracias, ya lo sabía.”
Nos
dirigimos al colegio. Me despedí de la ahora sonriente Hime, que se
quedó en su edificio, el cual era uno cercano a la entrada de la
escuela. Yo, por mi parte, doblé la esquina y guardé la cinta del
'Hime Fan Club' en el bolsillo. Sería ciertamente vergonzoso que
alguien me viera con ella puesta, aún cuando lo había hecho para
subirle el ánimo a ella (y si fuera necesario, lo volvería a hacer
en público, pero mientras no hiciera falta prefería evitar la
situación).
Fui
a mi aula. Aquel año me tocó una del segundo piso, distinta a la
del anterior. Cosa que prefería, pues no estaría impregnada de mis
memorias con Hime y me ayudaría a superar el hecho de no tenerla más
conmigo en clase.
Como
de costumbre, los otros alumnos me ignoraron en general. Eso esaba
bien; la situación había mejorado, ya que no parecía que ninguno
de ellos tuviera intención de meterse conmigo. Pensé que tal vez se
había esparcido el rumor de la pelea que tuve antes de las
vacaciones para protegerla a ella. La verdad es que visto desde fuera
debía haber parecido una especie de caníbal o carnívoro mordiendo
así a aquellos abusones.
El
primer día fue tranquilo, me podía dar con un canto en los dientes.
Ahora iría a recoger a Hime y volveríamos juntos a mi casa, para
que me contara con pelos y señales cómo había sido su primer día
en el curso especial.
Doblé
la esquina encarando al fondo la verja del colegio, al tiempo que me
ponía de nuevo la cinta en el pelo (sí, la del 'HFC'). Quería que
me viera de nuevo con ella puesta, hubiera tenido buen día o no.
Ella
todavía no estaba allí. Tal vez aún no había salido de clase. De
modo que la esperaría. Aunque me daba un poco de vergüenza estar
allí esperando con la cinta puesta no me retracté.
Pasaron
cinco, diez, quince... veinte minutos. La clase se debía de haber
alargado. Ya no esperé más allí afuera y entré por la puerta que
había estado observando, al edificio donde se impartía el curso
acelerado.
<<Creo
que me dijo que era en el aula tres...>> Fui allí, pero no
había nadie. Di un paseo por la planta para ver si la encontraba.
Casualmente me encontré con una profesora:
“Hola,
señorita. Estoy buscando a una alumna.”
“¿Qué
alumna?”
“Hime...
digo Himawari, es una del curso especial.”
“¿Del
curso especial...? Pero si han terminado prontísimo. Se han marchado
como hace casi una hora...”
No
pude evitar la expresión de sorpresa. “Ah, vale, gracias.”
¿Entonces
dónde podría estar? Ella me habría esperado, seguro al 150%. Quién
sabe, tal vez había conocido nuevos amigos y estaban haciendo algo
por ahí... En cualquier caso debía registrar el edificio. Comencé
de abajo hacia arriba, planta por planta del bloque que tenía cuatro
pisos.
Ya
estaba en el cuarto piso, había registrado casi todo sin éxito.
Puede que les hubieran mandado tarea para casa en grupos y se hubiera
ido a una biblioteca pública o a la casa de algún compañero a
terminarla.
Mientras
caminaba pensando esto el último piso se terminó. Me dispuse a
marcharme, seguramente ella llamaría a mi casa más tarde y me
contaría lo que había hecho durante el día. Salí al rellano e iba
a bajar el primer peldaño de las escaleras, cuando vi una puerta que
no había abierto. Sobre ella había una placa inscrita: <<Al
ático>>
<<¿Ático?>>
Podía subir, de todas formas tampoco tenía nada que perder. Abrí
la puerta y aparecieron unas estrechas escaleras que subían un
'semipiso' más. Era una estancia pintada de blanco, fría y con el
techo inclinado y muy bajo. Aunque por las ventanas entraba mucha
luz. Por allí había algunas puertas. Una de ellas rezaba <<cuarto
de comunicaciones>>. Me pareció oír un sonido familiar al
otro lado, y la piel se me puso de gallina. Sin saber por qué de
pronto estaba bastante nervioso. Abrí la puerta lentamente.
…
…
…
Seco.
Me quedé seco. Allí murió una parte de mí.
Las
paredes estaban sucias de sangre, y era reciente. Hime estaba allí
tirada, en una esquina, con el rostro golpeado y lleno de lágrimas
secas. Su cuerpo maltrecho jadeaba con dificultad. Tenía la ropa
sucia y rota y el pelo hecho un desastre.
“¡HIME!”
Ella
pareció reaccionar a mi grito, intentando girar la cabeza en mi
dirección. Pero tenía los ojos tan hinchados que no podía ver
nada.
“¡Tranquila!
¡Voy a buscar a algún profesor para que nos ayude! ¡No te muevas
de ahí!”
Sali
corriendo como loco. Debían llevarla a un hospital. Y según me daba
la vuelta para marcharme lo ví, pintado en la pared con
sangre:
'GRACIAS
POR EL MORDISCO' y 'VENGANZA'. Estaba claro quién había sido, pero
ahora lo más importante era que la atendieran a ella.
Fui
dando zapatazos por los pasillos hasta que un profesor vino a
reprenderme:
“¿Pero
no te han dicho que no corras por los pasillos?”
“¡Hay
una alumna malherida en el ático! ¡Necesita una ambulancia!”
Subimos
de nuevo y el hombre llamó a urgencias. Yo me quedé con Hime,
sujetando su mano. Viendo claramente, con los ojos bien abiertos lo
que le habían hecho. Y rompiéndome por dentro. Mi sueño de
felicidad no había sido más que eso. La parte de mí que yacía
soterrada bajo los bellos recuerdos de verano tomó el poder por
completo. Una y otra vez se repetían los pensamientos que
aparentemente había olvidado, en una horrenda escena cíclica. La
vida de Hime convirtiéndose en un infierno... esto era real.
Debía
alejarme de ella. Debía protegerla. Debía vengarla. Debía hacerme
fuerte. Debía... luchar. Mancharía mis manos con la sangre de todos
aquellos que intentaran perturbar su sonrisa. Tal vez después de la
paliza que le habían dado no sería la misma, tal vez tuviera
secuelas. Pero su corazón sería igual de bello. Para mí seguiría
siendo una luz en mi horizonte, lo único que permanecería puro e
inocente en este mundo maldito.
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