domingo, 3 de marzo de 2013

Duelo contra la evolución (parte 4)

Ha empezado la instrucción de Haru. Todos los días la tenaz profesora afianza en él conceptos que antes le eran totalmente ajenos: Sobre la evolución, los animales, las plantas, el hombre, la naturaleza,... Su mente confusa rebosa en un hervor de nuevas ideas, mientras va cada día a buscar comida para ambos. Ella ha comenzado a engordar, y cada vez come más. Parece que está embarazada. De vez en cuando el muchacho le comenta algo al respecto, pero ella enseguida corta la conversación con cosas como “simplemente es la naturaleza” o “¿qué pasa, no te gustan las gordas...?” A continuación lo manda a recoger más comida o agua aunque haya de sobra, de modo que ya no pregunta más.

El clima va cambiando poco a poco, y distintas estaciones se suceden. Deben afrontar juntos el frío invierno. Para Dama es algo muy duro, habiendo vivido previamente en un hospital, pero su determinación yace sobre todo lo demás. Mujer íntegra, sabia e inspiradora, el joven muchacho la ama con todo lo que tiene. Mas ella se muestra complaciente pero distante. Haru, que la observa con sinceros ojos de enamorado, es su alumno y su única arma para cambiar el mundo. Dama lo quiere profundamente, pero la meta a la que consagró su vida es la única que determinará su destino.

Ya el muchacho va siendo más sabio. No queda ahora nada en él de aquel jovenzuelo dependiente a quien su propia madre rechazaba. Y ella ha engordado más, cada vez está más cerca del parto. Haru hace todo lo que ella dice sin rechistar, pero de alguna forma siente una incertidumbre en su interior. No puede evitarlo, ya que no conoce su futuro a partir de ahora, ni el de su hijo... ni nada. Dama lo lee como un libro abierto, y en esas ocasiones hace un descanso para llevarlo al lecho. Al igual que un arquitecto, va componiendo bloque sobre bloque en su pupilo, dándolo forma.

Cierto día amaneció, y ella sabía que había llegado un momento importante; debía hacerlo ahora, antes de que fuera incapaz. Haru volvía con víveres que había conseguido en los alrededores.
¡Haru!”
¿Sí?”
Ven aquí.” Dama levantó la raída manta que la tapaba, incitándolo a entrar en ella.
El joven obedeció sin mediar palabra. Ella comenzó a hablar:
Sabes que quiero cambiar el mundo, ¿verdad?”
Sí, lo sé.”
Y sabes que te estoy enseñando para ello, ¿no?”
Sí”. Haru tenía una corazonada, sentía que algo importante iba a ocurrir.
Tú sientes un apego por mí... Eso lo sé, puedo verlo en tí.”
....”
Ahora escucha atentamente. Tú juraste dar lo que fuera por mi causa, ¿verdad?”
Así es.”
Entonces, quiero que cumplas tu promesa. Llegará una prueba que te hará escoger entre seguir mi causa o quedarte conmigo. En ese momento, ¿qué harás?”
Pues...”
Dama le dio una bofetada: “¡No dudes! Debes seguir mi causa... Porque, de lo contrario, toda mi vida y esfuerzo habrán sido en vano. Lo comprendes, ¿verdad?”
...” Haru asintió sin decir nada, con una mueca de tristeza.
Toma esta carta, guárdatela. Te he enseñado de nuevo a leer propiamente, así que no tendrás problemas en leerla. ¡Pero no la abras! No hasta que nazca nuestro hijo. En el momento en que nazca la leerás y obedecerás lo que sea que esté escrito en ella por encima de cualquiera de mis palabras o gestos.”
...”
¿Estás dispuesto a ello?”
El muchacho comprendía que se acercaban tiempos duros, que seguramente tendrían que separarse. Aguantó las lágrimas en un ademán de esfuerzo y sufrimiento. La vida de ensueño que habían tenido juntos no duraría por siempre. Él debería volar del nido y hacer lo que fuera necesario para salvaguardar la promesa que hizo con ella.
... Está bien...”
¡Promételo! Honra tu contrato conmigo.”
Lo prometo. Haré sin dudar lo que está escrito en esta carta, aún si no tengo idea de lo que puede ser. No te defraudaré, mi dama.”
Ella sonrió con lágrimas en los ojos. Haru podía ver que ella estaba apostando todo en esto. El propósito de su vida y el dolor de su corazón iban ahora de la mano, y sus pupilas inundadas lo atestiguaban.

Así me gusta, valiente. Ahora ven y toma tu recompensa.”
Una pequeña gota desbordó sus pestañas, al tiempo que los amantes se besaban.

Dama le ha enseñado todo lo que sabe, todas sus supuestas locuras sobre la evolución, la naturaleza, cambiar el mundo... Haru comprende ahora la causa por la que lucha, y la ha hecho suya. Tras terminar estas lecciones ha cambiado el carácter de ella, que se muestra más cariñosa que nunca. Es como un sueño, pero él sabe que no debe bajar la guardia. Recuerda claramente una advertencia de su profesora: <<Cuando se acerque el momento del parto puede que cambie de humor, e incluso que deje de lado mi causa. Si eso ocurre, quiero que te mantengas firmemente fiel a ella.>>

Su comportamiento revela que es inminente. Hoy tiene dolores...
Ha empezado a gritar y jadear. Ya está aquí.
Haru sólo puede ayudarla en lo que le es posible durante el alumbramiento. La apoya, agarra su mano, la anima. Tras el dolor y la extenuación se oye un agudo llanto, ya está hecho. Coge al bebé y lo coloca junto a su madre para que lo abrace. Y obedientemente sale fuera del refugio, saca la carta y comienza a leerla.



Creative Commons License
Duelo contra la evolución by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

Tengo un boli con ventosa

Tengo un boli con ventosa que cuelga de la nevera. Cada vez que la abro o la cierro se balancea como un péndulo. Engordo porque no puedo dejar de comer, de modo que ideé una estrategia para adelgazar: Mirando fijamente al boli abrí y cerré la puerta muchas veces seguidas, al tiempo que repetía: "No comeré más... No comeré más..."

Lo conseguí. Me 'autohipnoticé' para adelgazar. Cuando hice esto pesaba unos 100 kilos... A partir de entonces, cada vez que iba a la nevera en busca de comida parecía como si hubiera algo que me impidiera abrirla. Así fueron pasando los días, en hambruna. Lentamente fui adelgazando. Al principio sólo un poco, pero luego se fue haciendo más evidente. Con el tiempo se me empezaron a notar las costillas, y llegó un día en que no me reconocía. Tiré todos los espejos de casa, no quería ver más a ese desconocido que cada día seguía cambiando.

Estaba tan flaco que no tendría fuerza para trabajar en ningún lado. Por suerte encontré en el periódico un anuncio de una banda que buscaba un xilofonista. De modo que repetí la operación: Me coloqué frente a la nevera y comencé a balancear el boli: "Soy xilofonista... soy xilofonista..." 
El día siguiente fui con la banda para hacer una prueba. Cuando llegué allí me recibieron todos los miembros del grupo:
"Hola, vengo para la prueba de xilofonista..."
Ellos me escrutaron de arriba abajo. Vi entre ellos algunas muecas de aprobación que me dieron esperanzas.
"¿Traes instrumento propio?"
"Claro. Lo tengo aquí conmigo."
Sin más dilación me quité un xilófono que llevaba en la espalda, saqué las baquetas y comencé a tocarlo.   
"No está mal, aunque tendrás que mejorar..."

Después de algunas sesiones de prácticas me cogieron en el grupo. Recorrimos el mundo haciendo conciertos. La gente alucinaba, teníamos auténticos fanáticos. Además, aunque no está bien que yo lo diga, la gente solía gritar: "¡Saca el xilófono!" De manera que lo solía llevar colgado a la espalda y cuando todo el mundo animaba fervorosamente, entonces me lo quitaba y las ovaciones alcanzaban un máximo. Debo decir que no comprendía el interés del público porque yo me quitara el xilófono de la espalda...

Pasaron algunos meses, y luego algunos años. Llegamos a ser ampliamente famosos. Hoy tenemos un nuevo concierto, ahora con miles y miles de fans, se podría decir que ya somos artistas veteranos. Vamos al escenario y de camino a él hay un espejo. Justo antes de que pase yo mi compañero lo quita y lo da la vuelta. Curiosamente eso mismo había ocurrido antes en todos los conciertos en que hubo algún espejo.
"...¿Por qué das la vuelta al espejo...? ¿Tan feos somos?" Dije en una actitud como de guasa.
"Bueno, sólo creí que no te gustaba verte en ellos. Nos lo dijiste hace años ya."
"Ah, es cierto. Pero porque alguna vez me vea de pasada tampoco va a pasar nada..."

Ahora que recuerdo, no he mencionado que en todas las actuaciones mis compañeros se disfrazaban de monstruos cmo hombres lobo, Frankenstein, momias,... Pero a mí siempre me decían: "El xilofonista no se disfraza, si no perdería su encanto". Algo que nunca comprendí hasta entonces. La curiosidad me picó así que en cuanto llegamos al escenario dije: "Huy, se me ha olvidado algo..." Y salí corriendo. Llegué a donde estaba el espejo y le di la vuelta. Jajajaja... ¿y cuál fue mi sorpresa? Yo era un esqueleto. Es más, jamás tuve un xilófono como tal. Lo que hacía era quitarme las costillas del lado derecho (lo que yo creía que era el xilófono que llevaba a la espalda) y las tocaba con las dos costillas flotantes del mismo lado, que usaba como baquetas.

Me dio un shock bastante fuerte en el primer momento, pero luego comprendí lo de los espejos y, más importante, comprendí por qué causaba tanta fascinación en el público.
De modo que salí a darlo todo, a partir de entonces incluso hacía malabares con tibias y peronés en las actuaciones. Nuestro éxito fue enorme, arrollador, intenso. Pero los años iban pasando y, aunque yo permanecía siempre igual, los otros miembros del grupo ya eran muy mayores y no podían tocar. Se fueron muriendo ya tan ancianos, pero todos muy felices. Todos me agradecieron la experiencia de haberme conocido, de haber podido tocar conmigo... y todos me encomendaron una misión: "Sigue en la cresta de la ola..."

Y así lo hice. Fui cambiando de grupo. El paso de los años se convirtió para mí en algo banal, al igual que la muerte de los humanos, compañeros de grupo o fans. En mi mente yacía grabado mi primer grupo, junto con la promesa que les hice.
Ensimismado en mi vida de éxito, viviendo mi vida por y para mis fans y mi espectáculo... Un buen día tocó dar un concierto en mi ciudad natal. Un gran éxito, como siempre. Después del concierto decidí visitar mi casa, la casa que había abandonado cientos de años atrás. Todavía conservaba una copia de la llave escondida entre los huesos de la cadera. Sí, cuando aún no sabía que era un esqueleto debí meterla ahí creyendo que era el bolsillo del pantalón, y allí se quedó...

La cerradura estaba algo oxidada, aunque se abrió chirriando. La casa estaba repleta de polvo como una cripta. ¿Y qué mejor morada para un esqueleto...? Jajaja, aquel pensamiento fue muy gracioso. Fui a la nevera, y allí estaba... el viejo boli con ventosa, el que me convirtió en lo que soy ahora. Lo miré con melancolía durante unos instantes. Las lágrimas no podían salir de mis órbitas, pero podía notar el fuerte sentimiento en el centro de mi esternón. Una vez fui un obeso que vivió aquí, alguien vulgar que sólo quería adelgazar... Ahora eso pasó, el espectáculo debe continuar... por siempre.          
  

domingo, 24 de febrero de 2013

ROMPERREALIDADES 3: Aprendiendo

El mundo ahora era distinto. Lo había hecho, había volado con mis propias alas. Yo, alguien que que pasaba su vida encerrado en un gimnasio, obsesionado con la musculación, había transgredido la barrera de la realidad. Ya mis ojos no no rebosaban esa obstinación que estuvo dirigiendo mi vida durante años. Había sido una marioneta de los clichés, de la propaganda televisiva, de la sociedad. Pero ahora ya nada de eso importaba; tenía poder. Tenía la posibilidad de moldear todo a mi antojo. Esas pastillas eran un milagro que me confería el poder de un dios.
Tras el primer vuelo quise hacer algunos experimentos más. Fui cogiendo concidencia del 'uso de la voluntad', y poco a poco llegué a dominarlo. Conseguí que mis alas se desplegaran y escondieran con el solo control de mi pensamiento. Asimismo pude convertir mis brazos en distintos objetos como picos, palas azadas,... incluso armas como ametralladoras y escopetas.

Sí, ciertamente era divertido... Tan sólo debía imaginar algo y podía conseguirlo. Y sin embargo había algo que me causaba un cierto desasosiego, sin saber exactamente qué.
Observé el bote del medicamento ensimismado, como intentando interrogar a mi propia mente. <<¿Qué ocurre...? ¿Cuál es el problema...? Este poder es fantástico, ¿no debería sentirme enorme?>> 
Agité casualmente el bote, embobado. El sonido revelaba que quedaban pocas pastillas en él. Mi rostro de incertidumbre se tornó en preocupación. <<¿Y qué voy a hacer si se me terminan...? ¿Volveré a mi antigua vida, a mi obsesión con los músculos, a mis ojos bloqueados que no pueden ver nada más allá...?>>

Mientras me deleitaba en mi preocupación el pensamiento afloró por sí solo: <<Ah, ya sé. Se supone que tengo un poder ilimitado sobre la realidad, pero sólo lo he utilizado sobre mí mismo, y más concretamente, sólo sobre mi cuerpo. ¿Acaso no sigo siendo un obsesionado con mi físico...? Debe haber cosas mejores que hacer con el, ahí fuera, que poner bazookas en mis manos...>>

Ahora con mayor conciencia volví a agitar el bote, como una maraca. Era verdad, quedaban muy pocas. Y para colmo, no había hecho nada realmente bueno con ellas...
<<Ya sé. Simplemente podría comprar más.>> Busqué en google: 'antroponova'. Tan sólo salían juegos y cosas por el estilo. Aunque, bien pensado, si ese medicamento se pudiera comprar online, el mundo sería un caos... Claro, cada uno lo moldearía a su gusto y placer; ¿y cuando lo hicieran dos personas con intereses contrapuestos? Podría haber guerras de proporciones bíblicas.

Ya estaba divagando. Por suerte recordé que aquel hombre, el que me regaló las pastillas, me había dado su dirección de correo electrónico. Saqué el teléfono móvil y la busqué: <<dreamingofhumanpotential@gmail.com>>. Puesto a pensarlo, no sabía ni su nombre. No conocía nada de él; bueno, salvo que era un hombre de color. Incluso, si lo volviera a ver puede que no fuera capaz de reconocer su cara. Todo eso daría igual, debía contactar con él, sólo él me podría ayudar con esto. Escribí un correo:

<<Hola, espero que me recuerde. Hace unas dos semanas tropecé con usted en la calle, a la salida del gimnasio, y me regaló un frasco de `Romperrealidín'. Aunque me costó comprender el concepto de 'voluntad', finalmente aprendí a utilizarlo. El caso es que, en mi ignorancia, he estado haciendo algunas pruebas en mi aprendizaje y me temo que lo he malgastado. Ahora sólo me quedan algunos comprimidos, y me estaba preguntando si sería posible conseguir otro frasco. Entiendo que el primero fuera de prueba, así que si quiere vendérmelo le ruego me diga el precio. Sea cual sea, gustosamente lo pagaré. Espero sus noticias, un saludo.>>

Según escribía la última parte parecía que me fuera a salir una risita malvada: <<Eso, puedo tomarme sólo una y conseguir el dinero que sea necesario... Jajaja, tú pon cualquier precio que podré pagarlo...>>.

Al poco tiempo me contestó. Realmente fue bastante rápido:
<<Sí, lo recuerdo, cómo iba a olvidarlo... Parece que finalmente comprendió el uso de la 'voluntad', además de darse cuenta de la insignificancia de sus metas. Debo darle la enhorabuena, no hay muchos que hayan sido capaces de activar el verdadero poder del 'Realidín'.
En cuanto a lo segundo, por favor; no me tome el pelo. Sé de sobra que podría tomarse un comprimido, conseguir todo el dinero que quisiera sin más y pagármelo. De ese modo yo podría poner cualquier precio, pero para usted no supondría coste alguno.>>
Al leer ese último párrafo se me puso cara como de 'huy, me han pillado...'
 
<<Sin embargo, podríamos hacer un trato un poco más interesante. El frasco que le regalé era de 50 comprimidos. ¿Qué le parecería conseguir uno grande de 1000? Le interesaría, ¿verdad? Pues estaría dispuesto a dárselo a cambio de que hiciera cierto trabajo para mí. No es un trabajo fácil, se trata de algo complicado y peligroso, y tendría que afrontarlo sólo con los comprimidos que le queden del primer frasco. Basta con que conteste 'sí' o 'no' si está o no interesado.>>

Me dispuse a responder el correo. Podía imaginar al hombre riendo perversamente, diciendo algo como 'jajaja, te tengo pillado...'
<<Sí>>, sólo escribí eso.
Al momento llegó la contestación, como si el hombre ya supiera lo que yo iba a contestar. Aquello reforzó mi imagen perversa de él.
<<Esta misma noche, a las 02:00 AM usted irá a la siguiente dirección: 'Polígono Industrial La Rana, nave 325', en Madrid. Para ello le sugiero que consiga un buen GPS. De este modo llegará allí volando alrededor de la hora acordada. Usted destruirá dicha nave hasta los cimientos, no dejará ni rastro de ella. Si sólo la destruye a medias o queda algún trozo de la misma mayor que un puño puede considerar la misión como fallida.>>
¿Y cómo sabía que yo volaba...? Me invadió la duda por un momento, pero ero era de suponer que aquél hombre supiera lo que una persona sería capaz de hacer tras tomarse estas pastillas.

Sin demorarme escribí: <<Trato hecho.>> 
Miré el reloj. Eran las 6 de la tarde. Tenía tiempo para comprar un GPS de alta gama en alguna tienda especializada. Sí, también podría tomarme una pastilla y hacer que apareciera uno ante mí, o algo así, pero debía reservarlas.
Por cierto, yo por aquel entonces vivía en Burgos. Sobre las 10 de la noche me tomé un comprimido y despegué en dirección hacia Madrid.


Creative Commons License
ROMPERREALIDADES by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

miércoles, 6 de febrero de 2013

... y nevaba

Era un mundo vacío, una soledad absoluta. Y nevaba. El pálido color del cielo hacía juego con la alfombra blanca del suelo. Hacía tanto frío que mis rojas manos dolían, pero no había nadie alrededor a quien pudiera quejarme. De modo que tomé unos grandes botones de colores y una zanahoria, para crearte. Los botones tus ojos, la zanahoria tu nariz. Te di un nombre, un alma, una existencia junto a mí.  

Un buen día encontré la salida de ese solitario mundo, y sin pensarlo escapé de él. 
Y ahora añoro tu compañía, frágil muñeco de nieve. Aquí hay más personas como yo, y hasta tengo a migos. Pero tú no estás. El único que estuvo a mi lado mitigando mi soledad; confidente absoluto de todas mis poesías a la luna. Hoy te busco en teste mundo, mas ya no te encuentro. Gasto todas las letras que me quedan en crear un sinnúmero de universos alternativos, donde tú vuelvas a estar. Vago seguido de uno en otro, explorando en tu busca.

Al fin he encontrado un muñeco de nieve; pero no eres tú. Tan sólo pretenderé que no cometí el error, que nunca huí de tu lado, que todo vuelve a ser como antes.
 Era un mundo vacío, de nuevo junto a tí, y nevaba.

domingo, 27 de enero de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 11

El sol estaba radiante. El verano comenzaba a colear cansado, ya a mediados de septiembre; pero aún las mañanas eran sofocantes de calor. Por fin había llegado el primer día de clase tras las vacaciones, y yo estaba impaciente por ver a Hime en su nueva etapa. Estudiante del curso avanzado... no sonaba nada mal. A partir de entonces podría presumir de mi amiga.

Salí por la puerta de casa como un cohete y fui al encuentro con ella.

“¡Himeeeeeeeeeeeeeeeeeee!” Llegué corriendo de tal forma que apenas pude frenar. Como había supuesto estaba nerviosa; era comprensible, ya que era la primera vez que íbamos a estar en clases separadas, y además en ese curso especial esperaban mucho más de ella. Supongo que debía sentir cierta presión.



“¡Vamos, anima esa cara!” Pelliqué sus suaves mejillas a la altura de los arqueados labios, levantándolas y forzándola así a cambiar de sentido la curva. Una extraña (e inquietante, todo sea dicho) sonrisa se dibujó en su rostro, hasta que ella agitó la cabeza como un perro tras un baño:

“¡Blrblrblrblr...! ¡Pero qué me haces!”

“¡Ah, nada, sólo que mientras yo esté a tu alrededor me gustaría verte sonreir.”

Hime se sonrojó ligeramente: “...¡Jo! Pero comprende que estoy nerviosa... es el primer día de clase, y todo va a ser distinto ahora...”

“¿mmm...?” Hice una mueca de extrañeza, como si no comprendiese lo que quería decir. “¿Distinto por qué...?”

Era gracioso cómo le costaba decir ese tipo de cosas, haciendo gestos que parecían una mezcla entre obstinación y dificultad cuando hablaba: “... Ya sabes... ya no estarermos más en el mismo aula, no nos veremos tanto como antes. Y sabes que no tenemos más amigos...”



Hime era sorprendente. No estaba preocupada sólo por ella. Al decir 'tenemos' se refería a mí. Ella sabía de sobra que yo tampoco tenía buenas habilidades para relacionarme. <<Ésa es mi Hime>>, pensé sin poder evitarlo y me sentí muy feliz porque no sólo pensaba mucho en mi, sino que continuamente lo demostraba.

“Bah, no tienes nada de lo que preocuparte. Creo que lo estás pensando de más.”

“¿Tú crees...? Pero ya sabes que yo...”

Aquella frase no era buena. No dejaría que cayera su autoestima, yo sería su soporte y ella sería la mejor.

“¡Shhhhhh!” La corté en seco, y ella me dedicó una mirada ligeramente airada.

“Siento ser brusco, pero ya no me lo puedo callar más.”

Su gesto de reprimenda pareció desvanecerse. “¿Callar el qué...?”

“Un gran secreto. El secreto que nadie te ha dicho, el secreto del poder de las personas guays.”

“Bah, me estás tomando el pelo, como siempre.”



“Ah, pues si no lo quieres saber, entonces no te lo voy a decir. A mí me da igual, porque yo ya lo sé. Por cierto, ¿viste lo que echaron en la tele ayer noche...?”

Ella no contestó. Tan sólo clavó sus ojos en mí atentamente. “¿Y ahora cambias de tema...?”

<<Bien, bien. Estoy haciendo que aumente la intriga en ella, jeje. Esto es bueno.>>

“¿Cambiar de tema? ¿Sobre qué?”

“No te hagas el tonto. Has dicho que conocías un secreto para ser guay.”

“Ah, sobre eso... Es que como has dicho que no te interesaba, me he olvidado del tema.”

“Que no, que era broma. Me interesa.” Ladeó la mirada: “Bueno, sólo un poco, pero podrías decírmelo, sólo por curiosidad.”

<<Sí... ¡esto se está calentando...!>>

“Ah, no,no. No voy a liberar el verdadero poder de mi gran secreto a alguien que no cree en él.”

“Joooooooooo... Está bien, me interesa bastante. ¿Ahora estás contento...?” Ya estaba arrugando el morro. Ja, ja, era digno de ver.

“Si, sí, muy contento.”



Yo seguí andando hacia el cole, haciéndome el despistado.

Hime se irritó y me agarró por los hombros, mirándome de frente:

“¡¿Y bien?! ¡¿No piensas decírmelo?! ¡¿No era que ya no lo podías callar más...?!”

“Está bien, si de verdad lo quieres te lo diré. Pero con una condición.”

“¿Una condición...? ¿qué condición?”

“Si accedo a decírtelo es porque confío en tí. De modo que no se lo podrás contar nunca a nadie, excepto a tu mejor amigo. Si algún día yo dejara de serlo, entonces puedes contárselo sólo a quien sea entonces tu nuevo mejor amigo.”

“Tú eres mi mejor amigo... Y confío en tí. No se lo contaré a nadie, jamás.”

“Pues ahí va. El secreto es...” Ella me miraba como una posesa, parecía que me quisiera taladrar con sus ojos. “... huy, se me ha olvidado...”



“...” Me cogió por los hombros, y me zarandeó, esta vez más fuerte. “¡Pero qué...! ¡Suéltalo de una vez!”

“Ja, ja, ja... Hime, eres la mejor, ja, ja, ja... realmente eres la mejor.”

“¡Jo! ¡No te rías de mí! ¡No es justo!”

“Vale, vale. Era broma.”

Ahora que ya estaba relajada, era el momento. “El secreto es que... Con que exista una sóla persona que crea que eres guay, tú ya lo eres. Alguien que crea ciegamente en tí, que te idolatre, que sea tu fan incondicional.”

“Sí, eso supongo que estaría bien. Pero y eso ahora a qué viene...?”

“Espera un momento.”

Me dí la vuelta, saqué del bolsillo una especie de cinta de tela y me la até en la frente.

“¡Ahora verás!” Me dí la vuelta con la cinta puesta en la cabeza. Y comencé a gritar y a gesticular:

“¡Dame una H!”

“¡Dame una I!”

“¡Dame una M!”

“¡Dame una E!”

(Haciendo la forma de cada letra con los brazos, como una animadora).

“¡HIIIIIIMEEEEEEEE!”



“JAJAJAJA...” ¡Estás loco! Pero qué has hecho...!” Dijo, mirando la cinta en mi frente. Leyó: “HFC... Hime... Fan... Club?”

“¡Jajajaja...!” “Así es, soy tu fan número uno. Yo creo... No; yo sé que eres la mejor, y por eso eres la más guay."

“Así que eso era... Gracias, Kota, ¡es verdad! ¡eres un genio! Aunque estás loco....”

Yo mostré una amplia sonrisa y con un fingido tono de pedante dije: “Gracias, ya lo sabía.”



Nos dirigimos al colegio. Me despedí de la ahora sonriente Hime, que se quedó en su edificio, el cual era uno cercano a la entrada de la escuela. Yo, por mi parte, doblé la esquina y guardé la cinta del 'Hime Fan Club' en el bolsillo. Sería ciertamente vergonzoso que alguien me viera con ella puesta, aún cuando lo había hecho para subirle el ánimo a ella (y si fuera necesario, lo volvería a hacer en público, pero mientras no hiciera falta prefería evitar la situación).



Fui a mi aula. Aquel año me tocó una del segundo piso, distinta a la del anterior. Cosa que prefería, pues no estaría impregnada de mis memorias con Hime y me ayudaría a superar el hecho de no tenerla más conmigo en clase.

Como de costumbre, los otros alumnos me ignoraron en general. Eso esaba bien; la situación había mejorado, ya que no parecía que ninguno de ellos tuviera intención de meterse conmigo. Pensé que tal vez se había esparcido el rumor de la pelea que tuve antes de las vacaciones para protegerla a ella. La verdad es que visto desde fuera debía haber parecido una especie de caníbal o carnívoro mordiendo así a aquellos abusones.



El primer día fue tranquilo, me podía dar con un canto en los dientes. Ahora iría a recoger a Hime y volveríamos juntos a mi casa, para que me contara con pelos y señales cómo había sido su primer día en el curso especial.

Doblé la esquina encarando al fondo la verja del colegio, al tiempo que me ponía de nuevo la cinta en el pelo (sí, la del 'HFC'). Quería que me viera de nuevo con ella puesta, hubiera tenido buen día o no.

Ella todavía no estaba allí. Tal vez aún no había salido de clase. De modo que la esperaría. Aunque me daba un poco de vergüenza estar allí esperando con la cinta puesta no me retracté.



Pasaron cinco, diez, quince... veinte minutos. La clase se debía de haber alargado. Ya no esperé más allí afuera y entré por la puerta que había estado observando, al edificio donde se impartía el curso acelerado.

<<Creo que me dijo que era en el aula tres...>> Fui allí, pero no había nadie. Di un paseo por la planta para ver si la encontraba. Casualmente me encontré con una profesora:

“Hola, señorita. Estoy buscando a una alumna.”

“¿Qué alumna?”

“Hime... digo Himawari, es una del curso especial.”

“¿Del curso especial...? Pero si han terminado prontísimo. Se han marchado como hace casi una hora...”

No pude evitar la expresión de sorpresa. “Ah, vale, gracias.”



¿Entonces dónde podría estar? Ella me habría esperado, seguro al 150%. Quién sabe, tal vez había conocido nuevos amigos y estaban haciendo algo por ahí... En cualquier caso debía registrar el edificio. Comencé de abajo hacia arriba, planta por planta del bloque que tenía cuatro pisos.

Ya estaba en el cuarto piso, había registrado casi todo sin éxito. Puede que les hubieran mandado tarea para casa en grupos y se hubiera ido a una biblioteca pública o a la casa de algún compañero a terminarla.



Mientras caminaba pensando esto el último piso se terminó. Me dispuse a marcharme, seguramente ella llamaría a mi casa más tarde y me contaría lo que había hecho durante el día. Salí al rellano e iba a bajar el primer peldaño de las escaleras, cuando vi una puerta que no había abierto. Sobre ella había una placa inscrita: <<Al ático>>

<<¿Ático?>> Podía subir, de todas formas tampoco tenía nada que perder. Abrí la puerta y aparecieron unas estrechas escaleras que subían un 'semipiso' más. Era una estancia pintada de blanco, fría y con el techo inclinado y muy bajo. Aunque por las ventanas entraba mucha luz. Por allí había algunas puertas. Una de ellas rezaba <<cuarto de comunicaciones>>. Me pareció oír un sonido familiar al otro lado, y la piel se me puso de gallina. Sin saber por qué de pronto estaba bastante nervioso. Abrí la puerta lentamente.




Seco. Me quedé seco. Allí murió una parte de mí.

Las paredes estaban sucias de sangre, y era reciente. Hime estaba allí tirada, en una esquina, con el rostro golpeado y lleno de lágrimas secas. Su cuerpo maltrecho jadeaba con dificultad. Tenía la ropa sucia y rota y el pelo hecho un desastre.

“¡HIME!”

Ella pareció reaccionar a mi grito, intentando girar la cabeza en mi dirección. Pero tenía los ojos tan hinchados que no podía ver nada.

“¡Tranquila! ¡Voy a buscar a algún profesor para que nos ayude! ¡No te muevas de ahí!”

Sali corriendo como loco. Debían llevarla a un hospital. Y según me daba la vuelta para marcharme lo ví, pintado en la pared con sangre:

'GRACIAS POR EL MORDISCO' y 'VENGANZA'. Estaba claro quién había sido, pero ahora lo más importante era que la atendieran a ella.

Fui dando zapatazos por los pasillos hasta que un profesor vino a reprenderme:



“¿Pero no te han dicho que no corras por los pasillos?”

“¡Hay una alumna malherida en el ático! ¡Necesita una ambulancia!”



Subimos de nuevo y el hombre llamó a urgencias. Yo me quedé con Hime, sujetando su mano. Viendo claramente, con los ojos bien abiertos lo que le habían hecho. Y rompiéndome por dentro. Mi sueño de felicidad no había sido más que eso. La parte de mí que yacía soterrada bajo los bellos recuerdos de verano tomó el poder por completo. Una y otra vez se repetían los pensamientos que aparentemente había olvidado, en una horrenda escena cíclica. La vida de Hime convirtiéndose en un infierno... esto era real.

Debía alejarme de ella. Debía protegerla. Debía vengarla. Debía hacerme fuerte. Debía... luchar. Mancharía mis manos con la sangre de todos aquellos que intentaran perturbar su sonrisa. Tal vez después de la paliza que le habían dado no sería la misma, tal vez tuviera secuelas. Pero su corazón sería igual de bello. Para mí seguiría siendo una luz en mi horizonte, lo único que permanecería puro e inocente en este mundo maldito.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 12

Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

sábado, 5 de enero de 2013

Se acabo la vinagre XD

Ah, maldita sea. Se me ha terminado el vinagre de Módena... la verdad es que la botella era pequeña (y cara) y me ha durado poco. Voy a abrirla, tal vez quede alguna gota que rentabilizar dentro de ella... Tras quitar el tapón aspiro ligeramente, y como suponía huele agrio. Puaj, quién me mandaría a mí oler eso... Me empiezo a sentir extraño, como mareado. Creo que tengo sueño... me estoy quedando dormido... Echaré sólo una cabezadita.
Cuando me despierto estoy en un lugar que parece vacío. No es mi habitación. Hay una pequeña 'isla' redonda en donde estoy incorporándome, rodeada por una especie de lago de color marrón.... Bueno, más bien es como una habitación... ¡Ahhh! ¡Las paredes son transparentes! ¿...?  ¡Estoy en la botella de vinagre! ¿Y cómo he podido llegar aquí...? Buah, quIén sabe. ¿Tan grande puede haber sido el colocón como para que esté alucinando de semejante forma? De momento voy a investigar el lugar...
Observo la estancia cuidadosamente. En efecto, las paredes son transparentes; en una de ellas está la etiqueta de la botella, y arriba del todo la boca.  Parece ser que el tapón no está puesto. Eso quiere decir que tendría una oportunidad de escapar de mi prisión...
Decidido por la opción vadeo el vinagre (no sin una buena cara de asco) y llego hasta una de las paredes transparentes. Debo treparla para poder escapar, pero es demasiado lisa y me resbalo.
¿Pero qué tonterías estoy haciendo...? Miro a través del cristal y ahí estoy yo, en mi versión 'grande', durmiendo apoyado en mi escritorio. Comienzo a golpear el vidrio:
"¡Holaaaa!" "¡Oyeeeee sácame de aquíiii!"
Al principio mi otro yo no me hace ni caso. Sigo insistiendo, hasta que se separa del escritorio ligeramente y gira la cabeza hacia la botella.
Entonces la agarra y pone un ojo en la boquilla. Muevo los brazos todo lo que puedo para llamar su atención, y entonces veo su cara de asombro. ¡Bien! ¡Parece que me ha visto!
Ahora, sin ningún cuidado, da la vuelta a la botella y comienza a golpear el culo. El lago de vinagre se drena y yo caigo con él.
El gigante ser (yo) pone rápidamente la mano y me recoge. Se la acerca al rostro, me escruta minuciosamente.
Yo trepo raudo por su brazo hasta su oreja, y grito:"¡Yo soy túuuuuuuuu! ¡Despiertaaaa!" El gigante se sobresalta y en acto reflejo se mete el dedo en el oído. ¡Ay! Casi me aplasta... sólo tengo una vía de escapatoria, así que corro hacia adentro del oído. Y más adentro, donde esté más seguro... llego hasta su cerebro, camino por entre sus neuronas. Hay una puerta en la entrada que dice: <<Se busca personal electricista de mantenimiento; no se requiere experiencia.>> De modo que hablo con el encargado (un neurotransmisor muy majo) y ¡tachán! ¡Al fin tengo un trabajo!

Hoy por hoy llevo ya algunos años trabajando aquí... Y por algún motivo no he podido volver a ser el que era, me he quedado así de pequeño. Tal vez como consecuencia de eso, 'mi' cuerpo ha ido perdiendo funcionalidad, y actualmente estoy encargado de manejar casi todo, como un control remoto. Es como ver una película interactiva, a través de las gigantes retinas y los nervios oculares. Y ahora pienso, en mi puesto de pilotaje... ¿Acaso vivo una mentira? ¿Lo que siente este 'meca' gigante también lo siento yo? ¿Quién es el verdadero...? Desde hace algún tiempo me asaltan estas dudas. 
He conocido a una chica muy simpática, creo que sería una buena pareja para mi 'vehículo'. Pero no para mí, ya que me viene 'gande'. Además, he conocido a una paramecia la mar de maja, y me eché una mitocondria descarriada como mascota. (Aunque no veas tú cómo traga la condenada...) Ahora pongo el piloto automático. Hoy nos vamos de fiesta a la caja torácica, que nunca para con el bass y ya me tocan algunos bailes...

Al día siguiente...
Buah, menuda fiesta. Estuvimos poniéndonos ciegos a citoplasma. Tengo una resaca que no veas... Y lo que digo yo es, si algún día el 'meca' se muere, ¿qué será de mí...? Porque claro, yo era inicialmente el 'meca'. Y aún cabe la opción de que todo sea una alucinación por oler vinagre... Bueno, en cualquier caso esta vida no está mal. Aquí siempre hace calor, pero debo reconocer que nunca me da el sol. 
... No sé qué hice anoche con mi paramecia, ahora todo está borroso... Encima ella dice que está embarazada. Me tiene que estar tomando el pelo, ¿verdad? A ver, digo que los paramecios y esos bichos no tienen reproducción sexual, simplemente hacen 'mitosis' o algo de eso... ¿no?

Ay, madre... ahora empiezo a recordar. Estábamos muy excitados y le estuve tocando los centriolos... a ver si he causado una mutación en su ADN y la he preparado parda...
La gestación ha sido increíblemente corta. Se está intentando dividir, aunque yo le dije que no lo hiciera, que podía ser peligroso... pero no me escucha, dice que quiere ser 'réplica' (como madre pero en la mitosis jaja). 
Pues parece que lo está consiguiendo... Le han salido unas cosas de la membrana. ¿Una mano...? A ver si se va a parecer a su padre... 
Al final ha nacido un hombre-paramecio y está bastante desquiciado. Pero ya se sabe, hay que poner a los hijos a trabajar para no cansarse uno, así que le he mandado que ahora pilote él el cuerpo. De forma que si 'me' ves haciendo chorradas no te alarmes, ahora ya sabes por qué es.

Una canción... XD

Este lunes intenté llamarte
pero luego me derrumbé
intenté de nuevo el martes
y no me acuerdo muy bien por qué

has llegado a conocerme
lo que quieres ver de mí
lo que tú tampoco sabes
se lo he dicho a más de mil
no me vayas presumiendo lista
de que eres la ama de mi pìsta
de lo contrario aviso cierro mi piso
y se jodió quedarse a dormir

las mañanas son muy frías
en mi pueblo a saber por qué
está el tiempo complicado
desde el día en que te saludé
yo creía que valías por encima te tasé
ahora con esta crisis creo no te venderé

yo te llevo de paquete
bajo el sobaco izquierdo
y me digas lo que digas
es me jor que en el derecho
no eres fea ni eres guapa
ese no es el problema aquí
pero cuando te veo cerca
me quiero mudar a Madrid
por favor traidora
que a todas horas
quieres escapar de mí
no te olvides que me rayas
si comes papayas
fumate un puro por mí
Free counter and web stats