domingo, 29 de diciembre de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 14

Eran cinco, nada menos. Por suerte conocía aproximadamente el domicilio de casi todos. Esa noche apenas pegué ojo, pero no me sentía cansado. Me levanté a las cinco de la mañana con la sangre helada. Cada paso que diera ese día, cada bocanada de aire que tomara, serían por mi Hime. Por su futuro, por su libertad... y por mi venganza.

Debía cogerlos desprevenidos de camino al colegio. Debía contar con que algunos de ellos fueran juntos; en ese caso tendría que separarlos antes de enfrentarme con cada uno, para tener alguna posibilidad de éxito. Además, para no levantar sospechas, tendría que llegar a clase antes de que empezase, no podía permitirme el lujo de retrasarme ni un minuto. De esta forma conseguiría mi coartada.

Por supuesto, me había hecho un plan de antemano. Acecharía a cada uno a la salida de su casa, por orden de distancia al colegio. Suponía que los que vivían más lejos saldrían antes hacia allí que los que vivían más cerca. Todo parecía tan sencillo como los anuncios de detergentes en la televisión: 'echas un poco de este producto, y la ropa brillante y como nueva...'
Silenciosamente me levanté de la cama, desayuné y me vestí de un color oscuro. A las 6 de la mañana estaba observando la luna, desde mi puerta abierta de par en par. La miraba fijamente con los ojos abiertos como platos, como murmurando para mis adentros una plegaria desesperada. Sólo ella fue testigo de mi ritual: Cogí el arma que me había prestado Ulises, una especie de porra pequeña, y la escondí en mi ropa. La madrugada era fría y despejada, ya amenazaba con las primeras heladas. El aire fresco en mis pulmones me llenaba de optimismo. Aunque el mundo se convirtiera en el peor infierno, aunque hubiera demonios como esos cinco, existía Hime. Ella sola hacía que el universo entero se redimiera y valiera la pena.

Di un paseo de reconocimiento, recorriendo toda la ruta por los puntos clave (las casas de los cinco) hasta la escuela. Por suerte no había nadie. Además, el clima frío era una excusa genial para llevar pasamontañas. Tras esta vuelta llegué a casa del primero de ellos. Eran aproximadamente las 7 de la mañana. El colegio comenzaba a eso de las 9, por lo que había calculado que el primero de ellos saldría como muy pronto a las 8 de su casa. De modo que busqué el mejor punto para tender una emboscada durante una hora, esperando con la carne de gallina y los nervios a flor de piel hasta que el primer matón asomara por la verja. Era una casa baja, lo que facilitaría la labor y evitaría que otros vecinos me pudieran ver.
.
.
7:58...
7:59...
.
.
Parecía que el minuto antes de las 8:00 fuera eterno, los segundos se resistían a marchar y permanecían remolones en la pantalla de mi reloj digital.
.
.
Un sonido de puerta. Una puerta se abrió. Una puerta se cerró. Pasos que se acercan. El picaporte de la verja se gira. La verja se abre como el chirrido de algún ave moribunda...
Unas deportivas, un pantalón de chándal. Una sudadera. Una cabeza, que se gira mientras cierra la verja. Los latidos golpeaban en mi garganta, que luchaba con mi hermética boca por el control de mi voz. Quieto como una estatua, con la piel helada; mi cuerpo era un iglú de hielo, y dentro de él estaba todo lo demás. Vi su rostro de perfil mientras cerraba el picaporte. Era él, sin duda.

Los siguientes segundos (o décimas, ¿quién sabe?) transcurrieron como un sueño momentáneo, de esos que tienes cuando te quedas dormido en la mesa después de comer. Con la porra en la mano, y sin hacer sonido alguno, me abalancé sobre él, que aún tenía la mano puesta en el picaporte. Al mismo tiempo giraba su rostro hacia mí, y seguí los pasos que mi maestro me enseñó. Golpe con todas mis fuerzas en el plexo solar, o en un costado. Mientras se retorcía confuso quebré su cuello y luego un tobillo. <<Seguro que éste ya estará fuera de circulación un buen tiempo>>, silenciosamente me dirigí al trote a la siguiente casa.

Cada uno iba a ser peor que el anterior, de eso no me cabía duda. Al irme acercando al colegio las casas bajas iban dando paso a edificios de pocas plantas, y luego edificios más altos. Donde había tantos vecinos podría tener problemas... Y casualmente el monstruo que dio la paliza a Hime era el último. Pero después de que el primero salió tan rápido y limpio, se me habían subido los ánimos. Tal vez fuera posible, después de todo.

El segundo vivía también en una casa baja, pero estaba adosada y tenía algunos vecinos a los lados. Eran alrededor de las 8:10 cuando me coloqué en el lugar exacto que tenía previsto. Al parecer me encontraba algo más relajado que la primera vez, y me sentía más seguro. De nuevo: Abrir la puerta, abrir la verja, cerrar la verja... <<Espera. La puerta no se ha cerrado...>> Alguien debía estar en la puerta, presumiblemente su madre.
Se cerró. Sigilosamente me acerqué a él por detrás e hice mi trabajo. Fuerte golpe en la mitad de la espalda que detuvo su respiración, y mientras luchaba por recuperar el aliento lo dejé sin conocimiento, y lesioné su rodilla. Nadie podría decir que estaba luchando de forma justa u honrada, pero... <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN>>.

A las 8:20 había llegado a la casa del tercero. La cosa cambiaba mucho aquí, ya no eran casas bajas sino edificios de unas 5 plantas. Aunque ya había previsto un lugar donde me podría colocar al acecho, los peligros aquí eran muchos más y peores. Ya el sol asomaba en el horizonte, había demasiada luz. Salía un hombre de negocios trajeado de aquí, una chica bien vestida de allá... Mientras tanto yo yacía escondido. En este caso no encontré un lugar seguro cerca del portal, de forma que estaba observando desde la distancia.

Ahora se abría su portal... Chasco, no era él, sino un obrero... Y detrás de él... <<¡Bingo!>> Ahí salía mi objetivo. A esta hora ya había demasiada gente por la calle, no había forma de atacarlo en público en un lugar tan abierto... Así que ataviado con mi 'ropa para el frío' lo seguí desde lejos. Dobló un par de esquinas, llegó a otro portal y... Horror. Había ido a buscar a otro de los matones. Ya no podría cogerlos de uno en uno... <<¿o sí...?>>
Casualmente había un vacío providencial en la calle en ese instante, y sin pensarlo, di un rodeo para acercarme por su espalda. Golpe fuerte en la nuca y dos lesiones, y lo dejé sentado en la puerta de luna lonja, a un lado del portal. Yo me escondí en una puerta que estaba al otro lado del mismo.

En pocos instantes el cuarto estaba saliendo por el portal. Llamó a su compinche: “¡Hey! ¿Dónde estás?” A continuación se asomó a la acera y vio las piernas estiradas a un lado. Se acercó hasta allí: “Venga, no seas vago, vamos majo.... ¡Oye! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo...?” Antes de que pudiera decir algo más ya estaba sin aliento por mi imprevisto golpe. Lesioné su cuello y su rodilla, lo que sea que lo alejara de la escuela. Dejé allí mismo los dos cuerpos tendidos y escapé por la esquina más cercana, corriendo por una ruta de callejones poco transitados hacia la última casa. <<Cuatro de cinco, ya son cuatro de cinco....>> A penas podía creerlo.
Ya eran las 8:45, y tal vez no llegase a tiempo de sorprender al último. Me encontraba algo cansado de los otros cuatro, y la noche sin dormir empezaba a hacer mella en mí... <<...¿Y si ha salido ya hacia el colegio...?>> Era un riesgo que debía correr. No podía ir hasta la escuela y volver desde allí para encontrarme con él. Eso podría ser más peligroso. <<Si hoy no lo cojo, habrá más días...>>

Me iba a poner en el lugar que había planeado, cuando: “¡Aaaahhh!” Una señora mayor se cayó, justo delante del portal, y parecía haberse hecho mucho daño. Era muy arriesgado ayudarla, pero... no había nadie más allí, y... si Hime supiera que no la había ayudado, no se sentiría nada orgullosa de mí, todo lo contrario. Finalmente salí de mi escondrijo y ayudé a la mujer.
¿Se encuentra bien...?”
Ay, ay, ay... Gracias, jovencito. Tengo ya muchos años y no estoy para estos trotes...”
El portal se abrió.
El portal se cerró.
Unos ojos dementes, inyectados en sangre, me miraron. Llevaba el rostro tapado excepto los ojos, pero sentía que podía reconocerme. El matón que le hizo eso a Hime, el peor de todos, ahí estaba destripándome con la mirada penetrante, como viendo hasta lo de dentro de mis huesos. Sonriendo en una mueca aterradora me golpeó en el estómago, la señora y yo caímos al suelo. Me pisó, me pateó, luego me cogió, me zarandeó, me arrojó como un trapo... Ya estaba todo perdido. Las fuerzas me estaban abandonado. No era tan fuerte como para protegerla. Por qué... por qué ella tenía que sufrir, un ser tan bello... por qué... lágrimas turbias de ira ensuciaban mi ropa, el suelo, marcaban el territorio de la masacre.

Mientras estaba siendo despojado de mis últimas esperanzas un ruido seco sonó, y el matón se dio la vuelta. ¡La señora lo había golpeado con la cachaba que llevaba! Sin dudarlo, él fue a por ella como un gorila ciego y enfurecido, y sacando fuerzas de... (jamás sabré de dónde las saqué) cogí mi porra y lo golpeé, con toda mi voluntad, directo en la nuca. Cuando cayó al suelo desmayado ya no quedaba en mí odio, ni deseo de venganza, ni nada. Me avergonzaba ser consciente de que tan sólo el miedo a morir me había sobrecogido al final. No era quien ella merecía, no era quien podría cuidar de ella. Lesioné su cuerpo con fuerza y caí sobre mis rodillas, con lágrimas de impotencia.

Señora, ¿se encuentra bien...?”
Sí, chico, muchas gracias por protegerme.”
Pero si yo no... yo no puedo proteger a nadie.”
Y en mi mente resonaban las palabras de Ulises: <<Debes ser frío, despiadado y metódico, no puedes distraerte de tu objetivo por ninguna razón, o podría costarte caro>>.
Una lección amarga, contrastada con otra más dulce. Por ayudar a la señora el matón me había cogido desprevenido, pero a cambio ella me había ayudado a mí... Y como resultado, ahora estaba con el cuerpo destrozado, lleno de golpes y magulladuras. Pero... <<Pero... Hime estaría orgullosa de que la ayudé...>> No. Nada servía. Ayudar a la señora en aquel momento y lugar había sido un error. No buscaba que ella estuviera orgullosa de mí... para nada, podría convertirme en el ser más despreciable del universo, sólo por su bien.

Eran las 8:56, y estaba vestido con toda la ropa negra, el pasamontañas y hecho unos zorros. Sería prácticamente imposible que no sospecharan de mí con esas pintas.
Señora... “
¿Sí, jovencito?”
Necesito un favor, uno muy importante.”
La anciana me dejó ropa que tenía de sus nietos, era ropa casual que me serviría muy bien para poder disimular. En cuanto a las heridas en mi cara, me puso algunas tiritas, y como casi nadie hablaba conmigo en el colegio seguro que nadie me preguntaría qué me había pasado.

Cuando salí de su casa ya eran las 9 pasadas, no iba a llegar a tiempo. Corrí con todo el cuerpo muy dolorido, el sudor hacía que las heridas me escocieran más. Llegué a la escuela jadeando como un perro, pero ya dentro fui andando intentando disimular (como que llegaba tarde por dejadez ese día, o algo así...) Subí tranquilamente a mi clase, y al llegar vi unas letras grandes en la pizarra: 'PROFESOR AUSENTE', y debajo: :'ESTUDIO LIBRE: LEER PÁGINAS 35 Y 36 DEL LIBRO'. Di gracias a dios, en un suspiro que hizo que algunos se dieran la vuelta a mirarme, y saqué el libro de mi pupitre.

Las demás clases fueron como siempre, con la peculiaridad de que me quedaba dormido algún rato en todas ellas. De todas formas nadie me hacía caso, lo que actuaba a mi favor esta vez. Cuando acabaron me fui a casa a descansar, no quería nada más que dormir. Pero Hime querría verme, estaría preocupada por lo que le dije el día anterior, y por cómo actué. ¿Y cómo se suponía que iba a ir a verla, con mi rostro magullado, con mis manos llenas de heridas, empapadas en odio y venganza? No sabía nada... Tan sólo me desplomé el la cama víctima del cansancio. Ya no podía pensar. Últimamente no veía mucho al mayordomo... No sé por qué llegó esa idea a mi entubiada mente. Y a continuación me quedé dormido.

Me desperté con la baba colgando, la almohada empapada, y sintiéndome desorientado. Un apetitoso olor flotaba en el aire; el estómago me rugió, no había comido nada desde el desayuno. Fui a la cocina, y al parecer el mayordomo había hecho la comida. <<Es verdad, tengo la sensación de que este mayordomo cada vez está menos por aquí...>>
Sin reflexionar más sobre el tema me puse a comer como un animal muerto de hambre. Había soñado que era un apicultor que cuidaba abejas, y me ponía una especie de escafandra... Y de pronto recordé que debía ir a visitar a Hime... Pero no podría ir, no podría ir a menos que... <<¡Claro! ¡Mi sueño!>> En cuanto acabé de comer me duché y fui al hospital. Pasé por una farmacia y compré unos guantes de goma. Luego por una tienda de equipación especial de trabajo, y allí conseguí una máscara especial para gases tóxicos y cosas por el estilo.

Me lo puse todo y llegué con ese aspecto al hospital. Subí a la planta de Hime, y las enfermeras que la cuidaban se me quedaron mirando:
¡Hey! ¿Dónde crees que vas?”
Hola, soy Kotaro, el amigo de Hime, y vengo a visitarla...”
Pero... “y esas pintas que llevas? ¡Esas no son formas de entrar en un hospital!”
...”
Por favor... necesito entrar así... Compréndalo...”
¡Nada, fuera máscaras!”
Una de las enfermeras me la arrancó, y vieron mi rostro maltrecho.
Dios mío... ¿Qué te ha pasado?”
Por favor... No le digan nada a ella... se lo suplico....”
Ya te vale, estos chavales se meten en cada lío... Está bien, vete con las pintas que quieras. Te seguiremos el juego, pero no la líes demasiado.”
¡Gracias!” Hice una reverencia en señal de agradecimiento extremo.
En esta postura una de las enfermeras me dio una palmada en el culo: “¡Venga! Tira para adentro, antes de que me arrepienta...” En mi cuerpo herido aquel leve cachete causó dolor, pero disimulé para no preocuparlas más y crear un verdadero problema.

Con el impulso de aquel azote llegué hasta la puerta de Hime y la abrí. Ella miró a 'lo que fuera que estaba entrando' con los ojos muy abiertos, en una expresión de desconcierto.
¡Socorrooo!”
¡No, Hime, tranquila! ¡Que soy yo, Kotaro!”
¿Ehhhh? ¿Y qué haces con esa máscara...? ¿y con esos guantes?”
Pues es que...”
¿Es que... qué?”
Es que... he cogido un virus muy contagioso, y tengo que ir con esta máscara y estos guantes para no pegárselo a nadie.”
¡Ahhhhhh!” Casi se quedó sin aliento.... “¿De verdad? ¿Y estás muy enfermo? ¿No te vas a curar?”
Sí, tranquila, el virus sólo dura un día.”
<<Menuda trola. No sé si se creerá esto...>>
La niña me miró incrédula, guiñando un ojo...
¡Emergencia...!” Entraron las enfermeras, en el momento oportuno:
¡Emergencia! ¡Hay un virus muy contagioso en la ciudad! ¡Jovencito, ni se te pase por la cabeza quitarte esa máscara, no queremos más infectados!”
Yo me cuadré como un soldado y saludé: “¡Sí, señora!”
Intercambiamos unos breves guiños antes de que dejaran la habitación: “¡Así me gusta, soldado!”

Ahora sí parecía que se lo había tragado. Estuvimos un rato hablando, y jugamos a algunos juegos.
Ah, por cierto...” Hime pareció acordarse de algo.
¿Sí...?”
¿Qué tal el examen?”
<<¡Maldita sea! Había olvidado por completo que le dije lo del examen...>> Yo que estaba embobado y feliz pasando mi tiempo con ella, había bajado la guardia.
Pues... pues... se ha suspendido...”
¿Que lo has suspendido?”
¡No, no! Que se ha aplazado, debido a la epidemia del virus.”
Pero, y ese virus, ¿es muy grave?”
No, nada preocupante. Tan sólo causa algunos síntomas como que, de repente, sientes un deseo irremediable de abrazar y besar...”
¡¿Cómo?! ¿Y vas por ahí besando y abrazando a todo el mundo? ¿Incluso a la profesora vieja que te gusta tocarle el culo?”
No, hay un medicamento que han repartido esta mañana en el colegio, que disminuye los síntomas. Es cierto, es la hora de tomarlo...”
Lo tenía todo planeado desde el principio, de modo que me había traído una pastilla de caramelo fingiendo que era la medicina. La saqué de mi bolsillo para que la viera, antes de tomármela.

Hime miró a los lados, como un poco nerviosa, y luego clavó sus ojos en mí, como si pudiera leerme como un libro abierto.
Y, a parte de esos síntomas, ¿tiene alguno más grave...?”
No, ninguno más...”
Entonces...” Se puso un poco colorada.
Eh...?”
Entonces... no la tomes.”
Pero, el virus...”
Puedes tomarla cuando salgas de aquí, ¿verdad?”
Ah, sí...”
Pues no la tomes ahora.”
Parecía haber ganado confianza, ya no estaba tan avergonzada. Ella ganaba, así que guardé el caramelo de vuelta en mi bolsillo.

No sé si realmente Hime tiene la capacidad de leerme el pensamiento, o qué, pero di gracias al cielo miles de veces porque aquello pasó. Sin tener que contener mis sentimientos me abalancé sobre ella, la abracé muy fuerte y la besé en la frente con mi máscara, luego ella levantó la cabeza de pronto y mi beso aterrizó en sus labios.
Aquello se veía realmente cómico, besándola con mi máscara como si fuera una especie de extraterrestre, ja, ja, ja... Bueno, técnicamente, más que besarla 'restregaba mi máscara contra su cara', como un cerdo buscando trufas, ja, ja, ja...
No podía contarle lo que había pasado ese día, pero al menos... al menos ella me consoló.
... ¿por qué lloras...?”
No te preocupes, es otro síntoma del virus, del que no te había hablado...”

Se hizo tarde, y me tuve que ir.
¡Kotarooooo!”
¡Sí, señora!”
No olvides tomar la medicina antes de salir...”
A la orden.”
Saqué la pastilla de mi bolsillo, levanté ligeramente la máscara y me la metí en la boca.
La niña ahora tenía muy buena cara, y debo decir que yo, debajo de la máscara, también. Al salir de la habitación les di las gracias a las enfermeras apropiadamente.
No hay de qué, pero cuídate esas heridas.”

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 15


Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Cambios en los comentarios (y más...)

Pues nada, quería avisar de que a partir de ahora todos los comentarios serán moderados antes de permitir su publicación. No es por nada, sólo quiero evitarme spam. Eso sí, no hay capchas y ese tipo de cosas molestas. Y sí, admito las críticas aunque sean negativas, siempre que no se hagan en tono ofensivo.

Por lo demás, sé que el blog lleva un tiempo paradillo, pero ha sido inevitable. Una historia sólo debe escribirse cuando fluye. De modo que cuando la siento artificial o demasiado magreada por mi mano, dejo de escribir y punto.

En cuanto a aquéllos que seguís el blog, MUCHAS GRACIAS DE TODO CORAZÓN. Hago esto porque me gusta y por ese motivo no quiero escribir cosas artificiales, sino relatos que flotan en el aire que respiro y a los que yo tan sólo doy forma. En cuanto a mi forma de escribir, sé que no es la más correcta, o la más académica, o... lo que sea. Yo escribo así, a ratos, apasionadamente y a veces sin sentido. No escribo para nadie, sólo disfruto del proceso. Si además alguien disfruta con ello, me haréis doblemente feliz.

Es por eso que no pediré disculpas por los retrasos en los capítulos, su ritmo errático y otras tantas corrientes de convección en este pequeño universo. 

Para los seguidores de "El Alma del Gladiador" diré que quiero sacar el capítulo 14 pronto, siempre contando con circunstancias que no puedo controlar, especialmente las que he explicado antes. Ese relato me trae una nostalgia especial; vamos, que me encanta. Recuerdo que inicialmente fueron cuatro páginas de borratajos den un cuaderno tamaño folio, plasmando el nacimiento de una historia corta y sin pretensiones. Y hoy por hoy no es pretenciosa tampoco, jaja, no. Pero ha ido cambiando con cada frase cargada de tensión, de pasión, de emoción. Ha tenido momentos mejores y otros peores. Pero lo más asombroso es que el caballo ha escapado de las riendas, y ha tomado vida propia. Impredecible como toda historia debería ser al leerla y escribirla, llena de cambios, palpitante. Al principio tenía claro su guión, como si fuera algo mecánico. Ahora no sé cuantas vueltas dará, hasta que no la escriba. 

Aquí se despide el egocéntrico dictador de este pequeño universo llamado "Como las ondas sonoras". Ahora ya sabéis el porqué del nombre: Los relatos vibran como las mismas ondas sonoras, y son cambiantes y efímeros como ellas. ¿Que eso no ocurre en la realidad, que sólo soy un soñador? Está bien para mí serlo, dejemos que sólo ocurra en este pequeño rincón. Que cada vez que leamos vibremos desde la coronilla al dedo gordo del pie; que vivamos intensa cada historia, cada vibración. A cambio yo pondré todo de mí una vez más... en las letras que aquí leerás.

Un abrazo a todos mis lectores, deseo que disfrutéis tanto leyendo como yo escribiendo. Y MIL GRACIAS por vuestra paciencia y por lo que sea que sentís al leer mis relatos. Nos leemos.

domingo, 2 de junio de 2013

La sonrisa de una oruga

Entre mis torpes manos cogí una pequeña oruga. Lenta, torpe y regordeta; verde como la hierba que la rodea, suave y sedosa al tacto cual vestido de princesa. Bajo al nivel del suelo para que pueda volver a su hogar, pero no lo hace. Soplo sobre mi palma para espantarla, pero es inútil. Y en sus ojos de insecto una mirada profunda como de súplica, clavándose en los míos. Yo, en otro tiempo vanagloriándome de mi condición humana, ahora quiebro la oxidada armadura de mi corazón ante este pequeño ser.

Tan bello como efímero, tan verde como un brote joven, tan suave como la bruma si se pudiera tocar. Viene conmigo, a mi casa, recostada entre mis dedos. Podría pulular libremente por mi habitación, pero ella sólo me observa. Con esos ojos, profundos y simplones, de color negro azabache. Me produce tal empatía mi pequeña amiga que comienzo a contarle historias, hablando por lo bajo, como secretos que sólo se oirán entre nosotros dos. Y creo alucinar: Asomando en el borde de uno de sus diminutos ocelos se halla una gotita; lo que para otro sería una casualidad, una gota de agua caída de cualquier lado, en mis retinas se refleja como una lágrima.

La pequeña oruga comienza a contorsionarse con una cadencia mágica, que parece hipnotizarme. Quedo semiconsciente, soñoliento, embobado por su baile. Finalmente el sueño gana la batalla y caigo rendido. En mi sueño ella puede hablar, la oruguita que suavemente acariciaba mi mano me dice cosas; me explica que no es cualquier oruga, sino que tiene un poder mágico. Que ha sacrificado mucho, sólo para venir a estar conmigo. Que ella sabe quien soy yo, aunque yo a ella no la conozca.

Me cuenta viejas leyendas de otro tiempo, en que ella era distinta. En que el mundo era diferente. Cuando todo era más sencillo, se vivía más despacio, las personas eran más humildes... Y ella reinaba. Soberana absoluta de todo lo que podía ver, de todo cuanto abarcaba el horizonte. Una emperatriz que irónicamente vivía encerrada en un claustrofóbico y absurdamente pulcro palacio. Una deidad en la tierra, un ser adorado por todos, pero tan solitario como una pluma de gaviota arrastrada mar adentro. Sin conocer nada, sin hablar con nadie... Sólo manteniendo la imagen de la absoluta divinidad que le atribuían.

Soledad absoluta, más agravada si cabe por estar rodeada continuamente de personas, de sirvientes, que la veían como una extraña. Con miedo, con temor como los fanáticos de un dios.
Tan sólo había unos ojos sinceros, que la desnudaban de todas sus banales filigranas: La pequeña oruga que encontró en el jardín; sus ojos, negros y profundos como oscuros pozos la vieron tal como era, la supieron despojar de una imagen de dios forzada sobre un mero ser. En secreto acudía cada día al jardín para encontrar a su pequeña amiga, que volvía a verla con su involuntaria sinceridad. 

caminaba por su piel siendo con mucho la única criatura que conocería las suaves dunas de su piel, y la única que le daría a conocer las cosquillas, el tacto, la calidez del contacto con otro ser...

Por alguna razón aquella oruga era un caso especial, y no murió en poco tiempo ni se convirtió en mariposa. La emperatriz guardaba con recelo la relación con su pequeña amiga, siendo el único aliento que daba calor a su olvidado corazón.

Pero un día...

Segaron el jardín.
Lo cortaron todo.
Quitaron las flores.
Cortaron la hierba.
Lo aplastaron todo.
La emperatriz sintió cómo se rasgaba su alma en tiras, como si metieran su corazón en una trituradora de papel. Y por el otro lado salía la imagen de ella... desamparada, desesperada, mirando al cielo, esperando que una lluvia torrencial arrastrara el mundo lejos donde no alcanzara su conciencia.

Ella desapareció. Y nunca más se supo de su paradero; hoy viene aquí la pequeña oruga y busca mi calor como desesperada. ¿Por qué yo? ¿Le serviría cualquiera? ¿Acaso fue una casualidad?
Mientras me pregunto esto ella trepa por mi brazo, hasta llegar a mi hombro. Entonces me susurra al oído: "Fuiste tú..." Algo hace un clic en mi cabeza, como algo que se desbloqueó, algo que no quería recordar.

Fui yo, y nadie más que yo, el que cortó la hierba ese día, el que aplastó todos y cada uno de los sueños de la joven emperatriz. Sí, a eso ha venido, a reprenderme... 
No. No ha venido a eso. Sino a unirse a mí, a redimir mi culpa y curar su eterno sufrimiento. Nos fundimos en uno víctima y verdugo, principio y fin, causa y efecto. Mi emperatriz eligió permanecer conmigo en esta vida. Yo, a cambio, la usaré como mero pretexto para expiar mi culpa y buscar su felicidad. ¿Crees que una oruga no puede sonreír? Te aseguro que lo hará... tan seguro como que nunca segaré mi jardín.
 
Creative Commons License
La sonrisa de una oruga by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

domingo, 19 de mayo de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 13

“¡Ulises! ¿Estás ahí...?”
“Sí, sigo aquí.”

Al igual que un perro maldice la correa que tira de él, maldigo el destino que nos arrastró a mi Hime y a mí. Y maldigo al autor que me da vida por capricho, de forma irregular y errática...

“...”
“Si tienes tanto dinero... ¿has pensado en contratar un guardaespaldas?”
“Sí, lo pensé. Pero no la dejaré en manos de ningún otro. Algo tan valioso como mi Hime... sería incapaz de dormir pensando que un extraño la vigila y la persigue, que no se preocupa por ella y la protege sólo como parte de su trabajo. Si alguna vez le ocurriera algo, el guardaspaldas simplemente podría pensar 'vaya chasco, buscaré otro trabajo' o algo así.”
“Lo que me estás pidiendo puede cambiar completamente tu vida... sabes que puedes acomodarte y vivir fingiendo que no sabes nada...”
“¡Mierda!” las lágrimas ardían en mis mejillas: “¡Se me va a morir la mejor parte de mí! Si no puedes entenderlo, entonces perdona las molestias, buscaré otra persona y sin rencores... Pero por favor no digas eso...”

“...”
“Debo decir que admiro tu determinación” <<o tu desesperación>>, debía pensar. “¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? Tengo un oscuro pasado, yo no soy trigo limpio. Si te involucras conmigo puede que tengas problemas, y una vez que comiences no habrá vuelta atrás. Jamás.”
La forma en que lo dijo era intimidante. Tal vez estaba intentando disuadirme de un camino a su juicio demasiado tortuoso para mi corta edad. Pero para mí no era así. Estaba nervioso y acelerado, como si fuera a nacer de nuevo, como si fuera a romper los barrotes de mi jaula de seguridad y presentarme desnudo frente al mundo.
“¿Me admiras? Tengo tanto miedo... y soy tan egoísta... Sólo quiero custodiarla porque la necesito para vivir, porque si su luz se apaga no habrá un futuro para mí. Sólo soy un cobarde que necesita un arma. Si para obtenerla tengo que involucrarme donde quiera que sea lo haré, pero nunca la involucraré a ella. De verdad es lo que quiero; no, de verdad es lo que necesito. Como ya te dije, el dinero no es problema...”

“No quiero tu dinero. Si acaso decidiera entrenarte, sería algo puramente vocacional. Te lo preguntaré por última vez. ¿Estás totalmente seguro de abandonar tu vida normal a tus 7 años y convertirte en una 'máquina de matar'?” Remarcó fuertemente las palabras 'máquina de matar'.
“¿Matar? Pero yo creí que tú enseñabas a pelear, a defenderse, a...”
“No te equivoques, chico. Yo sólo enseño a luchar... a muerte.”
Me sorprendí, aquello no era lo que había pensado.
“...”
“...”
Pero...
“Por favor te lo pido, conviérteme en lo que sea que pueda protegerla. ¿Una máquina de matar? Eso mismo me vale, comprometeré mi vida y mi futuro, haré lo que me pidas sin rechistar...”
“De acuerdo, ya no insistiré más. Mañana ven a mi casa después de clase. Si a las cinco de la tarde no estás por aquí, entenderé que te has echado atrás. Te daré a probar un poco de lo que has elegido.”

Al colgar el teléfono me quedé pensativo. Aquello era un lío muy gordo, demasiado gordo para un niño tan pequeño. Tan gordo que ahora sí, de verdad debería alejarme de mi Hime para no meterla en él. Era algo que yo, y sólo yo, había elegido... y que volvería a elegir otras seis veces más por ella, si fuera un gato.
Pero la había besado. Pero su rostro lleno de lágrimas, su preocupación por verse hermosa ante mí, me estaba partiendo el alma. ¿La dejaría sola después de verla así, con sus aflicciones, con la visible dependencia que tenía hacia mí? (Dicho sea de paso que la mía hacia ella podía ser aún peor...)
El pecho me apretaba, como si fuera a vomitar el corazón en cualquier momento. Sentía que las cosas estaban comenzando a girar en un remolino que me absorbía.

El día siguiente fue de lo más normal, considerando que Hime ya no estaba en mi clase. Tuve la suerte suficiente para no tropezar con los matones ni a la entrada ni a la salida del colegio, lo que fue de agradecer para mí; me hallaba en una situación tan inestable que ni siquiera podía intuír qué ocurriría si nos encontrásemos cara a cara. Me sentía con remordimiento, por no poder ir a visitar a Hime al hospital esa tarde, más aún si cabe sabiendo que ella me estaría esperando. <<Quién sabe, tal vez más tarde, después de estar con Ulises, pueda ir a verla.>>

Faltaban escasos minutos para las cinco de la tarde, y ahí estaba yo, junto al portal de Ulises, mordiéndome el labio inferior. Él había dicho 'si a las cinco no estás aquí será como que te has echado atrás', o algo así. Tocar el timbre del portero automático significaría dar el paso, dejarlo todo atrás... ¿de verdad mataría a alguien? ¿un niño rico y acomodado como yo, un flojeras que nunca había dado un palo al agua, y no poseía ninguna habilidad remarcable? <<salvo ser abusado por otros, claro... Ah, y... HACER FELIZ A HIME. ÉSA ES MI HABILIDAD.>> La imagen de ella me produjo un flash, de todo lo que había ocurrido, de todo lo que había sufrido. Y de todo lo que iba a sufrir si alguien no la salvaba. <<Mi Hime convertida en un vegetal, sin sonrisa, sin vida en sus ojos...>>

Toqué. Apreté fuerte el botón, como sellando mi destino en ese preciso instante. <<Lo que sea que tenga que hacer, SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>
“¿Sí?”
“Hola, Ulises, soy Kotaro”
“Ya veo. Espera un momento, ahora bajo.”
En pocos instantes estaba saliendo por el portal. Traía un perro pastor alemán con una correa, lo que me extrañó pues no sabía que tuviera mascotas; pero no dije nada al respecto.
“Así que has decidido venir. Vale, no intentaré disuadirte más, pero deberás superar unas pruebas si quieres que te entrene.”
“¿Pruebas? Pero yo no sabía que...”
“No debías saberlo. Éstas son pruebas sorpresa, no tendrían sentido si te hubieras entrenado para ellas. Acompáñame, iremos a un sitio para hacerlas.”

Pensé que no debía ser un lugar muy lejano, teniendo en cuenta su cojera. Y efectivamente, se trataba de una campa escondida entre maleza, muy cercana al edificio pero bien resguardada de las miradas ajenas. Ulises se sentó pesadamente en una roca: “Aaayy. Van a ser tres pruebas: Determinación, sangre fría e instinto asesino.”
“...”
“Primera prueba: Da un puñetazo a esa roca, con todas tus fuerzas.”
“Pero si hago eso me romperé la mano... y no podré luchar ni hacer nada...”
“Bien, si no te sientes con ganas podemos dejarlo aquí...”
Me dejó perplejo con semejante petición. Tal vez me estaba probando, o tal vez seguía pretendiendo que desistiera, o... <<Hime...>> Tomé carrerilla y fui contra la roca: “¡Aaaaaahhhhh!”, lancé el puñetazo más fuerte que nunca podría haber dado. <<Adiós a mi mano, a mi brazo, a todo...>> Cuando: '¡crackksss!' la roca se hizo pedazos y la atravesé con mi puño. Un montón de bolitas flotaron en el aire... Sólo había una explicación: ¡La roca era de poliespan!
“¡Jajajaja...!” Ulises berreó con una risa demente: “Muy bueno, chico, muy bueno...”
“¡Me has engañado! ¡Yo estaba dispuesto a quedarme manco!”
“ESO es la determinación, chico. Que no se te olvide.”

“Segunda prueba: Quédate parado aquí delante, y no te muevas un milímetro. Si te mueves habrás fallado la prueba.”
Fui a donde me decía y me quedé quieto. “¿Sólo eso? ¿Tan fácil?”
“No, espera. Debes permanecer quieto, recuérdalo.”
Cogió un palo que tenía a mano y golpeó al perro. Pensé que era un desalmado, pobre animal, no había hecho nada. Lo golpeó varias veces y, gradualmente, el perro se fue enfadando. En poco tiempo estaba enseñando los colmillos, gruñendo y echando espuma por la boca. Era realmente amenazador, pero no cerré los ojos. No podía moverme ni un poco.
Manejó la correa y la enredó a mi alrededor, haciendo que la fiera se colocara detrás mío. Desde un lado siguió golpeándolo con el palo.
Tenía miedo. Y no podía correr, no me podía marchar. Me iba a morder, seguro que me iba a morder, y no debía hacer el mínimo sonido o movimiento. Debía soportarlo...

Me mordió. Varias veces en la parte de atrás de las piernas, alguna vez en el glúteo. Notaba cómo la agitada sangre empapaba mi pantalón en una mezcla con saliva.
Finalmente apartó al perro: “Bien, chico. Vas bien. Sólo te queda una prueba.”
Al oírlo solté aire de golpe y me derrumbé, tocándome las pantorrillas y muslos con dolor, respirando tan aceleradamente como un tren de vapor a toda máquina.

La última prueba era algo de 'asesinar'... <<No me mandará...>> Sí, me mandó lo que más temía.
“Tercera prueba: Mata al perro.”
“Pero... ¿Qué culpa tiene el perro de nada? ¿Qué tiene él que ver en todo esto?”
“¡A callar! Esto es lo que has elegido, tendrás que matar a muchas personas, no perros, que no habrán hecho nada malo. Si no eres capaz de hacerlo, aquí mismo hemos acabado.”
Me tragué mis réplicas y mis excusas para no enfentarme al enfadado animal: <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>
“Vale, lo haré.” Al tiempo que lo decía pensaba que aquel hombre era mucho peor de lo que había imaginado, alguien que debía haber vivido en un infierno y que me lo iba a hacer vivir a mí.
“De acuerdo, empezamos. Prepárate.” Ulises cogió al perro por el collar y soltó el mosquetón de la correa.
“¿Puedo utilizar armas, verdad?”
“Así es.”
Sin decir nada más cogí una piedra de un tamaño medio, que podía lanzar con suficiente velocidad, y que a la vez era lo bastante contundente para tener algún efecto en la víctima.
“¡Ahí va!” Soltó al animal y le dio un par de golpes; ahí venía, hacia mí, hecho una fiera. Con todas mis fuerzas le lancé el canto contra la cabeza, apuntando a la nariz. Un agudo chillido penetró mis oídos, y el perro retrocedió unos metros. Luego vino a mí, aún con más cólera, pero ya tenía otro proyectil en la mano y repetí la acción. Esta vez se cayó al suelo.
Al segundo golpe ya parecía malherido, y no vino a por mí más. Se levantó con cierta dificultad y se dió la vuelta, huyendo torpemente de mí. Con lágrimas en los ojos y una lanza de culpa atravesándome el pecho lo perseguí, con una tercera piedra, y golpeé su cabeza hasta que dejó de moverse. <<SI ES POR HIME ESTÁ BIEN>>, me repetía, mientras subía y bajaba la herramienta de mi asesinato. Al final sólo pude romper a llorar como un niño pequeño, como la primera y única vez que pude salvar a Hime de los abusones, pero esta vez no existía alivio. No había una buena razón para hacer lo que hice, simplemente tuve que hacerlo.

“Enhorabuena, chaval. Lo has conseguido. ¿Cómo te sientes, 'máquina de matar'?”
Encima se lo tomaba a broma... Me di cuenta, definitivamente, de que Ulises estaba loco de atar.
“¿Cómo me siento? Ehh... ¡Arrggghhhh...!” Vomité allí mismo, delante suyo, para su disfrute. Él se lo estaba pasando en grande: “Vale, no me lo digas, ¡jajajaja...!”
“Vamos chico. Ven a mi casa, te curaré las heridas. Mañana empezaremos con tu entrenamiento.”

Cuando salí de allí eran un poco más de las siete de la tarde. Me daría tiempo a visitar a Hime en el hospital, pero no tuve valor. Después de lo que acababa de hacer, verla, mirarla a la cara... me sentía incapaz. Temía que si en ese momento me acercara a ella ensuciaría su pureza; con mis manos sucias de sangre... y con mis ojos sucios de muerte.

Al día siguiente mi 'profesor' me estaba esperando en la campa, después de la escuela. Yo estaba impaciente por aprender a pelear, pero me llevé el primer chasco.
“Primero debes aprender a percibir el mundo que te rodea, con todos los sentidos...”
Yo ni siquiera sabía que eso se pudiera hacer. Me llevó más tiempo del que hubiera esperado, ya que creía que sería algo muy simple y sin importancia. Pero estaba equivocado. El maestro, diligentemente, me encargaba 'deberes' para casa. Y me advertía: “Si no haces los deberes no te molestes en venir, ya que no te seguiré enseñando hasta que los hayas terminado.”

Al menos el entrenamiento me dejaba el tiempo libre suficiente para ir a ver a mi Hime. Ya sus heridas iban mejorando, poco a poco. No se había vuelto a maquillar más días, desde que la 'pillé'. Recuerdo que el día siguiente de las pruebas fui a visitarla...
“Holaaaaa... ¿Cómo está mi enferma favorita?” <<Ay, dios, vaya papos más gordos... esto va a ser complicado...>>
“¡Jo! ¿Por qué no viniste ayer? ¡Me dejaste aquí sola, olvidada y abandonada...!”
“Bueno, es que tuve que hacer algo...”
“Ah, ¿sí? ¿Y qué fue eso tan importante para que te olvidaras de mí?”
“Eh... esto... tenía que...”
“¿Tenías qué...?” Ella ladeaba ligeramente la cabeza y elevaba un poco la mirada, en un gesto muy expresivo que inquiría mis excusas. De ninguna manera podía decirle lo que había pasado el día anterior, ni mucho menos mis planes para cuidar de ella 'en la sombra'... ¿Y qué le iba a decir? Tenía que inventarme algo; algo bueno que no la hiciera sospechar...

“Eh... ¿recuerdas el castigo de barrer toda la clase? Ayer hice enfadar a la profesora, y me tuve que quedar limpiando hasta la noche.”
“Y... ¿qué hiciste?”
Ésa era la peor parte. Debía sacarme algo medianamente coherente de la manga. Ese castigo era especial, no te lo pondrían por algo leve como quedarte dormido en clase.
“Pues...”
“¿Y bien?”
“Le toqué el culo a la profesora.”
“¿QUÉEEEEEEEE? ¿Pero cómo pudiste hacer eso? ¿O sea que te dejo solo dos días y te vuelves un pervertido de lo peor? ¡Y para colmo te gustan las viejas!”
“No, si no lo hice a posta...”
“¿Ah, no? ¿Y entonces qué pasó, tu mano se movió sola?”
“No exactamente... Es que tenía una mosca.”
“¿Una mosca?”
“Sí, tenía una mosca en el culo y la intenté matar.”
Hasta yo mismo podía darme cuenta de que semejante historia no la creería nadie. Era absurda... Mi rostro reflejaba desesperación, no era bueno mintiendo pero tampoco podía dejar que ella lo supiera... No sabía ni qué decir, ni a dónde mirar. Sabía que no podía engañarla. No a ella; me conocía demasiado.
“Ah, ya veo. ¿Y conseguiste matar a la mosca?”
Pude ver un matiz de comprensión en su mirada. Me estaba 'perdonando la vida', fingiendo que se había tragado la enorme patraña...

“No, encima se me escapó, pero toda la clase rompió a reír diciendo que 'la profesora y yo éramos novios', que nos íbamos a casar y no sé qué... Por favor, cuando vuelvas a la escuela no comentes nada sobre el tema o me moriré de vergüenza.”
De pronto, una mirada encendida...
“No te gustará esa vieja, ¿verdad...? ¿Casarte con ella...?”
De seguro ella me estaba siguiendo el juego.
“No les hagas caso, sólo lo decían en clase...”
“Sí, claro, pero has tocado el culo a esa vieja y conmigo ni siquiera lo has intentado...”
“¿Qué murmuras? ¿Decías algo? No he podido oírte bien...”
'¡Toc, toc!' Llamaron a la puerta de la habitación:
“Se acaba el horario de visitas, tienes que irte ya.”
“Entendido, enseguida salgo”.
“Jo, Kota, no te vayas...”
“Mañana vengo otra vez, te lo prometo.”
“¿Pero por qué vienes tan tarde? ¡Antes venías nada más acabar las clases!”
“Eso... eso ya te lo explico mañana, ahora no hay tiempo.”
Sus papos estaban otra vez como dos globos apunto de estallar.
“Por cierto... ¿qué es eso que tienes ahí?”
“¿Qué? ¿Dónde?”
“¡Ah! ¡Vaya bicho más feo! ¡Es la primera vez que lo veo!”
“¿Ehhh? ¡No! ¡Quítamelo! ¡Rápido! ¡Quítamelo ya!”
“Espera, que lo mato...”
'¡¡Plas!!' Le dí un azote en el culo... que todavía hoy no puedo olvidar, jajaja...
“¡Ahhh! ¡Era verdad! ¡Eres un maldito pervertido! ¡Y no te importa si son viejas o jóvenes! ¡Todas estamos en peligro!”

“Vale, vale. Mañana te veo, entonces...”
Cuando iba a salir por la puerta, ahí estaban las enfermeras de nuevo.
“¡Cuidado! ¡Es un pervertido! ¡Os tocará el culo a todas!”
“No digas eso... Ah, es verdad, esta enfermera tiene un bicho muy gordo en...”
“¡Nooo! ¡Pervertidoooo!”
“¡Jajaja...!” Como por arte de magia olvidé el mal trago que pasé durante las pruebas, y recordé lo que había jurado proteger. <<SI ES POR HIME ESTÁ BIEN>>, aquellas palabras cobraron un significado renovado en mi mente.

“Chico, no sé lo que haces, pero cuando te vas siempre la dejas súper animada...” Dijo una de las enfermeras. A lo cual sólo sonreí: <<Eso, mejor que no sepan 'lo que hago', o estaré en problemas.>> Aproveché la ocasión para preguntar a una de ellas:
“¿Hime tardará mucho en volver al cole?”
“No, puede que unas dos semanas... No seas impaciente, debe reponerse bien de sus heridas.”
“Vale, lo intentaré...”
Me dirigí hacia la salida del hospital, y seguido a mi casa.
Tenía como mucho dos semanas. Eso había dicho la enfermera. Dos semanas para convertir ese colegio en un lugar seguro para Hime, donde no tuviera nada que temer. ¿Y cómo iba a borrar el terror de su mirada? ¿Cómo iba a borrar el terror que sentía por dentro?
El único que me podía ayudar era Ulises, para bien o para mal.

El día siguiente no perdí el tiempo: en cuanto lo vi se lo comenté:
“Ulises...”
Debía olerse algo, porque me miró de lado, con un gesto de sospecha:
“¿Sí?”
“Necesito deshacerme de esos matones, de los que te hablé, antes de dos semanas. O asustarlos de verdad, o lo que sea. Algo que haga que no se acerquen a Hime nunca más.”
“¿Eh?” Ahora mismo, si pienso en la expresión que puso, diría que fue de 'falsa sorpresa': “¿Dos semanas? ¿Pero tú crees que acaso en dos semanas...? Esto no funciona así, muchacho.”
“Te pagaré...”
De pronto se puso muy serio:
“Que sea la última vez que hablas del dinero. Creo que ya te lo dejé claro.”
“Sí, pero...”
Pareció que se aguantaba una contestación más fuerte.
“Podemos hacer un trato: Si me enseñas ahora una técnica para darles una paliza de verdad, luego aprenderé lo que tú me digas y como tú me lo digas.”
“No, chico. El problema no es sólo la técnica. Te falta fuerza, y eso sí que no podemos entrenarlo en menos de dos semanas.”

“Pero entonces Hime...”
“Bueno, todavía hay una forma...”
“¿Sí? ¿Cuál?”
“Puedo entrenarte en lo básico del cuerpo a cuerpo y dejarte un arma. Pero debes cuidar de atacarlos uno por uno. Si alguna vez te topas con dos de ellos juntos, estarás perdido.”
“¿Y con eso crees que dejarán en paz a Hime?”
“¿Sólo con una paliza? Huy, chico. Me temo que no. Tendrás que lesionarlos para que estén algunos meses fuera de la escuela. De esa forma, cuando salgan del hospital tú ya estarás más preparado para hacerlos frente.”
La idea me encantó: “¡Vale! ¿Cuándo empezamos?”
“Ahora mismo”
“¡Bieeen!”
“Pero recuerda, cuando este asunto termine deberás retomar tu 'entrenamiento sensitivo' donde lo dejaste, construir la casa desde los cimientos.”
“Vale, de acuerdo.”
Y así Ulises comenzó a adiestrarme en las técnicas de lucha cuerpo a cuerpo, que según decía él, eran casi todas 'deportivamente ilegales' o algo así.

Cada día que visitaba a Hime, estaba un poco mejor. Eso me subía la moral. Pero en el fondo de sus ojos todavía yacía el temor; eso lo sabía, lo podía ver. Como una flor en la tormenta, ella llegaría a ser la más hermosa. Y yo me aseguraría de que estuviera bien.
El entrenamiento acelerado ciertamente lo era, y acababa exhausto. El calendario avanzaba implacable, y sólo unas pocas jornadas quedaban para que saliera del hospital.

“Mañana no vengas a entrenar. Vete de caza. No lo olvides, tápate la cara con un pasamontañas negro; y lleva ropa poco llamativa, que nunca hayas usado, y que nunca más usarás.”

Luego estuve con Hime...
“Kota, pasa algo?”
“No, ¿por qué piensas eso?”
“Estás nervioso...”
“¿Nervioso yo? Para nada, jeje...”
“Sí, claro; por eso te tiemblan las manos y estás sudando.”
“Es que mañana hay un examen muy difícil...”
“¡Jo! ¿y no me lo dices? Te puedo ayudar con lo que no entiendas...”
“Vale, pero cuando estés bien. Por ahora descansa.”
'Muacks'
“¿Ehh? ¿Qué haces?” Hime se puso roja cuando le besé la frente.
“Estás raro...”
“No digas eso... Es para que se cure antes.”
Entonces la abracé con fuerza.
“¿Kota...?”
“¿También está mal que te abrace?”
“No, pero... Mañana vendrás a verme, ¿verdad?”
“Claro, como siempre. Ya lo sabes.”

Al parecer, ella había captado mi actitud como de 'posible despedida', y lucía preocupada. Me devolvió el abrazo con un sincero ímpetu, como si quisiera aplacar mis nervios.
Cuando abría la puerta para salir de la habitación la observé. Puede que esa fuera la última vez que la viera. Y recité, mentalmente: <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 14


Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.
Free counter and web stats