domingo, 29 de diciembre de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 14

Eran cinco, nada menos. Por suerte conocía aproximadamente el domicilio de casi todos. Esa noche apenas pegué ojo, pero no me sentía cansado. Me levanté a las cinco de la mañana con la sangre helada. Cada paso que diera ese día, cada bocanada de aire que tomara, serían por mi Hime. Por su futuro, por su libertad... y por mi venganza.

Debía cogerlos desprevenidos de camino al colegio. Debía contar con que algunos de ellos fueran juntos; en ese caso tendría que separarlos antes de enfrentarme con cada uno, para tener alguna posibilidad de éxito. Además, para no levantar sospechas, tendría que llegar a clase antes de que empezase, no podía permitirme el lujo de retrasarme ni un minuto. De esta forma conseguiría mi coartada.

Por supuesto, me había hecho un plan de antemano. Acecharía a cada uno a la salida de su casa, por orden de distancia al colegio. Suponía que los que vivían más lejos saldrían antes hacia allí que los que vivían más cerca. Todo parecía tan sencillo como los anuncios de detergentes en la televisión: 'echas un poco de este producto, y la ropa brillante y como nueva...'
Silenciosamente me levanté de la cama, desayuné y me vestí de un color oscuro. A las 6 de la mañana estaba observando la luna, desde mi puerta abierta de par en par. La miraba fijamente con los ojos abiertos como platos, como murmurando para mis adentros una plegaria desesperada. Sólo ella fue testigo de mi ritual: Cogí el arma que me había prestado Ulises, una especie de porra pequeña, y la escondí en mi ropa. La madrugada era fría y despejada, ya amenazaba con las primeras heladas. El aire fresco en mis pulmones me llenaba de optimismo. Aunque el mundo se convirtiera en el peor infierno, aunque hubiera demonios como esos cinco, existía Hime. Ella sola hacía que el universo entero se redimiera y valiera la pena.

Di un paseo de reconocimiento, recorriendo toda la ruta por los puntos clave (las casas de los cinco) hasta la escuela. Por suerte no había nadie. Además, el clima frío era una excusa genial para llevar pasamontañas. Tras esta vuelta llegué a casa del primero de ellos. Eran aproximadamente las 7 de la mañana. El colegio comenzaba a eso de las 9, por lo que había calculado que el primero de ellos saldría como muy pronto a las 8 de su casa. De modo que busqué el mejor punto para tender una emboscada durante una hora, esperando con la carne de gallina y los nervios a flor de piel hasta que el primer matón asomara por la verja. Era una casa baja, lo que facilitaría la labor y evitaría que otros vecinos me pudieran ver.
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7:58...
7:59...
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Parecía que el minuto antes de las 8:00 fuera eterno, los segundos se resistían a marchar y permanecían remolones en la pantalla de mi reloj digital.
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Un sonido de puerta. Una puerta se abrió. Una puerta se cerró. Pasos que se acercan. El picaporte de la verja se gira. La verja se abre como el chirrido de algún ave moribunda...
Unas deportivas, un pantalón de chándal. Una sudadera. Una cabeza, que se gira mientras cierra la verja. Los latidos golpeaban en mi garganta, que luchaba con mi hermética boca por el control de mi voz. Quieto como una estatua, con la piel helada; mi cuerpo era un iglú de hielo, y dentro de él estaba todo lo demás. Vi su rostro de perfil mientras cerraba el picaporte. Era él, sin duda.

Los siguientes segundos (o décimas, ¿quién sabe?) transcurrieron como un sueño momentáneo, de esos que tienes cuando te quedas dormido en la mesa después de comer. Con la porra en la mano, y sin hacer sonido alguno, me abalancé sobre él, que aún tenía la mano puesta en el picaporte. Al mismo tiempo giraba su rostro hacia mí, y seguí los pasos que mi maestro me enseñó. Golpe con todas mis fuerzas en el plexo solar, o en un costado. Mientras se retorcía confuso quebré su cuello y luego un tobillo. <<Seguro que éste ya estará fuera de circulación un buen tiempo>>, silenciosamente me dirigí al trote a la siguiente casa.

Cada uno iba a ser peor que el anterior, de eso no me cabía duda. Al irme acercando al colegio las casas bajas iban dando paso a edificios de pocas plantas, y luego edificios más altos. Donde había tantos vecinos podría tener problemas... Y casualmente el monstruo que dio la paliza a Hime era el último. Pero después de que el primero salió tan rápido y limpio, se me habían subido los ánimos. Tal vez fuera posible, después de todo.

El segundo vivía también en una casa baja, pero estaba adosada y tenía algunos vecinos a los lados. Eran alrededor de las 8:10 cuando me coloqué en el lugar exacto que tenía previsto. Al parecer me encontraba algo más relajado que la primera vez, y me sentía más seguro. De nuevo: Abrir la puerta, abrir la verja, cerrar la verja... <<Espera. La puerta no se ha cerrado...>> Alguien debía estar en la puerta, presumiblemente su madre.
Se cerró. Sigilosamente me acerqué a él por detrás e hice mi trabajo. Fuerte golpe en la mitad de la espalda que detuvo su respiración, y mientras luchaba por recuperar el aliento lo dejé sin conocimiento, y lesioné su rodilla. Nadie podría decir que estaba luchando de forma justa u honrada, pero... <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN>>.

A las 8:20 había llegado a la casa del tercero. La cosa cambiaba mucho aquí, ya no eran casas bajas sino edificios de unas 5 plantas. Aunque ya había previsto un lugar donde me podría colocar al acecho, los peligros aquí eran muchos más y peores. Ya el sol asomaba en el horizonte, había demasiada luz. Salía un hombre de negocios trajeado de aquí, una chica bien vestida de allá... Mientras tanto yo yacía escondido. En este caso no encontré un lugar seguro cerca del portal, de forma que estaba observando desde la distancia.

Ahora se abría su portal... Chasco, no era él, sino un obrero... Y detrás de él... <<¡Bingo!>> Ahí salía mi objetivo. A esta hora ya había demasiada gente por la calle, no había forma de atacarlo en público en un lugar tan abierto... Así que ataviado con mi 'ropa para el frío' lo seguí desde lejos. Dobló un par de esquinas, llegó a otro portal y... Horror. Había ido a buscar a otro de los matones. Ya no podría cogerlos de uno en uno... <<¿o sí...?>>
Casualmente había un vacío providencial en la calle en ese instante, y sin pensarlo, di un rodeo para acercarme por su espalda. Golpe fuerte en la nuca y dos lesiones, y lo dejé sentado en la puerta de luna lonja, a un lado del portal. Yo me escondí en una puerta que estaba al otro lado del mismo.

En pocos instantes el cuarto estaba saliendo por el portal. Llamó a su compinche: “¡Hey! ¿Dónde estás?” A continuación se asomó a la acera y vio las piernas estiradas a un lado. Se acercó hasta allí: “Venga, no seas vago, vamos majo.... ¡Oye! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo...?” Antes de que pudiera decir algo más ya estaba sin aliento por mi imprevisto golpe. Lesioné su cuello y su rodilla, lo que sea que lo alejara de la escuela. Dejé allí mismo los dos cuerpos tendidos y escapé por la esquina más cercana, corriendo por una ruta de callejones poco transitados hacia la última casa. <<Cuatro de cinco, ya son cuatro de cinco....>> A penas podía creerlo.
Ya eran las 8:45, y tal vez no llegase a tiempo de sorprender al último. Me encontraba algo cansado de los otros cuatro, y la noche sin dormir empezaba a hacer mella en mí... <<...¿Y si ha salido ya hacia el colegio...?>> Era un riesgo que debía correr. No podía ir hasta la escuela y volver desde allí para encontrarme con él. Eso podría ser más peligroso. <<Si hoy no lo cojo, habrá más días...>>

Me iba a poner en el lugar que había planeado, cuando: “¡Aaaahhh!” Una señora mayor se cayó, justo delante del portal, y parecía haberse hecho mucho daño. Era muy arriesgado ayudarla, pero... no había nadie más allí, y... si Hime supiera que no la había ayudado, no se sentiría nada orgullosa de mí, todo lo contrario. Finalmente salí de mi escondrijo y ayudé a la mujer.
¿Se encuentra bien...?”
Ay, ay, ay... Gracias, jovencito. Tengo ya muchos años y no estoy para estos trotes...”
El portal se abrió.
El portal se cerró.
Unos ojos dementes, inyectados en sangre, me miraron. Llevaba el rostro tapado excepto los ojos, pero sentía que podía reconocerme. El matón que le hizo eso a Hime, el peor de todos, ahí estaba destripándome con la mirada penetrante, como viendo hasta lo de dentro de mis huesos. Sonriendo en una mueca aterradora me golpeó en el estómago, la señora y yo caímos al suelo. Me pisó, me pateó, luego me cogió, me zarandeó, me arrojó como un trapo... Ya estaba todo perdido. Las fuerzas me estaban abandonado. No era tan fuerte como para protegerla. Por qué... por qué ella tenía que sufrir, un ser tan bello... por qué... lágrimas turbias de ira ensuciaban mi ropa, el suelo, marcaban el territorio de la masacre.

Mientras estaba siendo despojado de mis últimas esperanzas un ruido seco sonó, y el matón se dio la vuelta. ¡La señora lo había golpeado con la cachaba que llevaba! Sin dudarlo, él fue a por ella como un gorila ciego y enfurecido, y sacando fuerzas de... (jamás sabré de dónde las saqué) cogí mi porra y lo golpeé, con toda mi voluntad, directo en la nuca. Cuando cayó al suelo desmayado ya no quedaba en mí odio, ni deseo de venganza, ni nada. Me avergonzaba ser consciente de que tan sólo el miedo a morir me había sobrecogido al final. No era quien ella merecía, no era quien podría cuidar de ella. Lesioné su cuerpo con fuerza y caí sobre mis rodillas, con lágrimas de impotencia.

Señora, ¿se encuentra bien...?”
Sí, chico, muchas gracias por protegerme.”
Pero si yo no... yo no puedo proteger a nadie.”
Y en mi mente resonaban las palabras de Ulises: <<Debes ser frío, despiadado y metódico, no puedes distraerte de tu objetivo por ninguna razón, o podría costarte caro>>.
Una lección amarga, contrastada con otra más dulce. Por ayudar a la señora el matón me había cogido desprevenido, pero a cambio ella me había ayudado a mí... Y como resultado, ahora estaba con el cuerpo destrozado, lleno de golpes y magulladuras. Pero... <<Pero... Hime estaría orgullosa de que la ayudé...>> No. Nada servía. Ayudar a la señora en aquel momento y lugar había sido un error. No buscaba que ella estuviera orgullosa de mí... para nada, podría convertirme en el ser más despreciable del universo, sólo por su bien.

Eran las 8:56, y estaba vestido con toda la ropa negra, el pasamontañas y hecho unos zorros. Sería prácticamente imposible que no sospecharan de mí con esas pintas.
Señora... “
¿Sí, jovencito?”
Necesito un favor, uno muy importante.”
La anciana me dejó ropa que tenía de sus nietos, era ropa casual que me serviría muy bien para poder disimular. En cuanto a las heridas en mi cara, me puso algunas tiritas, y como casi nadie hablaba conmigo en el colegio seguro que nadie me preguntaría qué me había pasado.

Cuando salí de su casa ya eran las 9 pasadas, no iba a llegar a tiempo. Corrí con todo el cuerpo muy dolorido, el sudor hacía que las heridas me escocieran más. Llegué a la escuela jadeando como un perro, pero ya dentro fui andando intentando disimular (como que llegaba tarde por dejadez ese día, o algo así...) Subí tranquilamente a mi clase, y al llegar vi unas letras grandes en la pizarra: 'PROFESOR AUSENTE', y debajo: :'ESTUDIO LIBRE: LEER PÁGINAS 35 Y 36 DEL LIBRO'. Di gracias a dios, en un suspiro que hizo que algunos se dieran la vuelta a mirarme, y saqué el libro de mi pupitre.

Las demás clases fueron como siempre, con la peculiaridad de que me quedaba dormido algún rato en todas ellas. De todas formas nadie me hacía caso, lo que actuaba a mi favor esta vez. Cuando acabaron me fui a casa a descansar, no quería nada más que dormir. Pero Hime querría verme, estaría preocupada por lo que le dije el día anterior, y por cómo actué. ¿Y cómo se suponía que iba a ir a verla, con mi rostro magullado, con mis manos llenas de heridas, empapadas en odio y venganza? No sabía nada... Tan sólo me desplomé el la cama víctima del cansancio. Ya no podía pensar. Últimamente no veía mucho al mayordomo... No sé por qué llegó esa idea a mi entubiada mente. Y a continuación me quedé dormido.

Me desperté con la baba colgando, la almohada empapada, y sintiéndome desorientado. Un apetitoso olor flotaba en el aire; el estómago me rugió, no había comido nada desde el desayuno. Fui a la cocina, y al parecer el mayordomo había hecho la comida. <<Es verdad, tengo la sensación de que este mayordomo cada vez está menos por aquí...>>
Sin reflexionar más sobre el tema me puse a comer como un animal muerto de hambre. Había soñado que era un apicultor que cuidaba abejas, y me ponía una especie de escafandra... Y de pronto recordé que debía ir a visitar a Hime... Pero no podría ir, no podría ir a menos que... <<¡Claro! ¡Mi sueño!>> En cuanto acabé de comer me duché y fui al hospital. Pasé por una farmacia y compré unos guantes de goma. Luego por una tienda de equipación especial de trabajo, y allí conseguí una máscara especial para gases tóxicos y cosas por el estilo.

Me lo puse todo y llegué con ese aspecto al hospital. Subí a la planta de Hime, y las enfermeras que la cuidaban se me quedaron mirando:
¡Hey! ¿Dónde crees que vas?”
Hola, soy Kotaro, el amigo de Hime, y vengo a visitarla...”
Pero... “y esas pintas que llevas? ¡Esas no son formas de entrar en un hospital!”
...”
Por favor... necesito entrar así... Compréndalo...”
¡Nada, fuera máscaras!”
Una de las enfermeras me la arrancó, y vieron mi rostro maltrecho.
Dios mío... ¿Qué te ha pasado?”
Por favor... No le digan nada a ella... se lo suplico....”
Ya te vale, estos chavales se meten en cada lío... Está bien, vete con las pintas que quieras. Te seguiremos el juego, pero no la líes demasiado.”
¡Gracias!” Hice una reverencia en señal de agradecimiento extremo.
En esta postura una de las enfermeras me dio una palmada en el culo: “¡Venga! Tira para adentro, antes de que me arrepienta...” En mi cuerpo herido aquel leve cachete causó dolor, pero disimulé para no preocuparlas más y crear un verdadero problema.

Con el impulso de aquel azote llegué hasta la puerta de Hime y la abrí. Ella miró a 'lo que fuera que estaba entrando' con los ojos muy abiertos, en una expresión de desconcierto.
¡Socorrooo!”
¡No, Hime, tranquila! ¡Que soy yo, Kotaro!”
¿Ehhhh? ¿Y qué haces con esa máscara...? ¿y con esos guantes?”
Pues es que...”
¿Es que... qué?”
Es que... he cogido un virus muy contagioso, y tengo que ir con esta máscara y estos guantes para no pegárselo a nadie.”
¡Ahhhhhh!” Casi se quedó sin aliento.... “¿De verdad? ¿Y estás muy enfermo? ¿No te vas a curar?”
Sí, tranquila, el virus sólo dura un día.”
<<Menuda trola. No sé si se creerá esto...>>
La niña me miró incrédula, guiñando un ojo...
¡Emergencia...!” Entraron las enfermeras, en el momento oportuno:
¡Emergencia! ¡Hay un virus muy contagioso en la ciudad! ¡Jovencito, ni se te pase por la cabeza quitarte esa máscara, no queremos más infectados!”
Yo me cuadré como un soldado y saludé: “¡Sí, señora!”
Intercambiamos unos breves guiños antes de que dejaran la habitación: “¡Así me gusta, soldado!”

Ahora sí parecía que se lo había tragado. Estuvimos un rato hablando, y jugamos a algunos juegos.
Ah, por cierto...” Hime pareció acordarse de algo.
¿Sí...?”
¿Qué tal el examen?”
<<¡Maldita sea! Había olvidado por completo que le dije lo del examen...>> Yo que estaba embobado y feliz pasando mi tiempo con ella, había bajado la guardia.
Pues... pues... se ha suspendido...”
¿Que lo has suspendido?”
¡No, no! Que se ha aplazado, debido a la epidemia del virus.”
Pero, y ese virus, ¿es muy grave?”
No, nada preocupante. Tan sólo causa algunos síntomas como que, de repente, sientes un deseo irremediable de abrazar y besar...”
¡¿Cómo?! ¿Y vas por ahí besando y abrazando a todo el mundo? ¿Incluso a la profesora vieja que te gusta tocarle el culo?”
No, hay un medicamento que han repartido esta mañana en el colegio, que disminuye los síntomas. Es cierto, es la hora de tomarlo...”
Lo tenía todo planeado desde el principio, de modo que me había traído una pastilla de caramelo fingiendo que era la medicina. La saqué de mi bolsillo para que la viera, antes de tomármela.

Hime miró a los lados, como un poco nerviosa, y luego clavó sus ojos en mí, como si pudiera leerme como un libro abierto.
Y, a parte de esos síntomas, ¿tiene alguno más grave...?”
No, ninguno más...”
Entonces...” Se puso un poco colorada.
Eh...?”
Entonces... no la tomes.”
Pero, el virus...”
Puedes tomarla cuando salgas de aquí, ¿verdad?”
Ah, sí...”
Pues no la tomes ahora.”
Parecía haber ganado confianza, ya no estaba tan avergonzada. Ella ganaba, así que guardé el caramelo de vuelta en mi bolsillo.

No sé si realmente Hime tiene la capacidad de leerme el pensamiento, o qué, pero di gracias al cielo miles de veces porque aquello pasó. Sin tener que contener mis sentimientos me abalancé sobre ella, la abracé muy fuerte y la besé en la frente con mi máscara, luego ella levantó la cabeza de pronto y mi beso aterrizó en sus labios.
Aquello se veía realmente cómico, besándola con mi máscara como si fuera una especie de extraterrestre, ja, ja, ja... Bueno, técnicamente, más que besarla 'restregaba mi máscara contra su cara', como un cerdo buscando trufas, ja, ja, ja...
No podía contarle lo que había pasado ese día, pero al menos... al menos ella me consoló.
... ¿por qué lloras...?”
No te preocupes, es otro síntoma del virus, del que no te había hablado...”

Se hizo tarde, y me tuve que ir.
¡Kotarooooo!”
¡Sí, señora!”
No olvides tomar la medicina antes de salir...”
A la orden.”
Saqué la pastilla de mi bolsillo, levanté ligeramente la máscara y me la metí en la boca.
La niña ahora tenía muy buena cara, y debo decir que yo, debajo de la máscara, también. Al salir de la habitación les di las gracias a las enfermeras apropiadamente.
No hay de qué, pero cuídate esas heridas.”

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