lunes, 5 de enero de 2015

El Alma del Gladiador Capítulo 16

Capítulo anterior: El Alma del Gladiador Capítulo 15 

Como de costumbre el autor de esta historia es tan irregular e impredecible como sus historias, jaja... A tod@s los que las seguís un saludo, un abrazo muy fuerte desde el corazón de un mero escritor aficionado.

<<Tantos años han pasado... desde que somos amigos, ella y yo. Los primeros de ellos fueron los mejores, los más dulces. Ahora, a pesar de mi corta edad, los días pasan volando mientras espío su deslumbrante sonrisa.>>

Estaba pasando algo. Desde hacía varios días Hime no había aparecido en el colegio. Ni la había visto salir de su casa en esa dirección; lo más que hizo fue ir a buscar recados. Ni que decir tiene que, en un curso acelerado de semejante calibre, no hacía ningún bien a los alumnos faltar a clases. Debía enterarme de lo que estaba pasando... Debía hacerlo, pero no quería hablar con ella. ¿Y si me odiaba? ¿Y si no me odiaba y el subsiguiente silencio me desgarraba el alma? ¿Acaso podría soportarlo...?

Estaba navegando por Internet, pensativo. Me dio por visitar la web del banco donde mis padres me ingresaban la paga.
No había paga. No este mes, y no el anterior. ¿Y si...? Algo fatídico comenzó a dibujarse difuminado en mi mente. Algo horrendo.
Olvidando todo lo demás por un momento, tomé el teléfono y llamé a mis padres. <<El número que ha marcado no existe...
… …
bip, bip, bip...>>
Respirando muy hondo volví a llamar. Otra vez. Y otra. Marqué las malditas cifras hasta que mi mente rozaba el colapso.
Claro. El dinero para los estudios de Hime. Ya no está. Y no me lo va a pedir. No me lo habría pedido nunca, pero además ahora ya es imposible.

Es curioso cómo las personas mantenemos la calma en algunas situaciones límite. 'Sangre fría' o como quiera que se llame, me asustaba en la misma medida en que me alejaba de ser un ser humano. Pero en aquel momento ni lo pensé.
Lo primero que hice fue llamar al mayordomo. Le expliqué lo que ocurría y que le estaba sumamente agradecido por sus servicios. Le pagué una suma (no muy boyante, que digamos) por su lealtad. “Muchas gracias, me has servido bien, si alguna vez necesitas un favor no dudes en llamarme...”

Con esto, finalmente mi casa se había quedado vacía. El aire se enrarecía en la mansión sin vida. Por los pasillos y estancias pululaban quejumbrosos los recuerdos de una vida que en otro momento fue feliz. Los gritos de Hime, sus expresiones, sus travesuras... La triste memoria de su belleza (que en mis ojos despuntaba) era como una pintura vieja y estropeada en todas las paredes de la casa.

Sabía lo que debía hacer. Tenía el número de cuenta de mis padres, de donde se pagaba mensualmente el curso de Hime. Fui al banco y ordené que se enviara dinero a aquella cuenta desde la mía.

Pasaron algunos días y la chica comenzó a ir a clase de nuevo. Me sentía bastante aliviado. Pero, por otra parte, ya no tenía ingresos. Si quería que Hime pudiera seguir estudiando en el curso acelerado, necesitaba conseguir dinero de alguna forma.

Debía seguir entrenando. Aquello era lo principal. Llegando a mi cita con Ulises, con mi cabeza dando vueltas como un tiovivo, varias cosas extrañas y distorsionadas pasaron por ella.

Mi maestro me saludó efusivamente, como siempre. El entrenamiento comenzó una vez más. Mis sentidos y todas mis cualidades básicas se habían aguzado. Algunos días era una auténtica paliza, porque, según Ulises, 'un cuerpo fuerte es la base para todo'.
En ocasiones su mirada se volvía melancólica y contaba algunas cosas de su pasado. Cómo luchaba en la arena, cómo era la vida de un 'gladiador'... No sonaba nada agradable, más bien parecían peleas de perros.
Ese día despertaba un especial interés en mí.
Y... ¿ganabas dinero?”
Claro... La gente apostaba por los luchadores, y si ganabas te llevabas una parte. Si perdías, eso sí, sólo te llevabas una buena somanta...”

<<Se gana dinero>>. Esas palabras se esculpieron profundo en mi mente, por alguna razón que es evidente pero que entonces no podía pensar.
También me contaba cosas muy trágicas de los gladiadores. Cómo algunos morían en la arena, cómo otros se quedaban inútiles, sonados, paralíticos, mancos o cojos... Era una auténtica carnicería. A nadie se le ocurriría ir allí. Pero... <<se gana dinero>>. El eco resonaría sin fin en mi mente.

Mi vida y la de Hime volvieron a su normalidad (en mi caso, al menos una 'triste normalidad'). Seguirla a todas partes era mi obsesión y pasatiempo. Ese día estaba bastante nublado. Ella volvía del colegio con su habitual belleza. Pero, extrañamente, no la seguían los moscones de costumbre, posiblemente debido al mal tiempo. Sin perder su coquetería ella miraba su espejo a cada rato, y se retocaba. El hecho de que una chica tan bella e inocente como ella anduviera por las calles en un día tan oscuro se me antojaba más bien peligroso, si yo no estuviera por allí.

Pasó junto a unas máquinas expendedoras, y se tropezó con un chico que estaba comprando bebidas. '¿Se tropezó?' Más bien fue una clara zancadilla, desde mi privilegiado punto de vista.

Se cayó al suelo y dañó las medias, y una de sus rodillas sangraba ligeramente.
¡Ay! Podrías mirar lo que haces, ¿no?” ¡Me has hecho daño!”
Ah... lo siento...” Esa era mi Hime, ahí disculpándose y siendo tan amable como siempre. Era para estar orgulloso de ella.

¿Qué ha pasado?” Otros tres chavales aparecieron de detrás de las máquinas. ¿Era aquello una emboscada? ¿Acaso serían conocidos de los matones de hace años? ¿O simplemente sería que su belleza era pecado y no lo podían soportar?
La cogieron violentamente de la muñeca y la levantaron: “Te vamos a enseñar modales, chica...”

<<Estoy preparado. No hay problema. Yo vivo para esto.>> Me puse un pasamontañas negro que añadido a la ropa oscura que solía llevar se convertía todo un uniforme de camuflaje. No quería ser reconocido. No por ellos, sino por Hime. No quería que supiera nada de lo que yo estaba haciendo. Si se enterase, no sabía ni cómo reaccionaría...

No medié palabra con nadie. Golpe. Llave. Otro golpe. En un momento todos estaban maltrechos y en el suelo. Sólo abrí la boca para decir:
Si os acercáis a ella de nuevo, os mato.” A continuación cogí su mano, que había sido tratada sin ningún cuidado. Parecía estar bien. Suspiré con alivio, la cogí de ella y la ayudé a levantarse.

Gracias, me has salvado. ¿Quién eres?” Dijo ella. Su voz, que hacía mucho no oía desde tan cerca, taladró mi pecho de lado a lado entre latidos desordenados. El cálido tacto de su mano, que había cogido por impulso, sólo hizo que empeorara la situación. Una parte de mí quería ir con ella, abrazarla y decirle “te quiero, quédate siempre conmigo...” pero mi mente fría no me traicionó y mientras algo se me desgarraba por dentro, solté su mano sin emitir sonido alguno y me marché corriendo, doblando la primera esquina para que no pudiera seguirme.

No sabía si estaba más triste de lo normal... había probado la miel con estos labios impuros, de nuevo. Pero bueno, al menos la había salvado. Una extraña inquietud me rondaba por la mente... En medio de la pelea pude sentir una presencia, como si alguien me estuviera observando desde las sombras. No puedo decir que le vi directamente, pero sabía que alguien había allí.

Mis sospechas más paranoicas se habían confirmado, alguien la acechaba en cada esquina para atacarla... De algún modo tuve un ligero alivio. <<Parece que estoy haciendo lo correcto...>> Y a la vez me sentí miserable, porque mi alivio provenía del sufrimiento de Hime. Así es. Me había convertido en un ser que mendigaba auto-justificación del mundo que lo rodeaba... Un ser para el que el fin justificaba los medios.

En cuanto a mi vida escolar, era algo mejor que antes ya que nadie se metía conmigo. Más bien todo el mundo me ignoraba, por lo que la calificaría de 'prácticamente inexistente'. Cuanto menos llamara la atención, mucho mejor para mí.

El día siguiente, a la hora de volver a casa, encontré algo en mi taquilla. Era una carta... Por afuera no tenía nada escrito, de modo que simplemente la saqué del sobre para leerla:
<<Te estoy observando.>> Era lo único que ponía. Parecía una carta de amenaza. Tuve un deja vu. Pero, si ese alguien me observaba a mí, posiblemente también observaba a Hime... ¿Era un chantaje? Pero no había pedido nada... Tal vez ese alguien me lo pediría más tarde. O tal vez sólo quería venganza. En cualquier caso, a lo largo de los años me había buscado demasiados enemigos. Si fuera alguno de ellos, o de sus aliados... Había estado tanto tiempo alejado de ella, precisamente para evitar esto...
Estando junto a ella tan solo la pondría en peligro. Pero el evento de aquel día y aquella carta abrieron mis ojos: <<Van a usarla a ella para resarcirse.>> Desde el primer momento no hubo salida. Tan solo mi mente idealista estaba dibujando un escenario donde todo sería 'perfecto' (por supuesto en un sentido absurdo de la palabra ^^U). Todos aquellos que acechaban atacarían mi punto débil. Ése es... <<mi Hime>>. Por eso la habían atacado, y volverían a hacerlo. De algún modo no podía estar seguro al 100% si la estaba ayudando con mi conducta o simplemente buscándole más problemas.

Entonces comprendí que no podría protegerla siempre. No, a menos que... <<esté con ella todo el tiempo.>> Pero, ¿cómo iba a hacer tal cosa? En aquel momento estábamos tan distanciados que la idea me parecía tan fuera de contexto como aterradora.

Al llegar a casa (después de 'perseguir a Hime', como de costumbre) una extraña ansiedad me impulsó a abrir el buzón. Allí había lo normal, algunas cartas de facturas y cosas similares. Las cogí todas a la vez con indiferencia, cuando... 'plock', algo cayó al suelo de entre ellas. Con curiosidad me agaché y lo recogí. Parecía ser una tarjeta de algún local de alterne. En una de las caras estaba dibujado un mapa de un área de la ciudad, y una cruz a bolígrafo marcaba algún punto en él.
En la otra cara: <<Pregunta por Atenea>>, escrito a mano, con letra rápida y casual.


¿Qué significaba aquello? ¿Podía ser parte del chantaje que empezó en mi taquilla? No era que estuvieran pidiendo nada directamente, pero sentí que debía ir allí y averiguar qué quería aquella gente.

Sin dudarlo un momento partí hacia allá. Viendo el pequeño mapa intenté aproximarme lo más posible a donde se supone que debía estar la cruz (o lo que fuera que representaba). En un punto aproximado había una pequeña tienda de antigüedades. En el viejo escaparate, bajo tenue luz posaban figuras de personajes mitológicos. <<Atenea>> era una diosa griega. Podía ser allí.

Entré en silencio, la puerta no hacía ni un solo sonido. Ni campanas, ni timbres, ni chirridos. Casi sentía como si me estuviera colando a escondidas en el lugar. La decoración era tan mitológica (o más) que la que se veía desde afuera. En un desgastado mostrador se encontraba un anciano. Tenía barba, como si fuera uno de esos ermitaños de las montañas. Una larga barba blanca. Estaba arrugado, y parecía concentrado en algo que tenía bajo el mostrador.

Me aproximé un poco y mis ojos llegaron a vislumbrar sus manos tallando una figura de madera. Parecía un personaje mitológico, lo que me hizo pensar que tal vez sabía de dónde habían salido los demás. Ahora, más que una tienda de antigüedades, se me antojaba como una de artesanía.

Buenas tardes...” dije, “busco a Atenea”. El anciano levantó la mirada. Sus ojos parecían penetrantes como puntas de lanza.
Ya veo... ¿Y quién la busca?”
...”
...”
Kotaro...”

Sin dejar de observarme atentamente con una cara como 'de póquer' metió la mano bajo el mostrador. E impasible como una estatua, siguió con su 'estudio' de mí, hasta que pasados unos segundos se abrió una especie de trampilla detrás del mueble, sin apenas hacer un sonido.
Ya lo ves. Puedes bajar por ahí...” El rostro inmutable había cambiado a una sonrisa entre maléfica y burlona. “Que te vaya bien, chico.”
Ya había llegado hasta allí, de modo que sin dudarlo mucho fui a la trampilla y comencé a bajar escaleras.

A nadie se le ocurriría ir allí. A nadie... que no tuviera que velar por el futuro de la princesa de los girasoles.

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El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.
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