El mundo ahora era distinto. Lo había hecho, había
volado con mis propias alas. Yo, alguien que que pasaba su vida encerrado en un
gimnasio, obsesionado con la musculación, había transgredido la barrera de la
realidad. Ya mis ojos no no rebosaban esa obstinación que estuvo dirigiendo mi
vida durante años. Había sido una marioneta de los clichés, de la propaganda
televisiva, de la sociedad. Pero ahora ya nada de eso importaba; tenía poder. Tenía la posibilidad
de moldear todo a mi antojo. Esas pastillas eran un milagro que me confería el
poder de un dios.
Tras el primer vuelo quise hacer algunos experimentos
más. Fui cogiendo concidencia del 'uso de la voluntad', y poco a poco llegué a
dominarlo. Conseguí que mis alas se desplegaran y escondieran con el solo
control de mi pensamiento. Asimismo pude convertir mis brazos en distintos
objetos como picos, palas azadas,... incluso armas como ametralladoras y
escopetas.
Sí, ciertamente era divertido... Tan sólo debía
imaginar algo y podía conseguirlo. Y sin embargo había algo que me causaba un
cierto desasosiego, sin saber exactamente qué.
Observé el bote del medicamento ensimismado, como
intentando interrogar a mi propia mente. <<¿Qué ocurre...? ¿Cuál es el
problema...? Este poder es fantástico, ¿no debería sentirme enorme?>>
Agité casualmente el bote, embobado. El sonido
revelaba que quedaban pocas pastillas en él. Mi rostro de incertidumbre se
tornó en preocupación. <<¿Y qué voy a hacer si se me terminan...?
¿Volveré a mi antigua vida, a mi obsesión con los músculos, a mis ojos
bloqueados que no pueden ver nada más allá...?>>
Mientras me deleitaba en mi preocupación el
pensamiento afloró por sí solo: <<Ah, ya sé. Se supone que tengo un poder
ilimitado sobre la realidad, pero sólo lo he utilizado sobre mí mismo, y más
concretamente, sólo sobre mi cuerpo. ¿Acaso no sigo siendo un obsesionado con
mi físico...? Debe haber cosas mejores que hacer con el, ahí fuera, que poner
bazookas en mis manos...>>
Ahora con mayor conciencia volví a agitar el bote,
como una maraca. Era verdad, quedaban muy pocas. Y para colmo, no había hecho
nada realmente bueno con ellas...
<<Ya sé. Simplemente podría comprar
más.>> Busqué en google: 'antroponova'. Tan sólo salían juegos y cosas
por el estilo. Aunque, bien pensado, si ese medicamento se pudiera comprar
online, el mundo sería un caos... Claro, cada uno lo moldearía a su gusto y
placer; ¿y cuando lo hicieran dos personas con intereses contrapuestos? Podría
haber guerras de proporciones bíblicas.
Ya estaba divagando. Por suerte recordé que aquel
hombre, el que me regaló las pastillas, me había dado su dirección de correo
electrónico. Saqué el teléfono móvil y la busqué:
<<dreamingofhumanpotential@gmail.com>>. Puesto a pensarlo, no sabía
ni su nombre. No conocía nada de él; bueno, salvo que era un hombre de color.
Incluso, si lo volviera a ver puede que no fuera capaz de reconocer su cara.
Todo eso daría igual, debía contactar con él, sólo él me podría ayudar con
esto. Escribí un correo:
<<Hola, espero que me recuerde. Hace unas dos
semanas tropecé con usted en la calle, a la salida del gimnasio, y me regaló un
frasco de `Romperrealidín'. Aunque me costó comprender el concepto de
'voluntad', finalmente aprendí a utilizarlo. El caso es que, en mi ignorancia,
he estado haciendo algunas pruebas en mi aprendizaje y me temo que lo he
malgastado. Ahora sólo me quedan algunos comprimidos, y me estaba preguntando
si sería posible conseguir otro frasco. Entiendo que el primero fuera de
prueba, así que si quiere vendérmelo le ruego me diga el precio. Sea cual sea,
gustosamente lo pagaré. Espero sus noticias, un saludo.>>
Según escribía la última parte parecía que me fuera a
salir una risita malvada: <<Eso, puedo tomarme sólo una y conseguir el
dinero que sea necesario... Jajaja, tú pon cualquier precio que podré
pagarlo...>>.
Al poco tiempo me contestó. Realmente fue bastante
rápido:
<<Sí, lo recuerdo, cómo iba a olvidarlo...
Parece que finalmente comprendió el uso de la 'voluntad', además de darse
cuenta de la insignificancia de sus metas. Debo darle la enhorabuena, no hay
muchos que hayan sido capaces de activar el verdadero poder del 'Realidín'.
En cuanto a lo segundo, por favor; no me tome el
pelo. Sé de sobra que podría tomarse un comprimido, conseguir todo el dinero que
quisiera sin más y pagármelo. De ese modo yo podría poner cualquier precio,
pero para usted no supondría coste alguno.>>
Al leer ese último párrafo se me puso cara como de
'huy, me han pillado...'
<<Sin embargo, podríamos hacer un trato un poco
más interesante. El frasco que le regalé era de 50 comprimidos. ¿Qué le
parecería conseguir uno grande de 1000? Le interesaría, ¿verdad? Pues estaría
dispuesto a dárselo a cambio de que hiciera cierto trabajo para mí. No es un
trabajo fácil, se trata de algo complicado y peligroso, y tendría que
afrontarlo sólo con los comprimidos que le queden del primer frasco. Basta con
que conteste 'sí' o 'no' si está o no interesado.>>
Me dispuse a responder el correo. Podía imaginar al
hombre riendo perversamente, diciendo algo como 'jajaja, te tengo pillado...'
<<Sí>>, sólo escribí eso.
Al momento llegó la contestación, como si el hombre
ya supiera lo que yo iba a contestar. Aquello reforzó mi imagen perversa de él.
<<Esta misma noche, a las 02:00 AM usted irá a
la siguiente dirección: 'Polígono Industrial La Rana, nave 325', en Madrid. Para ello le sugiero
que consiga un buen GPS. De este modo llegará allí volando alrededor de la hora
acordada. Usted destruirá dicha nave hasta los cimientos, no dejará ni rastro
de ella. Si sólo la destruye a medias o queda algún trozo de la misma mayor
que un puño puede considerar la misión como fallida.>>
¿Y cómo sabía que yo volaba...? Me invadió la duda
por un momento, pero ero era de suponer que aquél hombre supiera lo que una
persona sería capaz de hacer tras tomarse estas pastillas.
Sin demorarme escribí: <<Trato
hecho.>>
Miré el reloj. Eran las 6 de la tarde. Tenía tiempo
para comprar un GPS de alta gama en alguna tienda especializada. Sí, también
podría tomarme una pastilla y hacer que apareciera uno ante mí, o algo así,
pero debía reservarlas.
Por cierto, yo por aquel entonces vivía en Burgos.
Sobre las 10 de la noche me tomé un comprimido y despegué en dirección hacia
Madrid.
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