domingo, 19 de mayo de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 13

“¡Ulises! ¿Estás ahí...?”
“Sí, sigo aquí.”

Al igual que un perro maldice la correa que tira de él, maldigo el destino que nos arrastró a mi Hime y a mí. Y maldigo al autor que me da vida por capricho, de forma irregular y errática...

“...”
“Si tienes tanto dinero... ¿has pensado en contratar un guardaespaldas?”
“Sí, lo pensé. Pero no la dejaré en manos de ningún otro. Algo tan valioso como mi Hime... sería incapaz de dormir pensando que un extraño la vigila y la persigue, que no se preocupa por ella y la protege sólo como parte de su trabajo. Si alguna vez le ocurriera algo, el guardaspaldas simplemente podría pensar 'vaya chasco, buscaré otro trabajo' o algo así.”
“Lo que me estás pidiendo puede cambiar completamente tu vida... sabes que puedes acomodarte y vivir fingiendo que no sabes nada...”
“¡Mierda!” las lágrimas ardían en mis mejillas: “¡Se me va a morir la mejor parte de mí! Si no puedes entenderlo, entonces perdona las molestias, buscaré otra persona y sin rencores... Pero por favor no digas eso...”

“...”
“Debo decir que admiro tu determinación” <<o tu desesperación>>, debía pensar. “¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? Tengo un oscuro pasado, yo no soy trigo limpio. Si te involucras conmigo puede que tengas problemas, y una vez que comiences no habrá vuelta atrás. Jamás.”
La forma en que lo dijo era intimidante. Tal vez estaba intentando disuadirme de un camino a su juicio demasiado tortuoso para mi corta edad. Pero para mí no era así. Estaba nervioso y acelerado, como si fuera a nacer de nuevo, como si fuera a romper los barrotes de mi jaula de seguridad y presentarme desnudo frente al mundo.
“¿Me admiras? Tengo tanto miedo... y soy tan egoísta... Sólo quiero custodiarla porque la necesito para vivir, porque si su luz se apaga no habrá un futuro para mí. Sólo soy un cobarde que necesita un arma. Si para obtenerla tengo que involucrarme donde quiera que sea lo haré, pero nunca la involucraré a ella. De verdad es lo que quiero; no, de verdad es lo que necesito. Como ya te dije, el dinero no es problema...”

“No quiero tu dinero. Si acaso decidiera entrenarte, sería algo puramente vocacional. Te lo preguntaré por última vez. ¿Estás totalmente seguro de abandonar tu vida normal a tus 7 años y convertirte en una 'máquina de matar'?” Remarcó fuertemente las palabras 'máquina de matar'.
“¿Matar? Pero yo creí que tú enseñabas a pelear, a defenderse, a...”
“No te equivoques, chico. Yo sólo enseño a luchar... a muerte.”
Me sorprendí, aquello no era lo que había pensado.
“...”
“...”
Pero...
“Por favor te lo pido, conviérteme en lo que sea que pueda protegerla. ¿Una máquina de matar? Eso mismo me vale, comprometeré mi vida y mi futuro, haré lo que me pidas sin rechistar...”
“De acuerdo, ya no insistiré más. Mañana ven a mi casa después de clase. Si a las cinco de la tarde no estás por aquí, entenderé que te has echado atrás. Te daré a probar un poco de lo que has elegido.”

Al colgar el teléfono me quedé pensativo. Aquello era un lío muy gordo, demasiado gordo para un niño tan pequeño. Tan gordo que ahora sí, de verdad debería alejarme de mi Hime para no meterla en él. Era algo que yo, y sólo yo, había elegido... y que volvería a elegir otras seis veces más por ella, si fuera un gato.
Pero la había besado. Pero su rostro lleno de lágrimas, su preocupación por verse hermosa ante mí, me estaba partiendo el alma. ¿La dejaría sola después de verla así, con sus aflicciones, con la visible dependencia que tenía hacia mí? (Dicho sea de paso que la mía hacia ella podía ser aún peor...)
El pecho me apretaba, como si fuera a vomitar el corazón en cualquier momento. Sentía que las cosas estaban comenzando a girar en un remolino que me absorbía.

El día siguiente fue de lo más normal, considerando que Hime ya no estaba en mi clase. Tuve la suerte suficiente para no tropezar con los matones ni a la entrada ni a la salida del colegio, lo que fue de agradecer para mí; me hallaba en una situación tan inestable que ni siquiera podía intuír qué ocurriría si nos encontrásemos cara a cara. Me sentía con remordimiento, por no poder ir a visitar a Hime al hospital esa tarde, más aún si cabe sabiendo que ella me estaría esperando. <<Quién sabe, tal vez más tarde, después de estar con Ulises, pueda ir a verla.>>

Faltaban escasos minutos para las cinco de la tarde, y ahí estaba yo, junto al portal de Ulises, mordiéndome el labio inferior. Él había dicho 'si a las cinco no estás aquí será como que te has echado atrás', o algo así. Tocar el timbre del portero automático significaría dar el paso, dejarlo todo atrás... ¿de verdad mataría a alguien? ¿un niño rico y acomodado como yo, un flojeras que nunca había dado un palo al agua, y no poseía ninguna habilidad remarcable? <<salvo ser abusado por otros, claro... Ah, y... HACER FELIZ A HIME. ÉSA ES MI HABILIDAD.>> La imagen de ella me produjo un flash, de todo lo que había ocurrido, de todo lo que había sufrido. Y de todo lo que iba a sufrir si alguien no la salvaba. <<Mi Hime convertida en un vegetal, sin sonrisa, sin vida en sus ojos...>>

Toqué. Apreté fuerte el botón, como sellando mi destino en ese preciso instante. <<Lo que sea que tenga que hacer, SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>
“¿Sí?”
“Hola, Ulises, soy Kotaro”
“Ya veo. Espera un momento, ahora bajo.”
En pocos instantes estaba saliendo por el portal. Traía un perro pastor alemán con una correa, lo que me extrañó pues no sabía que tuviera mascotas; pero no dije nada al respecto.
“Así que has decidido venir. Vale, no intentaré disuadirte más, pero deberás superar unas pruebas si quieres que te entrene.”
“¿Pruebas? Pero yo no sabía que...”
“No debías saberlo. Éstas son pruebas sorpresa, no tendrían sentido si te hubieras entrenado para ellas. Acompáñame, iremos a un sitio para hacerlas.”

Pensé que no debía ser un lugar muy lejano, teniendo en cuenta su cojera. Y efectivamente, se trataba de una campa escondida entre maleza, muy cercana al edificio pero bien resguardada de las miradas ajenas. Ulises se sentó pesadamente en una roca: “Aaayy. Van a ser tres pruebas: Determinación, sangre fría e instinto asesino.”
“...”
“Primera prueba: Da un puñetazo a esa roca, con todas tus fuerzas.”
“Pero si hago eso me romperé la mano... y no podré luchar ni hacer nada...”
“Bien, si no te sientes con ganas podemos dejarlo aquí...”
Me dejó perplejo con semejante petición. Tal vez me estaba probando, o tal vez seguía pretendiendo que desistiera, o... <<Hime...>> Tomé carrerilla y fui contra la roca: “¡Aaaaaahhhhh!”, lancé el puñetazo más fuerte que nunca podría haber dado. <<Adiós a mi mano, a mi brazo, a todo...>> Cuando: '¡crackksss!' la roca se hizo pedazos y la atravesé con mi puño. Un montón de bolitas flotaron en el aire... Sólo había una explicación: ¡La roca era de poliespan!
“¡Jajajaja...!” Ulises berreó con una risa demente: “Muy bueno, chico, muy bueno...”
“¡Me has engañado! ¡Yo estaba dispuesto a quedarme manco!”
“ESO es la determinación, chico. Que no se te olvide.”

“Segunda prueba: Quédate parado aquí delante, y no te muevas un milímetro. Si te mueves habrás fallado la prueba.”
Fui a donde me decía y me quedé quieto. “¿Sólo eso? ¿Tan fácil?”
“No, espera. Debes permanecer quieto, recuérdalo.”
Cogió un palo que tenía a mano y golpeó al perro. Pensé que era un desalmado, pobre animal, no había hecho nada. Lo golpeó varias veces y, gradualmente, el perro se fue enfadando. En poco tiempo estaba enseñando los colmillos, gruñendo y echando espuma por la boca. Era realmente amenazador, pero no cerré los ojos. No podía moverme ni un poco.
Manejó la correa y la enredó a mi alrededor, haciendo que la fiera se colocara detrás mío. Desde un lado siguió golpeándolo con el palo.
Tenía miedo. Y no podía correr, no me podía marchar. Me iba a morder, seguro que me iba a morder, y no debía hacer el mínimo sonido o movimiento. Debía soportarlo...

Me mordió. Varias veces en la parte de atrás de las piernas, alguna vez en el glúteo. Notaba cómo la agitada sangre empapaba mi pantalón en una mezcla con saliva.
Finalmente apartó al perro: “Bien, chico. Vas bien. Sólo te queda una prueba.”
Al oírlo solté aire de golpe y me derrumbé, tocándome las pantorrillas y muslos con dolor, respirando tan aceleradamente como un tren de vapor a toda máquina.

La última prueba era algo de 'asesinar'... <<No me mandará...>> Sí, me mandó lo que más temía.
“Tercera prueba: Mata al perro.”
“Pero... ¿Qué culpa tiene el perro de nada? ¿Qué tiene él que ver en todo esto?”
“¡A callar! Esto es lo que has elegido, tendrás que matar a muchas personas, no perros, que no habrán hecho nada malo. Si no eres capaz de hacerlo, aquí mismo hemos acabado.”
Me tragué mis réplicas y mis excusas para no enfentarme al enfadado animal: <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>
“Vale, lo haré.” Al tiempo que lo decía pensaba que aquel hombre era mucho peor de lo que había imaginado, alguien que debía haber vivido en un infierno y que me lo iba a hacer vivir a mí.
“De acuerdo, empezamos. Prepárate.” Ulises cogió al perro por el collar y soltó el mosquetón de la correa.
“¿Puedo utilizar armas, verdad?”
“Así es.”
Sin decir nada más cogí una piedra de un tamaño medio, que podía lanzar con suficiente velocidad, y que a la vez era lo bastante contundente para tener algún efecto en la víctima.
“¡Ahí va!” Soltó al animal y le dio un par de golpes; ahí venía, hacia mí, hecho una fiera. Con todas mis fuerzas le lancé el canto contra la cabeza, apuntando a la nariz. Un agudo chillido penetró mis oídos, y el perro retrocedió unos metros. Luego vino a mí, aún con más cólera, pero ya tenía otro proyectil en la mano y repetí la acción. Esta vez se cayó al suelo.
Al segundo golpe ya parecía malherido, y no vino a por mí más. Se levantó con cierta dificultad y se dió la vuelta, huyendo torpemente de mí. Con lágrimas en los ojos y una lanza de culpa atravesándome el pecho lo perseguí, con una tercera piedra, y golpeé su cabeza hasta que dejó de moverse. <<SI ES POR HIME ESTÁ BIEN>>, me repetía, mientras subía y bajaba la herramienta de mi asesinato. Al final sólo pude romper a llorar como un niño pequeño, como la primera y única vez que pude salvar a Hime de los abusones, pero esta vez no existía alivio. No había una buena razón para hacer lo que hice, simplemente tuve que hacerlo.

“Enhorabuena, chaval. Lo has conseguido. ¿Cómo te sientes, 'máquina de matar'?”
Encima se lo tomaba a broma... Me di cuenta, definitivamente, de que Ulises estaba loco de atar.
“¿Cómo me siento? Ehh... ¡Arrggghhhh...!” Vomité allí mismo, delante suyo, para su disfrute. Él se lo estaba pasando en grande: “Vale, no me lo digas, ¡jajajaja...!”
“Vamos chico. Ven a mi casa, te curaré las heridas. Mañana empezaremos con tu entrenamiento.”

Cuando salí de allí eran un poco más de las siete de la tarde. Me daría tiempo a visitar a Hime en el hospital, pero no tuve valor. Después de lo que acababa de hacer, verla, mirarla a la cara... me sentía incapaz. Temía que si en ese momento me acercara a ella ensuciaría su pureza; con mis manos sucias de sangre... y con mis ojos sucios de muerte.

Al día siguiente mi 'profesor' me estaba esperando en la campa, después de la escuela. Yo estaba impaciente por aprender a pelear, pero me llevé el primer chasco.
“Primero debes aprender a percibir el mundo que te rodea, con todos los sentidos...”
Yo ni siquiera sabía que eso se pudiera hacer. Me llevó más tiempo del que hubiera esperado, ya que creía que sería algo muy simple y sin importancia. Pero estaba equivocado. El maestro, diligentemente, me encargaba 'deberes' para casa. Y me advertía: “Si no haces los deberes no te molestes en venir, ya que no te seguiré enseñando hasta que los hayas terminado.”

Al menos el entrenamiento me dejaba el tiempo libre suficiente para ir a ver a mi Hime. Ya sus heridas iban mejorando, poco a poco. No se había vuelto a maquillar más días, desde que la 'pillé'. Recuerdo que el día siguiente de las pruebas fui a visitarla...
“Holaaaaa... ¿Cómo está mi enferma favorita?” <<Ay, dios, vaya papos más gordos... esto va a ser complicado...>>
“¡Jo! ¿Por qué no viniste ayer? ¡Me dejaste aquí sola, olvidada y abandonada...!”
“Bueno, es que tuve que hacer algo...”
“Ah, ¿sí? ¿Y qué fue eso tan importante para que te olvidaras de mí?”
“Eh... esto... tenía que...”
“¿Tenías qué...?” Ella ladeaba ligeramente la cabeza y elevaba un poco la mirada, en un gesto muy expresivo que inquiría mis excusas. De ninguna manera podía decirle lo que había pasado el día anterior, ni mucho menos mis planes para cuidar de ella 'en la sombra'... ¿Y qué le iba a decir? Tenía que inventarme algo; algo bueno que no la hiciera sospechar...

“Eh... ¿recuerdas el castigo de barrer toda la clase? Ayer hice enfadar a la profesora, y me tuve que quedar limpiando hasta la noche.”
“Y... ¿qué hiciste?”
Ésa era la peor parte. Debía sacarme algo medianamente coherente de la manga. Ese castigo era especial, no te lo pondrían por algo leve como quedarte dormido en clase.
“Pues...”
“¿Y bien?”
“Le toqué el culo a la profesora.”
“¿QUÉEEEEEEEE? ¿Pero cómo pudiste hacer eso? ¿O sea que te dejo solo dos días y te vuelves un pervertido de lo peor? ¡Y para colmo te gustan las viejas!”
“No, si no lo hice a posta...”
“¿Ah, no? ¿Y entonces qué pasó, tu mano se movió sola?”
“No exactamente... Es que tenía una mosca.”
“¿Una mosca?”
“Sí, tenía una mosca en el culo y la intenté matar.”
Hasta yo mismo podía darme cuenta de que semejante historia no la creería nadie. Era absurda... Mi rostro reflejaba desesperación, no era bueno mintiendo pero tampoco podía dejar que ella lo supiera... No sabía ni qué decir, ni a dónde mirar. Sabía que no podía engañarla. No a ella; me conocía demasiado.
“Ah, ya veo. ¿Y conseguiste matar a la mosca?”
Pude ver un matiz de comprensión en su mirada. Me estaba 'perdonando la vida', fingiendo que se había tragado la enorme patraña...

“No, encima se me escapó, pero toda la clase rompió a reír diciendo que 'la profesora y yo éramos novios', que nos íbamos a casar y no sé qué... Por favor, cuando vuelvas a la escuela no comentes nada sobre el tema o me moriré de vergüenza.”
De pronto, una mirada encendida...
“No te gustará esa vieja, ¿verdad...? ¿Casarte con ella...?”
De seguro ella me estaba siguiendo el juego.
“No les hagas caso, sólo lo decían en clase...”
“Sí, claro, pero has tocado el culo a esa vieja y conmigo ni siquiera lo has intentado...”
“¿Qué murmuras? ¿Decías algo? No he podido oírte bien...”
'¡Toc, toc!' Llamaron a la puerta de la habitación:
“Se acaba el horario de visitas, tienes que irte ya.”
“Entendido, enseguida salgo”.
“Jo, Kota, no te vayas...”
“Mañana vengo otra vez, te lo prometo.”
“¿Pero por qué vienes tan tarde? ¡Antes venías nada más acabar las clases!”
“Eso... eso ya te lo explico mañana, ahora no hay tiempo.”
Sus papos estaban otra vez como dos globos apunto de estallar.
“Por cierto... ¿qué es eso que tienes ahí?”
“¿Qué? ¿Dónde?”
“¡Ah! ¡Vaya bicho más feo! ¡Es la primera vez que lo veo!”
“¿Ehhh? ¡No! ¡Quítamelo! ¡Rápido! ¡Quítamelo ya!”
“Espera, que lo mato...”
'¡¡Plas!!' Le dí un azote en el culo... que todavía hoy no puedo olvidar, jajaja...
“¡Ahhh! ¡Era verdad! ¡Eres un maldito pervertido! ¡Y no te importa si son viejas o jóvenes! ¡Todas estamos en peligro!”

“Vale, vale. Mañana te veo, entonces...”
Cuando iba a salir por la puerta, ahí estaban las enfermeras de nuevo.
“¡Cuidado! ¡Es un pervertido! ¡Os tocará el culo a todas!”
“No digas eso... Ah, es verdad, esta enfermera tiene un bicho muy gordo en...”
“¡Nooo! ¡Pervertidoooo!”
“¡Jajaja...!” Como por arte de magia olvidé el mal trago que pasé durante las pruebas, y recordé lo que había jurado proteger. <<SI ES POR HIME ESTÁ BIEN>>, aquellas palabras cobraron un significado renovado en mi mente.

“Chico, no sé lo que haces, pero cuando te vas siempre la dejas súper animada...” Dijo una de las enfermeras. A lo cual sólo sonreí: <<Eso, mejor que no sepan 'lo que hago', o estaré en problemas.>> Aproveché la ocasión para preguntar a una de ellas:
“¿Hime tardará mucho en volver al cole?”
“No, puede que unas dos semanas... No seas impaciente, debe reponerse bien de sus heridas.”
“Vale, lo intentaré...”
Me dirigí hacia la salida del hospital, y seguido a mi casa.
Tenía como mucho dos semanas. Eso había dicho la enfermera. Dos semanas para convertir ese colegio en un lugar seguro para Hime, donde no tuviera nada que temer. ¿Y cómo iba a borrar el terror de su mirada? ¿Cómo iba a borrar el terror que sentía por dentro?
El único que me podía ayudar era Ulises, para bien o para mal.

El día siguiente no perdí el tiempo: en cuanto lo vi se lo comenté:
“Ulises...”
Debía olerse algo, porque me miró de lado, con un gesto de sospecha:
“¿Sí?”
“Necesito deshacerme de esos matones, de los que te hablé, antes de dos semanas. O asustarlos de verdad, o lo que sea. Algo que haga que no se acerquen a Hime nunca más.”
“¿Eh?” Ahora mismo, si pienso en la expresión que puso, diría que fue de 'falsa sorpresa': “¿Dos semanas? ¿Pero tú crees que acaso en dos semanas...? Esto no funciona así, muchacho.”
“Te pagaré...”
De pronto se puso muy serio:
“Que sea la última vez que hablas del dinero. Creo que ya te lo dejé claro.”
“Sí, pero...”
Pareció que se aguantaba una contestación más fuerte.
“Podemos hacer un trato: Si me enseñas ahora una técnica para darles una paliza de verdad, luego aprenderé lo que tú me digas y como tú me lo digas.”
“No, chico. El problema no es sólo la técnica. Te falta fuerza, y eso sí que no podemos entrenarlo en menos de dos semanas.”

“Pero entonces Hime...”
“Bueno, todavía hay una forma...”
“¿Sí? ¿Cuál?”
“Puedo entrenarte en lo básico del cuerpo a cuerpo y dejarte un arma. Pero debes cuidar de atacarlos uno por uno. Si alguna vez te topas con dos de ellos juntos, estarás perdido.”
“¿Y con eso crees que dejarán en paz a Hime?”
“¿Sólo con una paliza? Huy, chico. Me temo que no. Tendrás que lesionarlos para que estén algunos meses fuera de la escuela. De esa forma, cuando salgan del hospital tú ya estarás más preparado para hacerlos frente.”
La idea me encantó: “¡Vale! ¿Cuándo empezamos?”
“Ahora mismo”
“¡Bieeen!”
“Pero recuerda, cuando este asunto termine deberás retomar tu 'entrenamiento sensitivo' donde lo dejaste, construir la casa desde los cimientos.”
“Vale, de acuerdo.”
Y así Ulises comenzó a adiestrarme en las técnicas de lucha cuerpo a cuerpo, que según decía él, eran casi todas 'deportivamente ilegales' o algo así.

Cada día que visitaba a Hime, estaba un poco mejor. Eso me subía la moral. Pero en el fondo de sus ojos todavía yacía el temor; eso lo sabía, lo podía ver. Como una flor en la tormenta, ella llegaría a ser la más hermosa. Y yo me aseguraría de que estuviera bien.
El entrenamiento acelerado ciertamente lo era, y acababa exhausto. El calendario avanzaba implacable, y sólo unas pocas jornadas quedaban para que saliera del hospital.

“Mañana no vengas a entrenar. Vete de caza. No lo olvides, tápate la cara con un pasamontañas negro; y lleva ropa poco llamativa, que nunca hayas usado, y que nunca más usarás.”

Luego estuve con Hime...
“Kota, pasa algo?”
“No, ¿por qué piensas eso?”
“Estás nervioso...”
“¿Nervioso yo? Para nada, jeje...”
“Sí, claro; por eso te tiemblan las manos y estás sudando.”
“Es que mañana hay un examen muy difícil...”
“¡Jo! ¿y no me lo dices? Te puedo ayudar con lo que no entiendas...”
“Vale, pero cuando estés bien. Por ahora descansa.”
'Muacks'
“¿Ehh? ¿Qué haces?” Hime se puso roja cuando le besé la frente.
“Estás raro...”
“No digas eso... Es para que se cure antes.”
Entonces la abracé con fuerza.
“¿Kota...?”
“¿También está mal que te abrace?”
“No, pero... Mañana vendrás a verme, ¿verdad?”
“Claro, como siempre. Ya lo sabes.”

Al parecer, ella había captado mi actitud como de 'posible despedida', y lucía preocupada. Me devolvió el abrazo con un sincero ímpetu, como si quisiera aplacar mis nervios.
Cuando abría la puerta para salir de la habitación la observé. Puede que esa fuera la última vez que la viera. Y recité, mentalmente: <<SI ES POR HIME, ESTÁ BIEN.>>

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 14


Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.
Free counter and web stats