miércoles, 31 de octubre de 2012

Duelo contra la evolución (parte 2)


Anterior: Duelo contra la evolución (parte 1)
 
La oscura ciudad, grisácea y llena de una áspera nostalgia que no puede olvidar. Horrendo lugar de sus primeros pasos en la vida, ahora tan distantes en su memoria. Pedro camina por una acera; casualmente ve un cartel en una pared. <<¿Todavía seré capaz de leer? Hace tanto tiempo que no lo hago...>> Y observando el rótulo, comienza lentamente a murmurar con torpeza:
Con... conf... confere-ncia so-bre la obb-ra de 'La Dama Dar-win', la persona que dess-de el anon-nimato de Interrr-net ha causado furor con sus teorrías sobb-re la evolución...”
¿Darwin? Ese nombre le es de algún modo familiar, tal vez del colegio... En cualquier caso, no puede recordar claramente quién es ese señor. Y tampoco debe tener mucha importancia. Después de todo, su vida ahora se ha vuelto simple. Sí, tan simple.

Está algo desorientado, en esta fría jungla de asfalto. De modo que hará lo que el bosque le ha enseñado. Cierra los ojos y no hace ningún sonido; permanece quieto como una piedra, agudizando sus sentidos, percibiendo el mundo a su alrededor. Así es; ahora encontrará el camino que debe seguir, sin importar lo demás...
¿!!?? <<Ése olor... No... esa presencia... ¿Qué es?>> Nota algo diferente, desconocido, pero que por alguna inexplicable razón le atrae. Un dejavu. Inexorablemente arrastrado hacia ello, camina como por instinto. Podría ser su destino, piensa; ése que el mundo le robó un buen día, que vuelve a su encuentro. El pecho le golpea y siente escalofríos. Es algo parecido a lo que sintió cuando huyó del corral, pero un poco distinto...Va acelerando su paso, luego comienza a correr...

Llega a la base de un edificio. Alza la vista, y ve una ventana abierta. Allí está lo que busca.
En la entrada un letrero dice algo como “P...Psiquiátt-ricco...”. Da igual, no puede leerlo bien. Sube las escaleras a zancadas, como cualquier animal. Segundo piso. La sensación se hace más fuerte. Corre por un pasillo repleto de puertas con números a ambos lados y llega a la 251. La sensación lo domina, ya no hay razón en él; se lanza y la derriba con un placaje. Entre jadeos cae ruidosamente al suelo, junto con la puerta.

Sara vive ensoñada; pero cautiva en este hospital psiquiátrico. Así es: Le dicen que tiene un desequilibrio, que se tome la medicina; ella se la mete en la boca, bajo la lengua, y cuando la enfermera se ha ido la escupe en el váter. Siempre ha creído que algún día cambiaría el mundo: Ha llegado ha ser idolatrada en Internet (aunque anónimamente), pero su esperdado destino se demora y nunca llega; pasa los días con la ventana abierta, sacando la mano por ella, aunque se muera de frío. Claro que la toman por loca, no es algo que nadie deba comprender.
Deja que el viento esparza su esencia por el mundo, para que atraiga a su destinado, al único ser que la podría salvar de esta agonía.

Mas son demasiados años luchando en una guerra que cada día parece más perdida. El tiempo lentamente va haciendo mella en ella. Todos, en esa pulcra cárcel de cómodas camas y sábanas limpias, están contra ella. Cada vez todo tiene menos sentido... Puede que, después de todo, los demás tengan razón. Tal vez está loca. Ya no quiere seguir sufriendo, tiene miedo y quiere ser aceptada. Podría convertirse en una persona normal; apagar el estúpido brillo de sus ojos y fingir que todo está bien, ser superficial. Negar todo aquello por lo que ha vivido tantos años, como si fuera un error... Y luego suicidarse.
Sara llora desconsoladamente. Quiere que alguien apague el interruptor de su cabeza, y no volver a pensar jamás.

Justo entonces entra una enfermera: “¡Sarita, las pastillas!” Ella imperceptiblemente se las pone bajo la lengua, por inercia.
¿Qué tal te encuentras hoy?”
Mejor, gracias...”
<<Eso es. Voy a empezar a tomarlas, y así dejaré de pensar, dejaré de sufrir.>>
El caldo de la frustración y la impotencia mana de sus ojos, sin poder fingir. Y en la enfermera una expresión de indiferencia, bajo la muerta mirada que la escruta sin reparo. Sara cierra los ojos en una mueca de esfuerzo y sube las píldoras con la lengua. Se las va a tragar, ésta es su completa rendición...
. … …
¡Baaammm! De pronto la puerta se ha caído, en un estruendo que resuena por todo el hospital. Algún tipo de animal jadeante se levanta sobre ella y se arremete contra la enfermera, lanzándola hacia una pared y dejándola sin conocimiento. Sara, estupefacta, escupe las pastillas; no puede dar crédito lo que ve. <<Menos mal que no las he tomado.>> “¡Al fin! ¡Has venido a mí!” Observa al ser que se encuentra frente a ella. Con barba y melena, una mirada salvaje, ojos brillantes y risueños... No hay duda. Es él, su destinado.

Pedro no articula palabra. Ya está. Lo ha logrado. Nunca antes ha entendido lo que estaba buscando, pero ahora sabe que lo ha encontrado. Esos ojos... brillantes como el mismo sol, deben ser la esperanza para él, para el mundo.
Y en ellos una mirada desesperada... <<ven a mí>>.
Él obedece, y se abalanza sobre aquel bello ser. La toma varias veces, violenta y apasionadamente. Ella lo abraza con fuerza, bañándolo en lágrimas de felicidad que sellan el destino para ambos.

Desde el umbral de la habitación se oyen pasos apresurados, que vienen por el pasillo.
Sara acaricia el rostro del muchacho: “Tú serás mi sirviente y compañero, harás mi sueño realidad.”
Así es, ése es el único destino que anhelo. Sólo tus brillantes ojos pueden ver el mundo tal y cómo es; sólo en ellos yace mi esperanza.”
Entonces sácame de esta cárcel. Yo te lo enseñaré todo desde el principio, y juntos lo haremos realidad. Desafiaremos a la evolución. Por cierto, puedes llamarme 'Dama'.”
<<¿Dama?>> Por algún razón el nombre le era familiar.
Mi Dama, yo soy ...”
Sshhhh...” Ella le tapa los labios con un dedo. “No me importa cómo te llamases antes de llegar a mí. A partir de ahora serás 'Haru'.
Los pasos se oían cada vez más cerca. Haru (Pedro) coge a Sara en brazos y sale al pasillo decidido.


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domingo, 28 de octubre de 2012

Con estas cosas...

De nuevo salió un anime de Key, "Little Busters". Y ahí está con su inconfundible estilo cómico-trama-épico. Espero grandes cosas de esta trama, de verdad... ¡Maldita sea! No puedo esperar a ver lo que saldrá... ¡OMG Key, sois endiabladamente buenos! Ya lo demostraron en obras como Kanon 2006, Clannad, o el super-ultra-hiper-mega emotivo capítulo 12 (creo que era el 12) de Air. ¿No has visto esa TREMENDA escena en la playa? Deberías verla... En cualquier caso, lo habéis provocado. ¡MOERU KOKORO! Ahora se viene el torrente de "Duelo contra la evolución", un "hito" en mi carrera (XD) porque es una historia que hace mucho quise escribir, pero me venía "grande" (no digo que vaya a ser la mejor del mundo, eso sólo obedece a los gustos de cada uno, evidentemente). Pero ha salido el sol a saber por dónde y allá que va, con toda su metralla!! Sólo deseo que os llegue, que la disfrutéis al leerla como yo la disfruto al escribirla.

viernes, 26 de octubre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 6



    “¡Magistradooooooooooo!” Ahí estaba mi Hime con su yukata.
    “¿Sería tan amable de coger de esta punta?” Dijo, tendiéndome un extremo del obi. Y yo con resignación la tomé. <<¿Qué hay de malo? Vamos a reírnos un rato con 'la peonza Hime' ja ja.>> “¡Está bien! ¡Tú lo has querido! ¡Prepárate!”
¡Adelante!”
    
    Jalé fuertemente de ella mientras decía “¡Esto es fabuloso!” Y ella gritaba “¡No, por favor!” Finalmente se desenrolló el obi completamente y ella mareada se estampó contra la pared. Cayó al suelo como un tronco seco. Sin pensarlo dos veces tomé la alfombra y la enrrollé sobre ella. 
    
    Cuando se le pasó el mareo:
¡Socorro! ¡El malvado magistrado me ha atrapado! ¡Que alguien me ayude!” Con lo cual la situación no podía pintar mejor para mí. Había dado la hora de cenar, y ella seguía allí enrollada. Traje un plato de pisto y comencé a comerlo lenta y sugerentemente frente a ella. Su cara de hambre era tan evidente que a penas podía aguantar la risa.

    “¿Qué ocurre, quieres comer, mi princesa rehén?”
¡Eres malo! ¡Has llevado el juego demasiado lejos!”
Ah, no, no, no. Si eres antipática conmigo no te daré nada de este sabroso pisto caliente.” Hime simplemente hinchó sus papos como una rana en señal de enfado y resignación.
    Me acerqué a ella con el plato de pisto y la cuchara. “Una por mamá... Vamos, traga.. Otra por papá...” Le rebosaba a los lados de la boca y yo lo limpié con la cuchara y un trapo. “¡Ay, qué bien come mi niña....!”

    Aunque seguía mostrando una expresión de enfado, de algún modo se había hecho más dulce. Cuando terminó todo el plato dije: “¡Muy bien, mi niña! ¡Te lo has comido todo! Ahora te soltaré...”
Su rostro se puso repentinamente colorado.
Pero... ¿No hay segundo plato?”
Está bien, mi niña es un poco avariciosa. Aquí tienes. Pechuga de pollo.”
Seguí dándola de comer. La escena era realmente tierna. Cuando hubo terminado, finalmente la liberé.
¡Muy bien, mi niña es una campeona!” Dije mientras le daba un fuerte abrazo a su recién 'excarcelado' y húmedo cuerpo... <<¿...húmedo...?>> Lágrimas gordas como gotas de tormenta corrían por sus sonrosadas mejillas. “... hagas lo que hagas... no me dejes nunca...” susurró. “Ése es el plan de este secuestro, mi rehén” contesté.

    Finalmente llegaron las vacaciones de verano. Mis padres, como era habitual, estaban perdidos en el extranjero en sus viajes de negocios. Hime y yo íbamos a la piscina de mi mansión a bañarnos. 
    Iba a ser el santo de mi Hime. No quería esperar hasta su cumpleaños, ya que me gustaría liberarla de sus preocupaciones lo antes posible. Pero sabía que había algo mal ahí. La invitaba muchos días a mi piscina, y sabía que ella se sentía mal por eso; aún cuando no me lo dijera para no preocuparme. 
    
    Si además ahora le pagaba la matrícula del curso acelerado, podía llegar a estropear nuestra relación. 
    De modo que tenía que forzarla a hacerme un favor grande. Algún inmenso favor para que pudiera pagármelo, y así no sentirse mal. Pero ¿cuál?
Debía ser algo que incluso ella, que era tan pobre, pudiera hacer... Tal vez algún trabajo como cocinar o arreglar el jardín, limpiar la piscina... Así es. Debía ponerla a trabajar.
 
    Estábamos ambos tumbados en dos hamacas contiguas tomando el sol.
...Hey, Hime”
¿mmmmm?”
Algunas sirvientas están de vacaciones, y necesito alguna ayuda con las tareas del hogar como cocinar, planchar, limpiar la piscina, arreglar el jardín,... ¿te gustaría echarme una mano?”
¡Claro, por supuesto! Después de todo lo que haces por mí, sería lo mínimo.”
De forma que comenzó haciendo la cena esa noche.
Sí, mamá, voy a hacer la cena para Kota así que cenaré aquí."

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domingo, 21 de octubre de 2012

Duelo contra la evolución (parte 1)

El pequeño Pedro ya no puede volar; le han cortado las alas antes de despegar. Le ha explicado su madre que no debe ir al parque cruzando la calle, porque es peligroso. Que no debe, tampoco, montar en bicicleta, por la misma razón; ni correr, ni saltar, ni... nada. La madre de Pedro se siente feliz, está orgullosa de lo protectora que es con su hijo. Mas cierto día llegó y le dijo: "¡Vamos, Pedro, ahora debes saltar!" 
"¿Saltar? ¿Qué es eso?" Pregunta extrañado el niño grande. 
"Maldita sea", gruñe su madre; "con veinte añazos y no eres capaz de hacer nada por tí mismo. Debería darte vergüenza."
"Pero, madre... tú me decías que nunca saltara... así que no sé saltar." 
"¿Encima me echas la culpa a mí? Desvergonzado..." Le da una bofetada en frustración; pero, sobre todo, porque sabe que es verdad. Entonces Ana se da cuenta de que quedarse embarazada, llevar a Pedro durante nueve meses en el vientre, darlo a luz... Nada de ello la ha calificado para ser una buena madre. Tenía miedo de que el hijo que tanto amaba sufriera, aprendiera, creciera. Ha sido tan egoísta que se está rompiendo por dentro, pero tiene que poner buena cara ante la familia, los amigos... Su vida es supuestamente perfecta. No importa si todo ha salido mal, si nada es como le gustaría: La felicidad en su mundo se basa en parecer más feliz que el prójimo, en ser envidiada. Así es, el frío sueño de esta mujer se basa en ser envidiada. Ser un ejemplo de lo que se supone es la felicidad en su mundo; sí, eso debería llamarse ser feliz. No se cuestionará jamás si de verdad podría llegar a ser feliz o no; necesita ser envidiada para saber que está haciendo lo correcto con su vida.
Pedro no sabe hacer absolutamente nada, es totalmente dependiente de su perfecta madre. Pero a él, además, le falta otra cualidad: es incapaz de ser feliz fingiendo serlo. Así es, este chaval parece ser la oveja negra en muchos sentidos.
Ahora quiere crecer, quiere ser feliz de verdad. Sabe que es tarde para él, que está en desventaja con todo el mundo. Pero no le importa; esa no es su carrera. Desde su punto de vista, cada persona corre en una pista separada, con salidas y metas diferentes. Un asterisco arcoiris de varios caminos multicolor que se cruzan en puntos fortuítos y aleatorios. 
Así que va a empezar la suya propia. Se coloca en sus marcas... Sabe que mañana por la mañana su madre estará trabajando; lo planifica todo con sangre fría, y ante ella una gélida sonrisa que, cómo no, le es indiferente.
Listos... Prepara un compendio mínimo de cosas que puede necesitar para su huída. El pecho le late con fuerza, su rostro está helado y su estómago ardiendo; va a salir a vivir su aventura, va a escapar del cascarón por fin con veinte años.
Y... fuera. Ana se ha ido a trabajar hace una hora, aproximadamente. Su maleta y sus pies, ligeros; todo lo demás ya no le hace falta. Con un ligero temblor de nerviosismo en las manos deja sus llaves en un cajón. No se las va a llevar; si acaso sucumbe al deseo de volver a su dulce corral, ya no existirá esa posibilidad. Su yo de ahora le envía ese mensaje a su yo futuro.
Abre la puerta y siente el viento del rellano en el rostro, como nunca antes. El aire de la casa parece tan viciado, tan sucio... <<claro, huele a corral>>, piensa; y el del portal es tan fresco, tan renovador... pero, al mismo tiempo, tan frío y áspero, también da miedo. La seguridad obtenida de vivir en su corral se está disipando lentamente. Se acaba de dar cuenta de que si no se va ahora jamás lo hará; es que da mucho miedo irse fuera de esas paredes protectoras.
Un impulso mezcla de orgullo, afán por la aventura y deseo de libertad lo echan afuera de un empujón, y cierra la puerta con un gran golpe decisivo. No quiere ascensor, no quiere nada. Baja corriendo por las escaleras. Se cruza con un vecino en un rellano, y lo fulmina con una veloz mirada salvaje. <<Ellos viven en sus jaulas, no me pueden comprender>>. Sigue descendiendo rápidamente y a trompicones. Llega al portal y sale como si hubiera cruzado la meta de la carrera de los cien metros lisos. Mas no se para; continúa corriendo, usando su limitada determinación como combustible. Se aleja. Esto es real, lo está haciendo. Cada zancada lo está alejando de aquella casa para no volver. Pasa media hora, y está cansado; una hora, y se encuentra exhausto. Continúa su marcha andando. Su jaula tiene varias capas; ahora debe salir de la ciudad. Se está acercando a las afureras, ya no ve los altos edificios de antes.
Tras casi otra hora andando ya se están terminando las casas. Está la sucia carretera, artificial, tan fría, y tan dura, tan llena de humos. Tan humana. Toma el primer camino que encuentra a la izquierda, sin tan siquiera sospechar a dónde le llevará. Anda y anda sin parar, el sendero se mete por un frondoso bosque y atraviesa algunas montañas. Cada vez se ve la ciudad más lejos, y poco a poco va desapareciendo... la sustituye el limpio, inmenso horizonte, trono del indiscutible del rey Sol. Siente un alivio que le sube desde el estómago. Lo ha hecho, se está marchando de verdad. Y está feliz, ya no alberga temores. Camina hasta que ya no puede más, come algo que lleva en la mochila y se echa a dormir en cualquier lecho de hierba medianamente cómodo. Se encuentra en medio de ninguna parte, pero aún demasiado cerca del corral. Debe alejarse aún más. Pero eso ya será mañana. 
Tras breves instantes le invade el sueño, y cae profundamente dormido. Tiene un bonito sueño donde todo es comodidad y felicidad. Es un niño de cinco años. Su mamá le dice todo lo que debe hacer, la vida parece tan fácil. "No corras..." "No saltes..."
Se despierta con lágrimas en los ojos, el sol todavía no ha emergido de entre las montañas. Echa de menos su casa, su comodidad; su corral. Pero tras unos instantes se le pasa, y vuelve a tener la mente clara. El sol tan majestuoso en el horizonte, sus hojos rebosan de brillo. Ahora nada puede ir mal. El muchacho no conoce lo que hay más allá de la montaña, pero ya no tiene miedo. Todo lo que necesita es el brillo del sol sobre él, la caricia del viento en su piel. Se pone de pie con decisión, los lechosos rayos quiebran el alba en una metáfora de su grandioso renacer.
Echa a andar sin prisa, pero sin pausa. Debe alejarse más de su ciudad-corral, debe ir a la deriva hasta encontrarse a sí mismo. Ahora sus ojos y oídos se están limpiando. Es capaz de ver y oír cosas que ni siquiera sabía que existían, el mundo rebosante de vida a su alrededor. Camina atravesando monte tras monte, en una línea recta que lo va distanciando más de su antigua vida.
Desde entonces vaga viendo el mundo, conociendo toda la belleza que existe afuera del corral. Van pasando algunos días, algunas semanas, luego meses... Ahora no queda nada en él de lo que alguna vez fue. Larga melena y barba, parece más un ermitaño que otra cosa. Calmado y despreocupado, sus ojos desprenden la sonrisa de aquél que ha visto el mundo tal y como es, sin velos ni cortinas. Se ha hecho salvaje, y ha sobrevivido. Conoce la justicia del bosque, la única y verdadera ley de la naturaleza. Hoy ha visto un pueblo abajo de la montaña, y decidió ir a verlo. Hace mucho tiempo que no visitaba uno. Entró y, logicamente, la gente le miraba raro. No se parecía en nada a ellos. Pero además él apreciaba otra cosa: Esos ojos, que le miraban con extrañeza y temor, habían perdido completamente su brillo. Un profundo color mate, como el fondo de un pozo, parecía emanar de ellos. Sus sonrisas parecían tan vacías como sus miradas. Y al fin se dio cuenta. Para él todos esos seres eran ahora tan irrelevantes... (continuará XD)

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sábado, 20 de octubre de 2012

La barca


Salgo corriendo de casa, el pecho me arde. Cojo mi bici y el viento en mi rostro me hace vivir. Llego a la playa, rompen las olas con fuerza frente a mí. El ancho mar viste el horizonte de oscuro misterio, clavo los ojos en él inutilmente. Quiero escapar, ver lo que hay más allá... Tomo los remos y subo al bote, pero tú no estás allí. Zarpo en silencio, mi barca vacía sin tí.

Lágrimas secas marcan mi rostro; Esgrimo mis herramientas desafiante, como espadas de madera, y las clavo con despecho en la masa de agua rugiente. Cada embate me aleja de tu recuerdo impasible un poco más, ya supero el oleaje y me adentro en la oscuridad.
 
Por fin puedo oírla: la eterna canción del viento de altamar, sincera y pura. Me adentro un poco más, y la oigo mejor... Ah, qué bello canto. Cierro los ojos y me dejo llevar a la deriva, disfrutando del recital. 
Ya no recuerdo nada, por qué vine aquí o el por qué de mi furia. Tan sólo su voz inunda mi mente de paz... Abro los ojos lentamente; y allí estás, sentada en mi barca, hermosa sirena. Observo tu rostro, y es tan bello que me ciega. Bajo entonces la vista y por casualidad enfoco mi mano. Hay algo escrito en ella, la abro y leo: “Largo el sueño, larga la agonía al despertar”. Mi mente se nubla, hay algo que no quiero recordar. 
 
Levanto la mirada y tú me sonríes amablemente. Me pides la aleta izquierda, y yo te la ofrezco gustoso. Escribes en ella, entre mis espinas: “Vive despierto o muere soñando”. Y al fin lo recuerdo todo; lágrimas amargas rebosan en mis ojos. Recuerdo que no debía haber vuelto aquí, que sólo había una oportunidad. Pero he sabido lo que es la conciencia, y ya no la quiero. Si son la especie más inteligente, ¿por qué están haciendo eso con los mares, con la tierra, con todo? Quiero volver a ser un pez y olvidarlo todo. ¿Todo...? Tan sólo quiero recordarte a tí, traidora que me has hecho conocer el amor. 
 
Me sumerjo en el mar de nuevo, ahora todo está bien: mis redondos ojos ya no pueden llorar. Cada día vuelvo a la playa a buscarte con mi inconsciente canción de burbujas. Mi musa, grabada a fuego en mi mente, eres mi única obsesión, el único fin de todos mis viajes submarinos. Cada noche vuelvo al oscuro fondo... y vuelvo a soñar. Allí estás de nuevo, sonriendo al fondo de mis pequeñas pupilas; llévame de nuevo en tu barca... mi sirena.

sábado, 13 de octubre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 5



    Esa noche caí desplomado a la cama. Entre la pelea y tanto reírme realmente estaba cansado. Me sentía bien, se podría decir que era feliz. Con el paso de los años he podido comprobar que ése posiblemente fue el día más feliz de mi vida. Pero también sentía un miedo proporcional. Nadie me podía asegurar que esos matones (o cualquier otro) no volverían a por ella; tal vez por venganza, o por el puro vicio de abusar. Y recordé el triste rostro al agacharse. Ella creía que no la podía ver desde mi posición, y se relajó.

    Desde entonces tomé una crítica determinación: No debía depender de mi Hime más. Ella era muy valiente, mucho más valiente que yo. Pero demasiado valiosa para perderla. Si quería ser lo bastante fuerte como para protegerla debía cambiar mi posición. Ya no podría ser más un niño mimado; debía convertirme en su apoyo y su protector. Para poder ver cada día esa sonrisa en su rostro. Realmente lo tenía bien claro: No lo hacía por ella; lo hacía por mí. 
    Seguía siendo tan cobarde como al principio, pero necesitaba esa sonrisa como las plantas al Sol.
    Pasó una semana y parecía que la situación se había calmado. Nadie nos esperaba en la valla del colegio, simplemente éramos rechazados del modo habitual.

    Faltaban pocos días para las vacaciones de verano. Seguramente ésa era una de las razones. Pero a pesar de la bondad de la situación, Hime no hacía buena cara. Se había pasado la mitad del día suspirando con la mano sobre su carpeta. Tenía que saber lo que la incomodaba. ¿Tal vez sería una carta de amor de algún admirador? Podría ser; algún niño le invitaría para estar juntos en vacaciones. Luego le diría algo como 'mira ese avión como vuela' y ella con lo despistada que era miraría hacia allí inocentemente. Entonces cuando volviera la cara él.... <<¡aaaaaaarrrghhhhhhhh, no puedo soportarlo! ¡Tengo que saber cuál es la causa de su preocupación!>>

    “¿Qué pasa, vas a echar de menos la escuela? ¿Es por eso que tienes esa cara triste? Si es por eso no te preocupes, yo puedo ser tu profesor particular. Te enseñaré a cocinar bichos y....”
¡Puajjj! ¡Mira que eres guarro!” De algún modo su rostro recuperó la luminosidad durante ese efímero instante.
Tenía que crear una ocasión para ojear la carpeta de los horrores. Pero, ¿cómo? Ella no me había dicho nada, luego obviamente no quería que me enterara. <<Realmente podría ser un admirador...>> Ese hecho me estaba irritando aún más.
     Finalmente di con la solución. “Hime, te apetece un baño de burbujas en mi casa? Como agradecimiento por curarme la última vez.” 
“¡Vale, qué bien! ¿Y me podré poner un yukata1 y hacer la jugada del magistrado2?” 
“Está bien, sólo por hoy.” Al parecer la propuesta tuvo un mejor efecto del esperado y ahora su expresión estaba despejada de preocupaciones. Su sonrisa y sus vivos coloretes eran algo bello.
Seguimos hablando de camino hasta mi casa.
La dejé con una sirvienta para que le ayudara con la ropa. La cara de resignación de la misma era un poema; parece ser que ya sabía las cosas raras que a Hime le gustaba hacer cuando venía a mi casa.

    Se fueron al yacuzzi, y mientras yo no perdí un segundo. Registré rápidamente la carpeta, y ahí estaba. Una carta de am...?? ¡de aceptación para un curso acelerado especial de la escuela! Sabía que Hime era buena estudiando, pero esto... Luego seguí leyendo.... precio 200 euros al mes. ¿Pero cómo podía ser tan caro? ¿Iba su familia a poder pagarlo, ni tan siquiera la mitad...? <<Ah, claro, esto es lo que la tenía tan preocupada. Tendré que hacer algo al respecto.>>
Aproveché que en poco tiempo iba a ser su santo. <<Ésta es la mía, puedo darle una buena sorpresa>>. Por el momento, tan sólo guardé todo de nuevo en la carpeta y la dejé como estaba al principio. No era mal momento. Podía hacer ahora la llamada.

    Descolgué el teléfono y marqué el número de mi padre.
........... ................. ….....” “¿Diga?” “Hola papá” “¿Hijo? ¡Mira mamá es nuestro hijo! ¡Qué raro que se acuerde de llamarnos!”
Os tengo que pedir un favor...” 
“Ah, ya me extrañaba a mí la llamada... Bueno, como sea. Cuéntame.” 
“Pues hace tiempo me hice una buena amiga y... bueno, es mi mejor amiga.” “Ajá. ¿Tu novia, no?” 
“No es mi novia, es más que eso” dije yo sorprendiéndome a mí mismo y ruborizándome. “Resulta que ha sido seleccionada para el programa acelerado del colegio, pero su familia es extremadamente pobre y no tiene acceso económico para ello.”
De modo que quieres que nosotros lo paguemos, ya que estamos bien situados económicamente...”

    “Así es. Podéis pedirme cualquier favor a cambio.” 
“Conque estás tan decidido... vale entonces, te quitaremos a las sirvientas y sólo vas a tener al mayordomo, a partir de ahora. ¿Te parece justo el pago?”
Está bien, supongo que puedo adaptarme.” 
“Ten en cuenta que él sólo no podrá hacer todo y tendrás que ayudar con la limpieza y las labores de casa. Además, tendrás que mantener arreglada tu habitación por tí mismo”

    A un niño rico como yo se le antojaba duro semejante cambio, pero ya estaba determinado a hacerlo. “Lo sé, me adaptaré. No os preocupéis por mí.”
...Realmente quieres a esa niña, ¿verdad?” 
“Así es, es lo más importante para mí, lo único en esta vida que realmente me importa”. Tal frase debería sonar dura para cualquier padre, pero lejos de mostrar desasosiego él dijo: “No sé qué extraño poder tiene esa niña, pero creo que te está haciendo mucho bien.” 
“Así es, así es como es ella. Se preocupa por mí y me cuida maś que ningún otro. Papá....” 
“¿Dime?” 
“...Gracias.” 
Se produjo un breve silencio al otro lado de la línea. Mi padre estaba conmovido de que aquel niño que nunca había tenido interés en nada pudiera decir esas palabras. Finalmente nos despedimos.
¡Magistradooooooooooo!” Ahí estaba mi Hime con su yukata. 
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Aclaraciones: 
    1. yukata: Vestimenta tradicional japonesa, como un kimono, más o menos. Lleva una faja llamada "obi" que lo entalla al cuerpo de la mujer.
    2. "jugada del Magistrado": Tradición japonesa que en ocasiones aparece en el anime; un hombre mayor llamado "magistrado" tira de la faja u obi del yukata de una chica, en ademán de acosarla o algo similar. Ella da vueltas como una peonza al desenrollarse el obi, mientras dice dice "¡no, por favor, no por favor!" y el magistrado suele decir algo como: "¡Es maravilloso, es maravilloso!" 

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viernes, 5 de octubre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 4

Anterior: El Alma del Gladiador Capítulo 3

    Hime en el suelo aplastada por un abusón, su rostro aterrado y sus ojos llorando de desesperación. Fue más de lo que yo nunca podría soportar. Ni siquiera siendo un niño rico; ni siquiera siendo un cobarde; ni siquiera siendo un “bueno para nada” hijo de papá.
    Mi voz se desgarró en un grito de muerte. Iba a morir allí. Ya no había remedio, la habían hecho demasiado daño. Alguien debía morir allí para compensarlo. No importa si era uno de ellos, o era yo. <<Esto es el fin>>. Me abalancé sobre él con un placaje, y conseguí que se quitara de encima suyo. Me miró con rostro goloso, como si fuera su presa. 
 
    Aquélla era la sonrisa que tanto temía. Mas los muertos no temen. Y yo ya había renunciado a la vida. Me golpeó pero le cogí la mano y le clavé mis dientes hasta hacerme sangrar de la boca. Me siguió golpeando hasta lanzarme lejos de él. Caí al suelo pero me volví a levantar y escupí un trozo de carne. Al parecer se cogía la mano dolorido e incrédulo, sangrando mucho. Los otros cuatro se me echaron encima y comenzaron a golpearme, pero haría lo mismo. Cuando conseguí atrapar un brazo lo mordí todo lo que pude. Mi boca chorreaba sangre, y comenzaron a mirarme aterrorizados, uno de ellos cogiendo su brazo parcialmente descarnado con pavor.

    “¡Estás loco! ¡Maldita sea, vamos a un médico!” “¿Vamos a la enfermería del cole?” “¡No, idiota, qué le vamos a decir al encargado?” Tomaron una dirección opuesta y se marcharon todos, acompañando a los heridos.
    Lo había conseguido. Había roto la pesadilla que tantas veces me había asaltado. Inevitablemente, como comienza la lluvia, comenzaron a manar de mis ojos lágrimas de alegría; al tiempo que mis piernas flaqueaban llevándome al suelo de rodillas. Con mi ropa hecha jirones y mi boca tintada de rojo, parecía un loco. Mi Hime allí tendida también había llorado. Se secó las lágrimas y se incorporó de cintura para arriba. Se acercó hasta mí y sin mediar palabra me abrazó. Su boca junto a mi oído susurró: “Nunca te pedí que lo hicieras, pero gracias por protegerme. Protejámonos siempre el uno al otro”. Sentir aquellas palabras vibrando en mis oídos hizo que mis dolores de mi cuerpo se esfumaran, y me invadió una oleada de paz.

    Nos levantamos y fuimos a mi casa, como hacíamos a menudo. Mi hime se ofreció a curar mis heridas, diciendo además que no permitiría que nadie más lo hiciera. Con sus papos hinchados no tenía nada que hacer, de modo que le dije a una sirvienta que le prestara algunas cosas de primeros auxilios. Hime se fue con ella para cogerlos (suponía que también le daría algunos consejos).
Al rato apareció por la puerta, con una enorme caja llena de cosas. Se acercó y con bastante esfuerzo la posó en el suelo. Cuando se levantó pude apreciar algo... “¿Ehhh? ¿Pero qué es esa ropa?” Al tiempo que decía esto, la sirvienta cerraba la puerta, dejando entrever una sonrisa de resignación y ladeando los ojos. En mi casa mi Hime tenía permitido hacer lo que se le antojase, condición que a menudo solía llevar a situaciones absurdas como esta.

    “Bueno... ya que te voy a curar... pensé que me vería mejor vestida de enfermera”. Decía esto con una bonita cara de ilusión, mientras lucía una enorme bata blanca que llevaba arrastrando por el suelo y ¡una cofia de sirvienta! No pude reprimir una sonrisa, que terminó desembocando en sonoras carcajadas. Aunque me doliera todo el cuerpo, aunque pasaran cosas malas,... ¡por esto merecía la pena vivir!

    Lejos de sentirse ofendida por mis risas, parecía que le agradaba el hecho de que su atuendo me hiciera tanta gracia. Alegremente y tarareando una canción desafinada (que aderezaba la situación) metió su mano en aquella enorme caja de Pandora. Sonriendo de oreja a oreja como un vendedor de seguros sacó un atornillador de baterías con una enorme broca y exclamó: “¡Señor paciente, dígame dónde le duele! Vamos a llegar al fondo del problema.”
    Yo hice ademán de asustarme: “Esto... no, realmente ya no me duele nada, la verdad es que se me ha pasado de repente”. Ella guiñó un ojo con incredulidad y de nuevo metió la mano en la misteriosa caja. Esta vez sacó ¡un matasellos! Me miró sonriendo: “Entonces, vamos a matar el tiempo”. Y empezó a darle con el matasellos a mi reloj. Era imposible, no podía más. Me reía tanto que me dolía la tripa, y daba mil gracias a dios porque había podido proteger esto. Lágrimas de risa (o de felicidad, no lo sé muy bien) corrían por mi rostro mientras mi hime ponía su típica cara de <<yo no he roto un plato>>.

    No sé si lo hacía aposta o simplemente era su conducta, pero debo reconocer que aquello me relajó. A continuación Hime sacó de la caja algunas gasas, agua oxigenada y algunos otros productos de primeros auxilios. El antiséptico me ardía en las heridas y me quejaba, ante lo cual ella decía, con su sonrisa pícara: “si lo prefieres, puedo utilizar el taladro”. “¡No, no, creo que está bien así!” decía yo con una expresión que debia parecer una mezcla entre diversión y miedo.
Se agachó a sacar algo más de la caja, y entonces me percaté. Su rostro estaba triste. <<Claro, es normal que esté preocupada. He hecho que se ponga triste>>. Era lógico, estábiamos muy unidos y el sufrimiento de uno era como el del otro.

    Así pasó la agitada tarde, hasta que Hime vació la 'caja de ocurrencias'. El sol se puso en el horizonte y Hime debía volver a su casa. “Vamos, te acompaño.” Dije casualmente como siempre. “No, señor paciente. Creo que después del tratamiento con el taladro de baterías necesitará algo de reposo”. De nuevo estaba usando su sonrisa de vendedor. “Estoy bien, no te preocupes. Sólo quiero pasar unos minutos más contigo.” (En realidad quería asegurarme de que no le ocurría nada de camino a su casa, pero sabía que si le decía eso no me iba a dejar acompañarla). Hime se puso cómicamente colorada y no dijo nada. Comenzamos a caminar. “Vale, pero entonces dame la mano.” Antes de terminar de decir esto ya me la había arrebatado.

    El trayecto fue agradable y divertido; íbamos contando cosas graciosas. Aún así, yo estaba seguro de que aunque no hubiéramos dicho una palabra lo hubiera sentido igual. Simplemente era divertido estar con ella, ver cómo andaba, cómo movía sus ojos, los gestos 'made in Hime' que sólo ella sabía hacer...

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