martes, 25 de septiembre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 3

Anterior:  El Alma del Gladiador Capítulo 2   

    Pasó la tarde y se ponía el sol, y Hime se marchó a casa. Yo la acompañé hasta la mitad del camino, como era habitual. Aquella noche no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido a la salida del colegio, y sobre todo en las imágenes que irrumpieron en mi mente mientras la curaba.

    Sabía que todo iba a cambiar. Me sentía como un niño pequeño (más pequeño todavía) jugando en el borde de un precipicio, siempre despreocupado. Pero notaba que los hechos de ese día me empujaban irremediablemente hacia el borde. Daba miedo. De verdad, daba mucho miedo. Pero la imagen de mi Hime con su vida destrozada... eso sí que daba miedo. Así, entre pensamientos pasé la noche, dando vueltas en la cama, con lo que apenas dormí.

    Amaneció al día siguiente: cortina abierta de par en par, persiana levantada; la luz del sol caldeaba mi rostro, y sabía lo que venía. <<Si pongo un pie fuera de esta cama ya no me podré echar atrás. Vamos, cobarde. Si tienes miedo no te levantes>>. Un mar de preguntas retóricas en mi cabeza, ya respondidas en sueños. <<¿Es que acaso cabe un instante para dudar?>> 
 
    Firmemente me levanté, me duché y me vestí. Tomé el desayuno como siempre y me dirigí al colegio. Al coger el picaporte de la puerta lo hice temblar, dejando ver mi nerviosismo. “¿Sucede algo, señorito? ¿Hay algo que no está bien?” Yo no respondí, sólo miré a mi sirviente. Él pareció comprender algo, pues nada más ver mis ojos dijo “hágalo bien, señorito”.

    Como ya era costumbre me encontré con mi Hime antes de llegar al colegio. “¡Buenos días!” Fue ver su rostro sonriente, y escuchar su voz, y me dio la impresión de que mis dudas y temores eran abrumados por ellos.
¿Qué tal están tus heridas?”
Ya me duelen menos, pero todavía se están curando.”
Juju, ¿conque sí? Entonces no te preocupes, no en vano me llaman 'Kotaro el carnicero'...” Hice ademán de sacar algo de mi cazadora, ante lo cual su rostro se tornó graciosamente pálido. “¡Jaja! Era broma jajaja!” 
 
    Una linda expresión de enojo infló sus papos, lo que ya eliminó todo ápice de duda de mi corazón, suponiendo que aún quedara algo. “¡Jo! ¡Eres malo!”
Lo siento, lo siento. Es verdad, soy un poco gamberro.” No había nada más para mí, simplemente debía proteger eso que me daba la vida.
 
    Llegamos a la verja de la entrada, abierta de par en par como siempre. Según entrábamos recordaba claramente lo que pasó el día anterior y mi corazón golpeaba duramente en mi pecho. Y justamente como me temía, allí estaban ellos, los mismos de ayer, mirándonos con la misma sonrisa. Con un nudo en mi garganta la conversación se interrumpió, y de pronto el patético sentimiento olvidado volvió a mí.

    Pasamos en silencio, yo mirando al suelo y ella ¡mirándoles a los ojos! Me dio la mano y tiró de mí, haciéndome sentir como un niño pequeño e indefenso.
Tras el mal trago seguimos hablando, aunque el ambiente era pesado. Estábamos abocados a ser el blanco de los abusones, aquello era inevitable. Entramos en el viejo edificio escolar y llegamos a clase poco antes de sonar la campana.

    Durante las primeras clases no dejaba de temblarme el pulso, y mis piernas se movían inquietas como si estuvieran vivas. “Kotaro, por favor, continúa leyendo”. Estaba tan ensimismado que ni siquiera escuché el llamado de la profesora. 
    “¡Kotaro!” Los niños se rieron. “¡Permanece atento! Comienza en la página 35, cuarto párrafo.” 
Leí nerviosamente, tartamudeando un poco. Los niños cuchicheaban mientras mi hime me miraba preocupada.

    Llegó la hora del almuerzo, y fui a la mesa de Hime a comer el bocadillo. Mi inquietud era tan evidente que al desenvolver el papel de aluminio casi lo dejé caer. Hime lo cogió hábilmente al vuelo y me lo dio de vuelta; al hacerlo sostuvo mi mano. 
 
    “Sé que es difícil, y que tienes miedo, pero no te preocupes. Yo te protegeré. Voy a estar contigo pase lo que pase.” Sus palabras eran cálidas como el sol en una mañana de los primeros días de la privavera. Mis pupilas se encogieron como cabezas de alfiler y recordé las imágenes que todavía flotaban en mi mente. <<Es cierto. Tengo que proteger lo único que tengo, aún si me cuesta un alto precio>>.
Como si sus palabras fueran un antídoto me calmé.

    Continuamos conversando alegremente mientras comíamos nuestros bocadillos con voracidad.
Las siguientes horas se me pasaron rápido, ya más calmado. Era la última clase, y quedaba una media hora para el toque de la campana. Estaba prestando atención al profesor, cuando (como hacía continuamente) giré mi cabeza hacia Hime. Ella estaba también concentrada en la pizarra (o eso hacía parecer, al menos), pero las piernas le estaban temblando, y su rostro estaba más pálido de lo normal.

    Había podido fingir que no tenía miedo hasta ahora, pero incluso ella tenía un límite. Estaba claro que había estado actuando por mí, para darme seguridad. Y le podía estar agradecido. ¿Qué habría sido de mí si ella hubiera mostrado signos de temor?

    Entre la atención a la clase y mis pensamientos llegó el fatídico sonido. La campana retumbó en mis adentros como si me estuvieran taladrando los oídos. Ella dio un respingo en su asiento. Poco después me dedicó una mirada y pareció que de repente dejaba de temblar. Calmadamente se levantó y caminó hasta mi mesa, sin apartar los ojos de mí.

    Al llegar me tendió la mano. Y una sonrisa tensa invadió su inocente rostro. “¿Qué dices, Kota, vamos a casa...?” Incapaz de hacer nada más, sólo asentí y tímidamente cogí su mano. A duras penas podía imaginar el horror que Hime estaba sintiendo, mientras lo ocultaba por mí. Ella era 'la decidida', de modo que siempre acababa tirando de mí para lo que fuera. 
 
    Mientras me remolcaba a lo largo de los pasillos mi mundo se hizo pequeño y cerrado, como si su mano fuera mi única conexión con el exterior. Mis ojos entornados, mi respiración lenta como si estuviera aletargado. Mis manos estaban heladas. Mi cuerpo parecía ajeno. A pesar de la situación, en pocos momentos de mi vida me había sentido tan calmado. Y en mi mente abstraída tan sólo una oración: <<por favor, quiero valor para defenderla... por favor...>>
Aún así era consciente de que le temblaba ligeramente la mano. 

    Rápidamente llegamos a la verja de la salida. <<Bien. No hay nadie. Estamos salvados>>. Hime dio un suspiro de alivio, pero mi estado no cambiaría así de fácil. Doblamos la esquina sonriendo, cuando ¡paf! Algo delante de ella la empujó y cayó al suelo. Nos habían estado esperando. Eran los cinco de la última vez. Mis peores temores se estaban volviendo realidad. 

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 4 


Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Pozo, montaña, y... tú.

    Me mirabas desde arriba, desde el borde de mi pozo. Y yo que me deslumbraba no sabía nada de la vida. Cegado, sorprendido, admirador incondicional del brillo que desprendías. Tomó años, y muchos esfuerzos, subir por la afilada pared; ahora llego al borde, donde tu ilusoria imagen me está esperando. 
    Exhausto, extenuado por mi obsesión, empiezo a pensar que tan sólo eres fruto de mi incurable locura. Ya no te veo y pierdo el norte, ya no existe el objetivo de mi caza.

    Buscando quién soy me vuelvo y me asomo al viejo pozo, que ha sido mi morada durante tantos años. Lágrimas de  añoranza cortan mis mejillas, viendo la pared: Esa pared sucia y húmeda, inhóspita para otros, llena de arañazos, impregnada de mi sangre. Y respiro profundamente el aroma del hogar. No me puedo ir, no soy nada sin él. Mas abro los ojos y estás ahí, en el fondo, sonriendo con indiferencia y superioridad. 

    Debería bajar a atraparte de nuevo... <<¡No!>> La voz de un dejavu hace eco en mi mente. No debo bajar de nuevo, porque de lo contrario... de nuevo tú estarás arriba, y así seguiría el ciclo sin fin. Me desprendo de mis lastres, de mis preciosos recuerdos, de todo lo que me conforma... Sí, pierdo mi molde, y me fundo con el primer viento que golpea sobre el pozo. Me lleva lejos. 

    No quiero llorar, pero es inevitable. <<¿Hay algún destino para mí en esta vida?>> me pregunto. <<Ahí lo tienes>>. De nuevo está hablando esa parte de mí que escalaba el pozo con desesperación, con avaricia, con esa ansia de grandeza. 

    Enjuago mis inútiles ojos para ver esa deidad que ahora se convertirá en mi nuevo hogar: La gigantesca montaña que debo escalar se muestra orgullosa ante mí, sabiéndome tan diminuto como soy. A ella voy de seguro, como si mi destino me empujara por la espalda con una fuerza incomprensible. Sin saber por qué, sólo para tener un sitio que de nuevo marcaré con mi sangre; sólo para tener eso que únicamente yo puedo llamar hogar

    Y cuando llegue a la cima... sí , cuando no tenga propósito en mi vida, cuando no sea más que un vegetal que ni siquiera puede hablar de sus pasadas azañas, entonces te daré mis alas, que ya no servirán para nada. Disfrutarás tanto como quieras haciéndolas pedazos, poseyendo lo que quede de mí. 

    Pero... ¿de verdad quieres tenerme, quieres tomar todo lo que soy? No critico tu avaricia, pues es una cualidad humana... mas debes ir al pozo, porque allí yace la mitad de mi vida. Y después a la montaña, donde yace la otra mitad. Cuando hayas cobrado todo de mí, y poseas todo aquello que me da forma, sólo entonces tendrás lo que yo soy, y no lo que crees que soy. ¿Te sorprende mi locura? ¿Acaso te coge de sorpresa? te pregunto con mi risa demente. 

    Tu cara ya no es la misma, ansiabas mis alas pero no las tengo. Escalo pozos y montañas, vivo persiguiendo pájaros; es comprensible que pensaras que podías cogerlas y "volar" como yo. Sí, eso pensabas... pero en mi espalda nunca hubo alas, tan sólo profundas cicatrices. Y te grito, desde aquí arriba: ¡Ve, pobre infeliz, ve y sé feliz, no me persigas, o sólo hallarás los restos de una vida desbocada, apasionada y sin rumbo...! 

    ¿Que dónde dejé mi brújula...? Si acaso alguna vez la tuve, debe estar en el fondo del pozo... Si la encuentras no me la traigas, sólo me harías llorar otra vez de nostalgia. Úsala y vive la vida que yo no pude vivir.

viernes, 21 de septiembre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 2

 ¿No has leído el capítulo anterior? La historia comienza aquí:    El Alma del Gladiador Capítulo 1
    
    Literalmente se arrojó en un placaje contra ellos y algunos cayeron al suelo. Después la atraparon y comenzaron a golpearla sin piedad. Y ahí tienes el peor recuerdo de mi vida; ella sufriendo una tremenda paliza y yo paralizado de miedo, como un cobarde. No fui capaz de ayudarla, y para colmo los abusones me ignoraron diciendo algo como “déjalo, alguien tan patético no merece la pena”.

    Cuando se marcharon corrí al lado de Hime, que estaba en el suelo repleta de heridas por todas partes. Me agaché junto a ella, impotente. Se me encogió el corazón como una aceituna y parecía que apenas pudiera respirar. Antes ya me había sentido patético por mi cobardía, pero esto era totalmente distinto.Y, por primera vez en mi vida, lloré.
     Sí, fui así de patético; ella estaba allí postrada llena de heridas y dolor, pero era yo el que lloraba como un bebé, pareciendo casi que me ahogaba. Tan sólo murmuré, entre sollozos:  "Lo siento... lo siento... todo ha sido culpa mía..."

    Ella no contestó. Simplemente permaneció allí tirada, mirando al cielo con los ojos perdidos, jadeando. La habían hecho daño. Y por mi culpa. Y yo no había movido un dedo para evitarlo. Jamás había conocido un dolor así. Noté que algo dentro de mí cambiaba, y en ese momento me invadió una sensación desconocia para mí hasta entonces: la culpa. Me sentía tan miserable que no sabía lo que decir; obviamente era una carga para ella. Sin mediar palabra me puse en pie y lentamente fui caminando en dirección a mi casa. 

    De pronto: ¡Eh! ¿Dónde crees que vas?” preguntó, gritando desafinadamente, la figura que yacía tendida junto a la entrada del colegio. Tal vez ahora me odiaba, y me quería hacer pagar todo aquello por lo que la había hecho pasar. “¡He dicho que vengas aquí, maldita sea!” bramó todavía con más furia que antes. Finalmente mi remordimiento pudo más que mi temor y me di la vuelta hacia ella, acercándome sin mirarla y con la cabeza baja. <<Lo que he hecho no tiene perdón, y más por habérselo hecho a la persona más importante para mí. Aceptaré mi castigo y por una vez haré lo correcto>>.

    Me aproximé hasta ella, todavía mirando al suelo, bajando la cabeza todo lo que podía. “Agáchate.” Temeroso de lo que estaba por venir hice lentamente lo que me decía, y cerré los ojos con fuerza. Repentinamente ella me abrazó, haciendo que perdiera el equilibrio, y me apretó fuerte contra ella. “Abrázame. He pasado tanto miedo...” Entonces mi sentimiento tocó fondo. Ella no era una superheroína ni nada por el estilo. También tenía miedo, pero aún así se había enfrentado a él.
    
    Después de algunos sollozos se enjuagó los ojos con una mano y me miró fijamente. “Es normal tener miedo, y es normal sentirse mal. Pero NUNCA se abandona a la persona que más te aprecia”.

    Al oír esas palabras me dio un vuelco el corazón. En otra situación me habría puesto colorado, pero entonces sólo pude romper a llorar con ella y abrazarla con más fuerza. “Lo siento. Siento ser tan cobarde. Te prometo que nunca te voy a abandonar. Y que voy a ser más valiente. Si es por tí, seguro que puedo hacerlo”. 
    “No hace falta que seas valiente. Yo te protegeré siempre, no me importa sangrar si es por tí. Sólo quédate a mi lado”, dijo mientras me estrujaba. Esa promesa de verdad me llegó al alma.

    La ayudé a ponerse en pie y fuimos a mi casa. La dejé con algunas sirvientas para que la curaran. Tras unos instantes volvió una sirvienta para hablar conmigo. “Señorito, hay un pequeño problema. La señorita dice que no se dejará curar por nadie que no sea usted”. “Está bien”, dije y la acompañé a donde estaba Hime (aunque antes pasé rápidamente por la cocina...). Entré en la habitación. Y allí estaba ella, con sus papos hinchados en señal de enfado, la cara roja y los ojos húmedos. Después de todo, éramos niños. No había nada de que extrañarse. Aún hoy cuando recuerdo aquel rostro de enfado inocente no puedo evitar la sonrisa.

    Finalmente la curé, y estuvimos juntos. No necesitaba más, sólo <<mi Hime>> podía ser todo mi mundo, no había otro lugar más acogedor para mí que su vera. De pronto me di cuenta de algo que antes jamás había pensado. Había cobrado un gran tesoro: Ahora tenía por fin un motivo para vivir. Ya no era el dinero, ni mis sirvientes, ni mi ropa cara... 
       Era ella.

    Y acto seguido otra imagen asaltó mi mente. Mi Hime placando a cinco matones a la vez, y siendo luego machacada a golpes. Seguramente tomarían represalias contra ella el día siguiente. Y al otro. Y su vida sería un infierno. No podría dormir, no podría comer, languidecería y se convertiría en un vegetal. Pero seguiría sonriéndome como el primer día; como si no hubiera pasado nada.

    “...ta! ¡Kota! ¡Kota!” Me había perdido en mis pensamientos. “¿Qué haces? De repente te has quedado como atontado, y poniendo caras raras...” “Lo siento, me he distraído. A ver, que continúo con la operación” Saqué un cuchillo que había cogido antes en la cocina: “¿Por dónde debería cortar, señorita? ¿Muslo o pechuga?” De golpe se quedó muda por un momento. “No, si realmente ya no me duele apenas...” “Jajajaja...” rompimos a reír como hacen los niños, como deberíamos hacer más a menudo. Realmente estar juntos era así de bueno.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 3
  

Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

Relato festivo XD

Bueno pues como lo prometido es deuda aquí está el relato festivo XD. Es festivo así que no le busques sentido.... XDDD
Estaba yo resolviendo ecuaciones diferenciales con una motosierra a pedales, cuando el cura del pueblo de al lado me mandó un ángulo obtuso por correo ordinal. Como era ordinal no hacía nada más que estorbarme el º que bailaba como una moscarda a mi alrededor. De modo que me cabreé con el numerito e ivoqué algunas letras griegas en un intento de crear una fiesta de álgebra. Claro, la letra π es muy maja  y obediente si le das de comer a las horas, pero a Ω le dolía la garganta y se había puesto mayúcula y en un plan dominante. Finalmente tuve que jugar con ella a la herradura para que se calmara. Luego engañé a la pila de letras para que participaran como metralla en una soberana parida y se la lancé sin conocimiento contra el ángulo. Comenzaron a surgir teoremas de senos y cosenos por doquier, pero no acababa de ver "senos" del todo por lo que en mi frustración abrí el ángulo y lo hice llano. Lo tiré al río y se fue flotando, precipitándose hacia un monstruoso hidrante que amenazaba con destruir el mundo. ¿Y qué podía hacer yo para salvarlo? ¡Es verdad! Todavía tenía la motosierra. Pedaleé con mala leche hasta que causé un vórtice en el espacio-tiempo; luego cogí algunos planetas deshidratados y jugué con ellos a las canicas, pero el cura parecía enfurecido y me lanzó átomos con obesidad mórbida. Cuando ya no me quedaba munición recordé las palabras de mi maestro: "tengo sueño, déjame en paz estúpido..." Y me sentí inspirado. Cogí algunas cuerdas de la teoría y apresé al cura malvado. Luego hubo una tremenda fiesta universal de objetos esféricos y como estaba reservado el derecho de admisión las pobres letritas griegas se tuvieron que integrar en otra ecuación.

El Alma del Gladiador Capítulo 1


    Bueno pues aquí voy con mi primera historia larga. Sé que no será tan fácil como las cortas que suelo publicar, pero se hará lo que se pueda. Y ya conmemorando las casi 1000 visitas del blog me he animado XD. Se trata de una mezcla de comedia, romance y aventuras. ¡¡Aquí vamos!!
    “Para un gladiador no existe el mañana: hoy te enfrentas a tu destino, aferrándote a aquello que más amas, a sabiendas de que puedes morir. En cierto modo no hay algo más bello, y a la vez más doloroso, que apostar tu vida por ello. Cada gota de tu sangre es una brillante chispa de anhelo, y en la arena tu cuerpo entero se convierte en un mar de sueños.”

    Me llamo Kotaro.
    Yo era un niño rico, uno de ésos que nunca manchan sus manos por nada. Siempre vistiendo con ropa inmaculada y cara, siendo atendido por mis sirvientes en todo momento. No conocía la felicidad o infelicidad, simplemente es que sólo había experimentado ese superficial modo de vida.
    Súmese a eso que mis padres siempre estaban en el extranjero por negocios, y mi mayor contacto con ellos consistía en el dinero que mensualmente me enviaban para mis gastos.

    Por aquel entonces tenía yo unos 7 años. Como se puede imaginar era un niño superficial, que sólo valoraba el dinero; de hecho, a mi corta edad era lo suficientemente maduro para comprender que los sirvientes me trataban amablemente sólo porque mis padres les pagaban.
    
    Tal vez por mi actitud, o simplemente por mi apariencia (o puede que un poco por todo) me sentía muy marginado en el colegio. Malas miradas se enfocaban en mí, como diciéndome que ése no era mi sitio. A menudo otros niños abusaban de mí, me insultaban, me escupían y hasta me robaban el dinero que llevaba encima. Aunque me molestaba mucho nunca tuve el valor para defenderme; era un cobarde, y no sentía que mi vida tuviera ningún valor.
 
    De todos modos, hiciera lo que hiciera el mundo no cambiaría, y las personas sólo se acercarían a mí por mi dinero, o para expresarme su odio. Así era el mundo; todo lo que no fueras capaz de comprar podía ponerse contra tí.

    Tan sólo había alguien en toda la clase, o casi más bien en todo el colegio, que no me despreciaba. Se trataba de una niña extremadamente pobre, cuya humilde ropa y apariencia delataban el hecho claramente. Al igual que yo la niña, de nombre Himawari, era rechazada por los otros niños. Puede que por eso comprendiera mi dolor. De modo que comenzamos a pasar tiempo juntos en los recreos, al volver a casa,... y también fuera del colegio. 
    Yo comencé a llamarla “Hime” (lo que al principio hacía que se sonrojara como un tomate), y ella a mí Kota. A menudo venía a hacerme compañía en mi fría casa, llena sólo de sirvientes, llenando la atmósfera de calidez. Incluso nos bañábamos juntos, cenábamos juntos,... básicamente éramos uña y carne.

    En cierta ocasión salíamos del colegio, ya por la tarde, camino a casa; cuando en la verja de la entrada apareció un grupo de nuestros temidos abusones. Eran cinco; no hacía falta preguntarse para qué estaban allí esperando, era más que obvio. Nos miraron con una cara que parecía una mezcla entre desprecio y diversión, y me quedé congelado.
    Incapaz de reaccionar, simplemente cerré los ojos en actitud sumisa aguardando lo inevitable.
    
    Pero de pronto... -¡Dejadle en paz! ¿Se puede saber qué es lo que os ha hecho? ¡Sois unos malditos cobardes abusones, buenos para nada!
Ante los gritos volví a abrir los ojos, tímidamente. Y no pude creer lo que vi: Hime cargando ella sola contra todos, con la cara roja de odio y rugiendo de rabia.

La historia continúa aquí: El Alma del Gladiador Capítulo 2 

=================================================
Nota: "Hime" significa "Princesa" en japonés.
Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

martes, 18 de septiembre de 2012

llegan las fiestas del blog XDDD

¡Mami que emoción! Casi llego a las 1000 visitas... Muchas gracias a todos los que habéis leído mis relatos hasta ahora, y a los que habéis comentado. Espero que lo sigáis haciendo, veréis que mi "talento" es algo difuso XDDD. Pero me hace mucha ilusión, de verdad, así que cuando supere las mil voy a escribir alguna chorrada festiva DPM!! XD. No sé lo que va a ser como no sé qué tiempo va a hacer mañana (sí, me habéis pillado, no miro el parte del tiempo jajaj). En cualkier caso... se avecina algún estúpido relato festivo XDD. Por cierto, este sábado va a venir dj Marta a Burgos!! Casi tiemblo de la emoción... BAKA BAKA BUMPINGGG!!! XDDD

Alas de barro

Como cada noche que paso en vela por tí, moldeo tus frágiles alas de barro con mis agrietadas manos de alfarero. Tú no me lo agradeces, ni sabes quién soy. Tan sólo tienes una vaga imagen de mí en tus sueños. Mas por la mañana revoloteas alegremente a mi lado, simbolizando la esperanza de mi obra de arte. Por la tarde, en cambio, planeas como un pesado albatros. Y por la noche... aterrizas en mis brazos como un aeroplano inerte, agotada, con las alas hechas añicos. No puedo hacer nada mejor por tí y maldigo mi poco talento, pero cada vez que vuelas desborda mi orgullo de artesano; se quiebran de nuevo las arrugas de mi ajado rostro, y vuelve a él la sonrisa. Otra vigilia a tu lado, otra vez sueño despierto. No quiero luz eléctrica, ni luna, ni estrellas, ni nada que opaque tu inocente brillo. Tu vivo reflejo en mis ojos, junto con el tacto de tus rotas alas, es mi única guía en la oscuridad. Pasa otra noche conmigo... ¡mi inspiración!
Tomas cientos, miles de formas distintas, cada vez que me levanto al alba me cuesta reconocerte. Mas es inútil tu disfraz; te delata esa avaricia que te lleva a volar tan alto. Ni siquiera te preocupas por la fragilidad de mi obra, tú tan sólo trazas un limpio corte recto hacia el cielo, buscando tu fin. No tienes miedo a nacer, ni a morir. Eres valiente o insensata, irreflexiva y egocéntrica. Pero a pesar de todo... me tienes aquí de nuevo, cuidándote, moldeando otra vez tus alas para que mañana lo hagas de nuevo. ¿...Enamorado...? ¿Y tú me lo preguntas? ¡Pero si sólo soy tu sombra, tu reflejo, el que aspira a ser como tú!

Creative Commons License
Alas de barro by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Eres intensa!!

Me sacan arrastras de mi madre, me azotan. Respiro por primera vez, rompo a llorar. Sufro y es intenso. Tú me motivas, abres una nueva luz en mi interior, me enseñas a leer. Y es intenso. Tú empujas mi bicicleta, me sostienes y me lanzas. Aprendo la velocidad, el viento rozando mi cara. Y es intenso. Tú me miras fingiendo inocencia, con tu cara de ángel y tus profundos ojos azules. Y es intenso. Me inspiras poesías, rasgo el cuaderno de pasión; y es intenso. Me entrenan con fuerza, machacan mi cuerpo; me hacen un hombre. Y es intenso. Me voy de casa, vivo independiente. Conozco la libertad. Y es intenso. Dejo la balsa, me lanzo al río,,, y es intenso. Me conoces, me haces reír y llorar, estar feliz y luego triste. Y es intenso. Te cuido, te mimo, te abrazo... y te vas. Y es intenso. Eres fiel a mí, me haces ver otras cosas, intentas comprenderme. Y es intenso. Sigues mi ritmo, lo das todo de tí. Y es intenso. Me destrozas, me exiges más de lo que puedo. Me haces crecer. Y es intenso. Me entusiasmo, deslumbran mis ojos, y no veo que tú eres quien sujeta la lámpara que los ilumina. Y es intenso. Mi pequeño río de cobardía se termina, va a desembocar en el vasto mar, siento miedo y emoción. Y es intenso. Te conozco, te hago reír, te doy lo mejor de mí y te hago crecer. Ahora me olvidas. Y es intenso. Bailo como un loco, sin conocimiento, sin coreografía, puras pilas de pasión son las que agitan mi cuerpo. Y es intenso. Tú eres la más bella y la más malvada, la más alegre y la más traumada. Eres cambiante, apasionada, desgarbada, una artista por naturaleza. Me zarandeas en locos remolinos de frenesí, me causas un hambre desconocida de grandeza y me das amigos. Me lo quitas todo, no me das ni un triste beso en la mejilla y me enamoras del silbido de cualquier viento fortuíto. Mi vida... ¡TÚ ERES INTENSA!
Free counter and web stats