viernes, 21 de septiembre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 2

 ¿No has leído el capítulo anterior? La historia comienza aquí:    El Alma del Gladiador Capítulo 1
    
    Literalmente se arrojó en un placaje contra ellos y algunos cayeron al suelo. Después la atraparon y comenzaron a golpearla sin piedad. Y ahí tienes el peor recuerdo de mi vida; ella sufriendo una tremenda paliza y yo paralizado de miedo, como un cobarde. No fui capaz de ayudarla, y para colmo los abusones me ignoraron diciendo algo como “déjalo, alguien tan patético no merece la pena”.

    Cuando se marcharon corrí al lado de Hime, que estaba en el suelo repleta de heridas por todas partes. Me agaché junto a ella, impotente. Se me encogió el corazón como una aceituna y parecía que apenas pudiera respirar. Antes ya me había sentido patético por mi cobardía, pero esto era totalmente distinto.Y, por primera vez en mi vida, lloré.
     Sí, fui así de patético; ella estaba allí postrada llena de heridas y dolor, pero era yo el que lloraba como un bebé, pareciendo casi que me ahogaba. Tan sólo murmuré, entre sollozos:  "Lo siento... lo siento... todo ha sido culpa mía..."

    Ella no contestó. Simplemente permaneció allí tirada, mirando al cielo con los ojos perdidos, jadeando. La habían hecho daño. Y por mi culpa. Y yo no había movido un dedo para evitarlo. Jamás había conocido un dolor así. Noté que algo dentro de mí cambiaba, y en ese momento me invadió una sensación desconocia para mí hasta entonces: la culpa. Me sentía tan miserable que no sabía lo que decir; obviamente era una carga para ella. Sin mediar palabra me puse en pie y lentamente fui caminando en dirección a mi casa. 

    De pronto: ¡Eh! ¿Dónde crees que vas?” preguntó, gritando desafinadamente, la figura que yacía tendida junto a la entrada del colegio. Tal vez ahora me odiaba, y me quería hacer pagar todo aquello por lo que la había hecho pasar. “¡He dicho que vengas aquí, maldita sea!” bramó todavía con más furia que antes. Finalmente mi remordimiento pudo más que mi temor y me di la vuelta hacia ella, acercándome sin mirarla y con la cabeza baja. <<Lo que he hecho no tiene perdón, y más por habérselo hecho a la persona más importante para mí. Aceptaré mi castigo y por una vez haré lo correcto>>.

    Me aproximé hasta ella, todavía mirando al suelo, bajando la cabeza todo lo que podía. “Agáchate.” Temeroso de lo que estaba por venir hice lentamente lo que me decía, y cerré los ojos con fuerza. Repentinamente ella me abrazó, haciendo que perdiera el equilibrio, y me apretó fuerte contra ella. “Abrázame. He pasado tanto miedo...” Entonces mi sentimiento tocó fondo. Ella no era una superheroína ni nada por el estilo. También tenía miedo, pero aún así se había enfrentado a él.
    
    Después de algunos sollozos se enjuagó los ojos con una mano y me miró fijamente. “Es normal tener miedo, y es normal sentirse mal. Pero NUNCA se abandona a la persona que más te aprecia”.

    Al oír esas palabras me dio un vuelco el corazón. En otra situación me habría puesto colorado, pero entonces sólo pude romper a llorar con ella y abrazarla con más fuerza. “Lo siento. Siento ser tan cobarde. Te prometo que nunca te voy a abandonar. Y que voy a ser más valiente. Si es por tí, seguro que puedo hacerlo”. 
    “No hace falta que seas valiente. Yo te protegeré siempre, no me importa sangrar si es por tí. Sólo quédate a mi lado”, dijo mientras me estrujaba. Esa promesa de verdad me llegó al alma.

    La ayudé a ponerse en pie y fuimos a mi casa. La dejé con algunas sirvientas para que la curaran. Tras unos instantes volvió una sirvienta para hablar conmigo. “Señorito, hay un pequeño problema. La señorita dice que no se dejará curar por nadie que no sea usted”. “Está bien”, dije y la acompañé a donde estaba Hime (aunque antes pasé rápidamente por la cocina...). Entré en la habitación. Y allí estaba ella, con sus papos hinchados en señal de enfado, la cara roja y los ojos húmedos. Después de todo, éramos niños. No había nada de que extrañarse. Aún hoy cuando recuerdo aquel rostro de enfado inocente no puedo evitar la sonrisa.

    Finalmente la curé, y estuvimos juntos. No necesitaba más, sólo <<mi Hime>> podía ser todo mi mundo, no había otro lugar más acogedor para mí que su vera. De pronto me di cuenta de algo que antes jamás había pensado. Había cobrado un gran tesoro: Ahora tenía por fin un motivo para vivir. Ya no era el dinero, ni mis sirvientes, ni mi ropa cara... 
       Era ella.

    Y acto seguido otra imagen asaltó mi mente. Mi Hime placando a cinco matones a la vez, y siendo luego machacada a golpes. Seguramente tomarían represalias contra ella el día siguiente. Y al otro. Y su vida sería un infierno. No podría dormir, no podría comer, languidecería y se convertiría en un vegetal. Pero seguiría sonriéndome como el primer día; como si no hubiera pasado nada.

    “...ta! ¡Kota! ¡Kota!” Me había perdido en mis pensamientos. “¿Qué haces? De repente te has quedado como atontado, y poniendo caras raras...” “Lo siento, me he distraído. A ver, que continúo con la operación” Saqué un cuchillo que había cogido antes en la cocina: “¿Por dónde debería cortar, señorita? ¿Muslo o pechuga?” De golpe se quedó muda por un momento. “No, si realmente ya no me duele apenas...” “Jajajaja...” rompimos a reír como hacen los niños, como deberíamos hacer más a menudo. Realmente estar juntos era así de bueno.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 3
  

Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta que te pareció el texto, ¡¡las opiniones y críticas son importantes!! XD

Free counter and web stats