viernes, 30 de noviembre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 9


Me cogió desprevenido con aquella frase. Pero no me iba a rendir, aquello era por su bien. “Yo también quería estar contigo, además me divertía mucho (Hime arruga ligeramente la nariz y me mira de reojo) pero has trabajado mucho y creo que te mereces una recompensa. De modo que te he preparado esta sorpresa, y espero que la aceptes.”
“... ¿y por qué no la iba a aceptar...?”
Sonreí abiertamente: “Sí, eso pienso yo. De modo que deja que te la muestre.”
“¡Sí, qué bieeen!”

De nuevo la tomé de la mano y llegamos a una puerta. Sobre ella ponía de nuevo 'Ministerio de Educación'. Pasamos sin llamar. Nos acercamos a un mostrador que había cerca de la entrada, donde atendía un hombre con bigote de unos cuarenta años.
Le miré con una cierta expresión de complicidad al tiempo que decía: “Buenos días. El mochuelo ha llegado al nido. Vengo a buscar el huevo de oro.”
El hombre levantó el pulgar de la mano derecha en señal de 'ok': “La gallina cacarea.” (Ella nos miraba con una ligera mueca de confusión). A continuación sacó de debajo del mostrador algo envuelto en papel de regalo. Por la forma parecía algo plano, como un papel.

“¿Tú eres Hime?” Preguntó.
“¡Sí, soy yo!” La niña al ver el regalo estaba emocionada.
“Pues este regalo que ves aquí puede ser tuyo...”
“...¿Puede...?” Hime parecía un poco descolocada. Seguramente se había hecho a la idea de que la sorpresa ya era suya y sólo iba a cogerla.
“Sí; todo depende de que aciertes la palabra secreta”
“Aaahhh... ¿la palabra secreta...? Pero, ¿qué tipo de palabra es? ¿puedes darme alguna pista?”
“¿Una pista? Vale, pero no te puedo dar muchas... Es una cosa que existe.”
“¿Ehhh?” Ella puso una cara de extrañeza graciosísima. “¿Sólo eso? ¿algo que existe? ¿pero cómo lo voy a adivinar así? ¡Jooooo, pero dame alguna pista más!” Ya estaba hinchando los papos de nuevo...

“Otra pista... buff... esto... es una palabra un poco larga...”
“¡Ya lo tengo! ¡Ornitorrinco!”
“¡Jajajajaja...! El hombre del mostrador y yo rompimos a reir al unísono. La miré de lado: “¿Eso es una palabra larga? No me hagas reír, me estás subestimando...”
Ahora también arrugaba la nariz, tenía cara de enfado. No es que me gustase hacerla rabiar (bueno, tal vez un poco...) pero debíamos provocarla un poquito más.
“Bueno, ¿y qué tal una tercera pista?” pidió HIme.
“Está bien”, dijo el hombre “pero ésta será la última”.
“De acuerdo, pero espero que al menos sea un poco más útil que las otras dos”.
“Toma” el señor le ofreció un papel.

“¿Qué es eso?”
“Aquí está escrita la palabra secreta.”
“¿Me la das, así sin más?”
“Te la doy, pero a cambio tienes que ser capaz de leerla en voz alta sin equivocarte.”
“¡Está bien!” La niña saltó y arrebató el papel de su mano.
Comenzó a leer: “Hipopotromonstrross... ¡Aaaaaaaaarrrrghhhhh! ¡¿Pero qué es esto...?! ¡Me estáis tomando el pelo!”
(por cierto, la palabra era 'hipopotomonstrosesquipedaliofobia', jaja).

Ahora SÍ que estaba enfadada. “¡Ahhhhhhhhhhhh!” Tomó carrerilla y saltó encima del mostrador. Agarró violentamente el regalo de la mano del hombre y bajó con otro salto.
¡Jajaja! ¡Ahora está en mi poder, no me atraparéis!”
Corrió hacia la puerta, salió al descansillo y comenzó a bajar por las escaleras ruidosamente.
Yo en seguida fui tras ella, pero antes le guiñé un ojo al dependiente al tiempo que levantaba el pulgar: “¡Gracias, misión completada!”
jajaja, no hay de qué. Me lo he pasado en grande.”
¡Hasta luego!” Yo también eché a correr escaleras abajo, intentando no perderle la pista de la fugitiva. Cuando llegué al portal ella ya había salido, ¡y seguía corriendo por una acera!

¡Himeeeee! ¡Está bien, tú ganas! ¡El regalo es tuyo! ¡Pero espérame, por favor!”
Al oirlo fue disminuyendo la velocidad, hasta que se detuvo a esperarme delante de un paso de cebra. Por suerte para mí el muñeco para los peatones estaba en rojo, y no podía cruzar. Aproveché la circunstancia, corrí y la alcancé. Ella me veía venir escondiéndose el regalo detrás.
¡Es mi regalo!”
Que sí, que es tuyo. Tranquila, que no te lo voy a quitar.”
¿De verdad...?”
¿Lo prometes...?”
Lo prometo. He dicho que te merecías una recompensa, ¿no? Pues es tuyo.”
Su rostro se tornó de lo que parecía una rana (por los mofletes hinchados) a la clásica sonrisa de vendedor de seguros.

Entonces, ¿puedo abrirlo...?”
Claro, pero sólo si aciertas otra palabra secreta...”
¡Bah!” Hime sacó la lengua fingiendo una expresión de desdén y comenzó a abrirlo.
Por cierto, ábrelo con cuidado, no lo rompas...”
Ella así lo hizo, quitando esmeradamente el celo del envoltorio, con actitud. Ya se comenzaba a ver que, en efecto, era un papel. Tras desenvolverlo casi por completo, se leía: ADMITIDA AL CURSO ACELERADO.
La boca se le abrió de repente, como si no pudiera evitarlo. Parecía haberse quedado de piedra, con los ojos muy abiertos observando el papel.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 10

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El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

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